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Summary: Al orar hagamos evidente que en la lucha contra el pecado dependemos del Padre Celestial

“Señor, enséñanos orar”, esa fue la petición que un día los discípulos de Jesús le hicieron al Maestro. Y en respuesta a esa solicitud, Jesús expresó esas palabras tan especiales que se han conocido a lo largo de la historia de la iglesia como la “oración del Señor” o el “Padre Nuestro”.

Y Todo este mes hemos estado haciendo la misma petición al Señor: ¡Señor, enséñanos a orar! A través de considerar “el Padre Nuestro” hemos querido alinear nuestras oraciones con el enfoque, énfasis y dirección de la infalible Palabra del Señor.

En verdad esperamos que nuestra vida de oración esté siendo afectada para bien con estas enseñanzas y crezcamos en la práctica de este tan importante medio de gracia.

Como hemos visto en semanas anteriores, muy diferente a la tendencia de nuestras oraciones, Jesús nos ha enseñado que la oración no se trata principalmente de desahogar nuestras necesidades, como hubiéramos pensando, sino se trata de centrar nuestros corazones en Dios. Lo primero en la oración, como hemos visto, es centrar nuestro corazón en él y reconocer que su nombre es santo y su reino es lo más importante. Por eso oramos: “Santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad en la tierra, así como en el cielo”.

A partir de la tercera frase de la oración del Señor, “Danos hoy nuestro pan cotidiano”, la oración de Jesús ya se está tornando, aparentemente, más enfocada a nuestras necesidades fundamentales. Al comenzar a hablar de “Pan” ya está hablando de algo que entendemos más, porque tiene que ver con algo que necesitamos todos los días.

Pero aun hablando con Dios de lo que necesitamos cada día, cosas como el pan diario, la oración no se centra en nosotros sino en Dios. Jesús nos enseña que aun hablando con Dios acerca del pan diario, nuestro corazón debe permanecer centrado en él, no en los regalos que nos da. Nuestra confianza debe permanecer centrada en él, no en las bendiciones con que nos responde la oración.

Nuestra dependencia debe estar en él, no en nuestros esfuerzos o cosas buenas que vienen por su gracia. Al terminar de orar por nuestras necesidades, nos debe quedar claro que, aunque no tengamos las cosas que pedimos de la manera y en el tiempo que deseábamos, tenemos siempre y con toda seguridad, lo mejor de lo mejor en la vida: a nuestro Dios.

Al llegar a la cuarta frase: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”, entramos al campo de las relaciones: nuestra relación con Dios, pero también nuestra relación con el prójimo. Y vemos que hay una conexión inseparable entre estas dos relaciones. Y al orar por el perdón de nuestros pecados para estar bien en nuestra relación con Dios, se nos recuerda cada vez que es necesario alienar ese perdón por parte del Señor (perdón vertical) con el perdón que debemos otorgar a nuestros deudores (perdón horizontal).

Cada vez que pidamos perdón a Dios por nuestros pecados, recordemos a aquellos que hemos mantenido como deudores en nuestro corazón. Jesús no nos permite separar nuestra necesidad del perdón de nuestros pecados de nuestra responsabilidad de otorgar el perdón. El perdón que nos otorga es la fuente del perdón que debemos otorgar.

Es tan rico el Padre Nuestro en enseñanza, pero llegamos en esta ocasión a la última frase de esta oración modelo. Y ahora se plantea otra de las necesidades importantísimas con las que lidiamos cotidianamente, esto es, nuestra lucha contra el pecado y la tentación. Jesús ya nos ayudó a orientar nuestras oraciones respecto a nuestras necesidades básicas (el pan), la restauración de nuestras relaciones (perdón) y ahora se enfoca en nuestra lucha cotidiana contra el Pecado… (Pan, Perdón, Pecado).

Esta última frase de la oración del Señor dice en su aparición en el evangelio de Mateo 6:13: Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno.

El mes pasado estuvimos hablando de la Guerra Espiritual contra el pecado, y aquí retomamos un poco de todo aquello que dijimos, pero ahora lo consideramos en su conexión con la oración.

Cuando pensamos en la lucha contra el pecado, viene a nuestra mente quizá más bien tomar acciones, poner barreras, estudiar más la Biblia y cosas semejantes en las que nos vemos como muy activos guerreando contra la tentación. O sea, podemos pensar que nuestra diligencia y dedicación, es todo lo que más bien se requiere. Y sí, la diligencia, obediencia y dedicación es muy importante en la lucha contra el pecado.

Pero aquí en su oración modelo, Jesús está enmarcando esa lucha contra el pecado en el contexto de la oración para que recordemos cada vez que nuestras fuerzas, recursos y diligencia son nada sin la intervención poderosa y de gracia de nuestro Padre Celestial.

No puede haber victoria verdadera sobre el pecado separados de la obra del Señor en nuestros corazones. Si somos dejados a nuestra suerte, sin el poder de Dios, nuestros recursos son nulos e insignificantes. Por eso este día decimos: Al orar hagamos evidente que en la lucha contra el pecado dependemos del Padre celestial.

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