Summary: Por medio de nuestro Señor resucitado tenemos la victoria sobre el pecado y la muerte.

Quiero hacer un experimento. Necesito que todos hagan este ritmo con sus piernas, sus sillas, sus pies, como quieran... OK. Gracias. ¿En dónde han escuchado ese ritmo antes? Lo más seguro es que en un estadio durante un juego de basquetbol o de futbol, ¿verdad? Pero, bueno, el ritmo viene de una canción llamada “Somos los campeones” que llegó a ser famosa aquí en los Estados Unidos en los principios de los ochenta y fue cantada por un grupo que se llamaba Queen. Y bueno, en el tiempo en que salió esta canción, el grupo Queen disfrutaba de una fama internacional y se consideraba uno de los más grandes grupos de rock de su época. Por eso ellos se jactaban en su canción: “¡Somos los campeones del mundo!” No obstante, un par de años después de que salió esta canción, Freddy Mercury, el cantante del grupo, murió de SIDA y el grupo Queen dejó de existir. Su conquista del mundo no duró mucho, ¿verdad?

Y bueno, eso es un tema muy común por toda la historia mundial: la naturaleza no duradera de la victoria. Pregúntale a los grandes conquistadores de la historia: a Napoleón, a Hitler, al gran imperio británico. Y aun los que pueden mantener el prestigio, el dinero y el poder toda su vida, pronto se enteran de que no pueden llevar esas cosas con ellos después de la muerte. La muerte es inminente. No se le puede evitar. Y entonces, las victorias de este mundo no duran. Pero hay una victoria que sí perdura, la cual nadie nos la puede quitar...una victoria que no termina ni con la muerte. Es la victoria que vemos aquí en el texto para esta mañana, la victoria sobre el pecado y la muerte.

I. La victoria sobre el pecado

La Biblia nos dice muy claramente el resultado del pecado. San Pablo escribiendo a los Romanos dice: Por tanto, así como el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte, así también la muerte alcanzó a todos los hombre por cuanto todos pecaron. O sea, que la paga del pecado es la muerte. Entonces, para seguir un orden lógico esta mañana, nos conviene primero hablar de cómo tenemos la victoria sobre el pecado para mejor entender cómo tenemos la victoria sobre la muerte. Porque la verdad es que cada uno de nosotros nacimos en esclavitud bajo un amo cruel y exigente, es decir, el pecado. Desde el momento en que nos concibieron nuestros padres, no hemos podido hacer nada más sin pecar. Y fíjense que esto es algo que nuestro orgullo no quiere escuchar: No soy esclavo. Soy libre para vivir como yo quiero. Hago mis propias decisiones.

Bueno, los hombres aquí presentes: ¿cuándo fue la última vez que estabas cambiando los canales del cable ya muy noche y de repente apareció en la tele una de “esas películas”? Y aun que sabías que no era correcto, que no debías de verla, miraste por al menos unos minutos. O tal vez fue una de “esas revistas” o en el internet...aunque sabías que estaba mal y no querías hacerlo, lo hiciste.

O, todos nosotros: ¿cuántas veces hemos dicho que no vamos a enojarnos tan rápidamente, que vamos a mostrar más paciencia? Pero pronto te enojas y dices cosas que no debes. La verdad es que aunque no queremos, aunque sabemos que está mal, seguimos haciendo exactamente lo que no queremos. Porque por naturaleza somos esclavos del pecado.

Y por causa de esos pensamientos malos, esas palabras de enojo y esas acciones egoístas, tenemos que enfrentarnos con las consecuencias: que merecemos ir a la cárcel, a la prisión eterna en el infierno, un lugar más terrible y doloroso que se puede imaginar con la mente humana, y nunca habrá oportunidad de salir por buen comportamiento... Porque la evidencia está bastante clara. Cualquier juez honesto, al ver esa evidencia, solamente puede pronunciar un veredicto: culpable. Porque la ley de Dios es clara: el que peca, merece ir al infierno. Nosotros pecamos, y entonces, merecemos el infierno.

Pero Dios nos ha librado de la ley y del pecado. Nos ha librado de la esclavitud. Cuando la Biblia dice que Jesús es nuestro “Redentor”, está hablando precisamente de eso, porque la palabra “redimir” significa “pagar el precio para librar a un esclavo”. Y, ¿qué precio pagó Cristo para librarnos de nuestra esclavitud? Su preciosa sangre y su muerte inocente en la cruz. Fíjense que Cristo vino voluntariamente en su amor y llevó una vida libre de pensamientos lujuriosos, de palabras de enojo, y de acciones egoístas. Y luego, un viernes por la tarde hace dos mil años, permitió que lo colgaran en una cruz y sufrió voluntariamente el castigo de Dios. Sí, Dios castigó a sí mismo. En la cruz, Jesús sufrió el castigo del pecado, o sea, el infierno. Por eso clamó en gran voz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado (o sea, abandonado)? Porque Dios en ese momento lo estaba castigando por nuestros pecados. Pero Jesús terminó anunciando: ¡Consumado es! El grito de victoria. No hay más pago por los pecados porque hemos sido librados de nuestra deuda, del castigo, de nuestra esclavitud. ¡Somos los campeones!

Y en ese momento, murió Jesús. La muerte, el pago del pecado. Y bueno, si hubiera quedado muerto, hubiéramos tenido un gran problema porque significaría que la muerte tiene más poder que Dios. Pero, ¿qué pasó el domingo después de que murió? ¿Qué escucharon en las lecturas para esta mañana? ¡La muerte no tenía poder sobre él! ¡Se resucitó!

II. La victoria sobre la muerte

Y, ¿qué significa la resurrección de Cristo para nosotros? Pues, Jesús mismo nos dijo: Porque yo vivo, ustedes también vivirán...Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mi, aunque haya muerto, vivirá. ¿Pueden ver ustedes que tengo aquí en mi mano? Un recibo (o sea, una nota). ¿Para qué propósito sirve un recibo? Es la prueba de que todo está pagado, ¿verdad? Así es la resurrección de Jesús. Es nuestro recibo: la prueba de que todo está pagado. La muerte ya no tiene poder sobre nosotros.

Tenemos la victoria sobre la muerte. Cuando muramos, vamos al cielo. Y aun más increíble es que en el fin del mundo, los creyentes que quedan vivos y los que “habían dormido” como dice el texto, es decir, los que habían muerto, resucitarán y recibirán cuerpos inmortales e incorruptibles como el cuerpo glorificado de Cristo. Así es. Vamos a ser inmortales...

Y es precisamente por eso que San Pablo nos dice que sorbida es la muerte en victoria. Ya no tiene aguijón ni poder sobre nosotros. Cuando muramos, Dios nos hará inmortales e iremos al cielo donde todo está mejor, donde no habrá más muerte, sufrimiento ni lágrima. Entonces, no tenemos que temer la muerte, porque ¡somos los campeones!

Y recibimos todo esto por causa de nuestro Salvador resucitado Jesucristo. Fíjense que no es una victoria que hemos logrado nosotros. De hecho, ni hemos contribuido nada a ella. En su amor Dios nos da todo por medio de la fe que el Espíritu Santo obra en nuestros corazones. Pues, hace unas horas, Dios concedió esta victoria a Dylan, el nieto de Pastor Carlos, quien esta mañana fue bautizado en el nombre del Dios trino. Por medio de su bautismo ha llegado a ser campeón y la muerte ya no tiene poder sobre él. Por medio del bautismo y su Palabra, Dios nos ha dado a nosotros esa misma victoria. ¡Somos los campeones!

Pero antes de que terminemos esta mañana, hay que ver el último versículo del texto, porque Pablo llega a una conclusión. Dice: Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. Entonces, ¿qué vamos a hacer con la victoria que Dios ha ganado por nosotros?

Con corazones agradecidos, que nos aferremos a esta victoria y que nunca la dejemos. El mundo va a intentar desviarnos, diciéndonos que el emborracharse, el sexo ilícito, la flojera es más divertido. Dios no quiere que te diviertas, sino quiere hacerte un esclavo. Pero eso es una mentira del padre de las mentiras, el diablo. Entonces, para poder mantenernos firmes en esta victoria, es de suma importancia que estemos en la Palabra y que recibamos la aseguranza del perdón en la Santa Cena. Pero cuidado, porque el diablo les va a dar muy buenas razones de no hacerlo: Que el domingo es tu único de día para levantarte tarde, para pasar tiempo con tu familia, para arreglar la casa. Si vas a proveer todo para tu familia, no hay tiempo para devocionales familiares ni para tus estudios personales. Necesitas descansar. Tal vez vas a poder ir a la iglesia más adelante cuando no tengas tanto trabajo. Mis amigos, les digo que ese día nunca llegará. Siempre habrá algo. Son las mentiras del diablo. La verdad es que no vamos a poder mantenernos en esta victoria sin la Palabra de Dios.

Sin la Palabra va a ser difícil, hasta imposibles luchar contra la tentación de ver lo que no debemos en la televisión y en el internet. Va a ser imposible hablar con los demás en amor y paciencia. Va a ser imposible luchar contra las presiones de nuestros amigos y del mundo los cuales quieren que hagamos cosas que sabemos que son malas. Y al hacer esas cosas, otra vez nos ponemos bajo el amo malvado quien es el pecado, y nos encontramos de nuevo en esclavitud.

Entonces, que luchemos diariamente, porque sabemos que tenemos la victoria. Nuestro trabajo en el Señor no es en vano, porque él ha ganado por nosotros el perdón por la muchas veces que caemos en esas tentaciones. Ha ganado por nosotros la vida eterna en el cielo. ¡Sorbida es la muerte en victoria! Tenemos la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo por medio de nuestro Señor resucitado Jesucristo. Por lo tanto, hermanos, den gracias a Dios con cada pensamiento, palabra y acción de su vida. Y aférrense a Cristo su Salvador resucitado, porque en él somos los campeones. Amén.