Summary: La unidad no se logra con intenciones, sino con acciones

Busca la Unidad

Intro: Ayer estuvimos disfrutando de una convivencia como Iglesia en Chuburná Puerto. Lamento mucho por los que no pudieron asistir, pero los que asistimos regresamos cansados, asoleados, pero felices. Fue algo hermoso poder ver a las familias conviviendo en armonía. Niños, jóvenes y Adultos en un solo sentir. ¡Qué hermosa es la unidad! Todos queremos precisamente eso para nuestras familias. Queremos familias unidas, que vivan en armonía, qué aunque hayan conflictos naturales, puedan resolverse siguiendo principios bíblicos. ¿Acaso no quieres unidad para tu familia?

Pero esta semana estaba viendo unas estadísticas del INEGI de 2004 que nos indican que cada vez es más difícil mantener unida a la familia. En México en el 2004 hubo 11 divorcios por cada 100 matrimonios. Nuestro estado de Yucatán ocupó el tercer lugar a nivel nacional en número de divorcios. Cada vez está siendo más difícil mantener un matrimonio unido y en armonía.

Tristemente, a veces esta tendencia a la desunión también se refleja en las familias cristianas. Probablemente, hoy has venido a la iglesia, pero estás enemistado con alguien de la familia. Quizá se trata de tu esposo o tu esposa, a lo mejor hace días o semanas que se comunican exclusivamente para lo más básico. Quizá se trata de alguno de tus hijos o de tus padres. La relación es áspera y distante. O bien estás desunido con algún otro familiar: hermanos, primos, tíos, abuelos, nietos…En fin, hay problemas relacionados con la unidad en tu familia.

Estamos en un problema porque creo que todos queremos la unidad de nuestra familia. Estoy seguro que si entrevistamos a las familias que están pasando por dificultades por la desunión, ninguna diría que está feliz por como están las cosas. Nadie diría que está feliz porque su esposo o su esposa se levanta, si acaso le da los buenos días y el resto del día la comunicación se reduce a monosílabos y frases cortas que salen de sus labios casi forzadamente. Nadie diría que está feliz porque sus hijos no se llevan entre sí o viven envidiándose, burlándose u ofendiéndose unos a otros. Ninguno diría que está feliz porque no le dirige la palabra a algún familiar desde hace varios años. Creo que nadie vive feliz en una familia desunida. Todos queremos una familia unida.

Todos queremos unidad, pero tristemente, pocos estamos haciendo algo para lograrla. Decimos que queremos unidad en la familia, pero nuestras actitudes, palabras y acciones cotidianas no están orientadas hacia ese punto. Decimos que queremos ir en la dirección de la unidad, pero estamos caminando hacia el lado contrario. Deseamos unidad, pero no estamos haciendo nada para lograrla, sino todo lo contrario. Hay una incongruencia entre lo que decimos que queremos y lo que estamos haciendo para lograrlo. Es decir, que nuestras actitudes, palabras y acciones están diseñadas para lograr precisamente lo opuesto que deseamos.

Por eso este día, ante el desafío de mantener de la unidad de la familia queremos decir que: “La unidad no se logra con intenciones, sino con acciones”. Es muy fácil desear la unidad, tener la buena intención de buscarla, pero es otra cosa, muy distinta y complicada, dar pasos concretos y activos para procurarla. En pocas palabras, lo que queremos llevarnos este día es la determinación concreta para dar esos pasos que hace tiempo debimos dar, pero que no nos habíamos atrevido hasta hoy. Es dejar de desear y hablar acerca de la unidad, y ocuparnos activa y observablemente a procurarla con acciones concretas…Porque…La unidad no se logra con intenciones, sino con acciones.

Las buenas noticias para nosotros que anhelamos la unidad en nuestras familias (ya sea para mantenerla o para lograrla), es que Jesucristo, por su vida, obra, muerte y resurrección ha cambiado nuestro panorama. Lo que parecía imposible, él logró. A través de nuestra relación con él somos habilitados por el poder del Espíritu Santo para dar esos pasos que nos parecen imposibles de dar. Por su gracia podemos ser fortalecidos para renunciar a nuestro egoísmo, orgullo, y sed de venganza para poder reflejar en nuestras relaciones el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la fe, la mansedumbre y la templanza. Estas son realidades espirituales disponibles para todos lo que humildemente confían en Jesús y quieren crecer en su relación con él.

Así es que si deseamos la unidad de nuestra familia, la Biblia está llena de instrucciones transformadoras para nuestros corazones. Instrucciones, que por la gracia de Dios, podemos poner en práctica en nuestras relaciones familiares.

Aunque existen mucha sabiduría bíblica para compartir, quisiera que nos enfocáramos brevemente en un texto inmerso en un contexto de instrucciones que tienen que ver con las relaciones interpersonales. Lo encontramos en Romanos 12:18: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.

En el versículo 1 del capítulo 12 de Romanos comienza un cambio en las instrucciones del apóstol Pablo. En los primeros 11 capítulos desarrollo todo un argumento muy sofisticado para llegar al punto principal espiritual que nos dice que Dios ha mostrado su gracia para los pecadores en que Jesús murió y resucitó a su favor, y que sólo por medio de Jesús podemos tener perdón de pecados, salvación, paz con Dios y una relación preciosa y eterna con Él. Entonces, al llegar al capítulo 12 comienza a mencionar las aplicaciones de estos principios espirituales logrados gracias a Cristo.

Entonces, sabemos que este versículo que estamos considerando sólo tiene sentido si lo vemos en el contexto de la gracia (o misericordia como dice el versículo 1) que Dios ha mostrado para con nosotros en Cristo. Es decir, que el aplicar esta instrucción a mi vida, es una respuesta apropiada a todo lo que Dios ha hecho por mí a través de la vida y muerte de Jesucristo.

La instrucción es muy sencilla, pero a la vez, tiene el potencial de transformar la manera en la que nos relacionamos con los demás (incluyendo a nuestros familiares) y el impacto que tendrá en la unidad de nuestra familia.

Lo primero que nos dice este versículo es que

A. Debo buscar activamente la unidad… “Si es posible, en cuento dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.

Te das cuenta que no deja lugar a excusas, siempre que sea posible, cuando dependa de nosotros, no hay razón para vivir en desunión. Es decir, que no quede de ti el estar en paz con los demás. Si la pelotita está de tu lado, si tienes el sartén por el mango, si tienes la última palabra, si depende de ti, no hay razón para estar en desunión.

La unidad es algo que debemos estar buscando, ya de entrada…debe ser nuestro “de por sí”. Debe ser nuestro primer impulso, nuestra primera reacción, nuestra prioridad.

Cuántas veces hemos dejado pasar oportunidades preciosas de mantener o buscar la unidad, pero por nuestro orgullo respondemos con amargura, con palabras necias, con acciones que lastiman, o simplemente contribuyen a la ruptura de las relaciones en nuestra familia.

Ilustra: Recuerdo un día que llegué enojado a la casa por ciertas situaciones que se estaban dando y mi trato y palabras eran ásperas hacia Delia y los niños (muy mal de mi parte, ni siquiera tenían ellos nada que ver con el asunto), pero yo estaba buscando quien la pagara (cosa horrible). Casi casi estaba buscando pleito, pero Delia me contestó con paciencia, con dominio propio. Su trato fue amable, gentil y agradable. Esto me fue confrontando con mi pecado, al punto que tuve que pedir perdón y rectificar mi comportamiento.

Tu y yo tenemos todos los días oportunidades para contribuir a la unidad de la familia con acciones concretas, con palabras de sabiduría, con actitudes renovadas. Porque la Unidad no se logra con intenciones, sino con acciones. Por eso busca activamente la unidad en tu familia.

Este versículo no sólo nos enseña a buscar activamente la unidad, sino también a que:

B. Debo tener la iniciativa en pro-de la unidad

No se trata nada más de tener la disposición de buscar la unidad, sino de tener la iniciativa al buscar la unidad.

Muchas veces estamos esperando que el cónyuge, el hijo, el padre, el tío, el abuelo, en fin…la otra persona, de pasos de acercamiento para que nosotros los demos. Pero este texto está implicando que no debemos esperar a que el otro inicie. Nosotros tenemos la responsabilidad de buscar la paz, la armonía, la unidad.

Es muy típico en algunos matrimonios jugar a la ley del hielo. Es decir, cuando discutieron o se enojaron, las horas, días y a veces semanas subsiguientes “juegan” a la ley del hielo. Es decir, a fingir indiferencia, a no dirigirse la palabra más que para lo necesario y de fuerza mayor. Lo típico también es estar esperando que el otro de el primer paso de acercamiento, mientras uno piensa, esta vez no seré yo quien tome la iniciativa…siempre soy yo….esta vez, no. Déjame decirte que este texto anula, la ley del hielo y la espera a que se compongan las cosas por iniciativa del otro. Este texto nos pone a cada uno de nosotros como los responsables de tener la iniciativa en pro de la unidad. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres ( y ese todos los hombres incluye a tu cónyuge, tu padre, tu hijo, tu hermano(a), el tío, el abuelo…etc.).

Por eso toma la iniciativa…pues la unidad no se logra con intenciones sino con acciones.

Por las misericordias de Dios, por la gracia de Dios, es posible que tu familia sea una familia unida. Es posible que tu matrimonio sea armonioso; es posible que las relaciones entre tus hijos sean preciosas. Pero humildemente, debemos arrepentirnos de nuestra apatía, de nuestro letargo, de nuestra falta de interés y acción en pro de la unidad, y abrazar, por la fe, las grandes promesas y mandatos de la Escritura…porque la unidad no se logra con intenciones sino con acciones.

Si estás desunido(a) de tu cónyuge, ya basta de sólo desear un matrimonio unido, y abócate a tomar la iniciativa de tratarlo(a) con respeto, con amor, con consideración, con gracia…que se vea que más que intenciones realizas acciones en pro de la unidad.

Si estás desunido de tus hermanos o tus padres, o algún pariente cercano o lejano, deja de suspirar menos por “cómo me gustaría que las cosas fueran con antes”, y comienza a dar pasos de fe y acción para restaurar relaciones rotas, para perdonar viejas ofensas, para abandonar la envidia y el rencor”.

No te des permiso de esperar un solo día más….no sigas poniendo excusas, no sigas prolongando la desunión en tu matrimonio, en tu familia. El mandato es claro y aplicable y hay que actuar inmediatamente: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. Busca la unidad activamente, toma la iniciativa en pro de la unidad. Pues ésta no llegará sólo con intenciones, sino sólo si te atreves, confiando en la gracia transformadora de Jesucristo, a realizar las acciones santas, bíblicas y correctas para la gloria de Dios.