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Summary: Los padres sabios temen más a Dios que a sus hijos.

Varios de los que estamos aquí hemos tenido el privilegio de ser padres. ¿Te acuerdas cuándo te golpeó la realidad por primera vez del hecho de que ya eras papá o mamá?

En mi caso, cuando nació mi primogénito, yo no me encontraba en Mérida. Estaba en el Seminario en Orlando y vine lo más pronto posible que pude y llegué al día siguiente cuando ya mi esposa y mi hijo ya estaban en casa.

Había pasado una serie de experiencias emocionantes en mi intento de llegar, pero al fin, unas treinta y tantas horas después del nacimiento recuerdo esos últimos pasos subiendo las escaleras hasta el cuarto donde estaban Delia y Josué.

La emoción es indescriptible. Iba a conocer a mi hijo. Entré al cuarto y Allá estaba en su cuna, frágil, vulnerable, indefenso. Lo tomé en mis brazos y fue en ese momento, en medio de la alegría inefable, que me golpeó por primera vez este pensamiento: “Soy padre”. Esa fue la primera vez que sentí la alegría del privilegio de ser padre, pero al mismo tiempo, la gran responsabilidad que conlleva crecer, dirigir y amar a un hijo.

Esos momentos son abrumadores porque te das cuenta de cuán necesitado estás de sabiduría para crecer y dirigir a tus hijos. Ninguno de nosotros está preparado, realmente, cuando te llegan los hijos. Por más previsiones que hayas hecho, nunca te sientes lo suficientemente preparado para encarar la responsabilidad encomendada en tus manos como padre o como madre.

Yo pensé que por la experiencia de haber tenido un hijo ya estaba lo suficientemente listo para ser padre, pero cuando por la gracia del Señor llegó mi hija, me di cuenta cuán incompetente todavía era para la tarea.

Estoy seguro que, si eres padre o madre, estarás de acuerdo conmigo de que esta tarea que se nos ha encomendado no es nada fácil. Es algo muy complejo y que necesitamos cada día de la gracia del Señor para responder correctamente a los desafíos que presenta la vida con nuestros hijos.

Pero las buenas noticias es que la Palabra de Dios hace sabio al sencillo y Dios ha provisto para nuestra necesidad de sabiduría. Su Palabra es lámpara para dirigirnos en nuestro papel como padres.

Ahora bien, sé muy bien que aquí no todos son padres o madres. Y sé que la tendencia será pensar, “esto no tiene nada que ver conmigo”. Es como que te quiera enseñar a cambiar una llanta ponchada y no tienes automóvil, ni sabes conducir. Pero quiero animarte a no desconectarte porque, aunque es cierto que no tienes hijos, seguramente eres hermano(a), tío(a), amigo(a), en fin, estás rodeado de personas que sí los tienen y un consejo oportuno y bíblico, puede contribuir para el beneficio de la siguiente generación.

Aunque no tengas hijos puedes influir positivamente en la siguiente generación al compartir la enseñanza bíblica con aquellos que sí los tienen. Recuerda que la Escritura no necesita el aval de nuestra experiencia para ser eficaz.

Y en esto nos estamos centrando en esta serie de sermones, familia sabia, en la sabiduría que viene de lo alto aplicada a la familia.

Las buenas noticias es que en la Escritura hay todo un libro cuyo tema principal es precisamente la sabiduría. Ese libro es el libro de los Proverbios.

El contenido de este libro de la Escritura nos prepara para entender y conocer sabiduría, razones prudentes. Para obtener consejo justo y prudente. Nos ayuda a superarnos a los que somos inexpertos y simples. A los que ya son sabios, les aumenta su saber y aun ellos, encontrarán siempre algo nuevo para aprender.

Esto es justamente lo que necesitamos. Necesitamos esta sabiduría que, en ningún otro lugar, a parte de la Palabra de Dios, podemos encontrar.

Es importante notar que no estamos hablando de mera información, sino de algo mucho más profundo. Estamos hablando de perspectivas, de consejos, de directrices que nos ayudan a ver mucho más allá de lo que el ojo humano alcanza a ver.

La sabiduría de la que estamos hablando no se trata de acumular mera información, sino de ajustar nuestra perspectiva de las cosas a la perspectiva de Dios en la vida diaria. De seguir sus instrucciones, aunque la gente a nuestro alrededor nos diga que son obsoletas o imposibles de practicar. De confiar en su descripción de la realidad de los asuntos, en vez de la versión provista por mera sabiduría humana.

La sabiduría no es algo que se puede comprar ni obtener con un grado académico. La sabiduría es algo muy especial que viene de Dios.

El libro de proverbios nos provee una verdad central para todo lo que estamos diciendo y lo hace en el capítulo 1 versículo 7: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.

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