Summary: Este es el sermón #2 de la serie Tesoros del Padrenuestro.

El tesoro que tenemos en Su Nombre y en santificarlo

Mateo 6:9b

La vez pasada descubrimos el tesoro de la paternidad de Dios y ciudadanía celestial. Hoy estaremos sondeando el tesoro que tenemos en Su Nombre y en santificarlo.

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. . .

1. El nombre que fue dado a los hombres debe ser santificado

A. Definiendo la palabra santificar.

El significado básico de la palabra hebrea que traducimos ‘santificar’ es “separado para el servicio de Dios”. La palabra ‘santificar’ no es una palabra común y corriente, pero significa “Hacer a uno santo. Dedicar a Dios una cosa”. Es la expresión de un intenso deseo de que el nombre de Dios sea reconocido, puesto aparte y adorado. Nosotros, sus hijos y ciudadanos de su reino, debemos ser diferentes, separados del mundo, por la obediencia a los mandamientos de Dios. Dios es santo y el Santo Espíritu de Dios que vive en nosotros no s capacita para vivir vidas santas y para ser espiritual y moramente

puros (1ª Corintios 6:11; 1ª Tesalonicenses 5:23)

B. ¿Cómo podemos santificarlo?

Raras veces nos detenemos a reflexionar que el nombre del Señor puede ser santificado o profanado por nuestra conducta. Pero los documentos antiguos muestran que, puesto que la muerte de un creyente por martirio con frecuencia inducía a otros a glorificar a Dios, la expresión hebrea “santificar el nombre”, frecuentemente se entendía como sacrificar la vida por la propia fe. ¡Qué verdad tan poderosa! Santificamos a Dios por el ejemplo de nuestra vida justa, por lo que hacemos como por las palabras con que lo alabamos y adoramos (Mateo 5:16).

Pero para santificar el nombre de nuestro Padre, debemos entender la naturaleza de su voluntad. . .

2. Sus nombres nos revelan su voluntad

Cuando Dios deseaba hacer una revelación especial acerca de sí mismo, usaba el nombre Jehová. En ese nombre se revelaba como el Dios verdadero y eterno, el único, el que tiene existencia en Sí mismo, el que no cambia. El significado y el origen del nombre Jehová se expresa de manera muy especial en la revelación que Dios da de sí mismo a Moisés desde la zarza ardiente (Éxodo 3:13-15). Cuando el Señor le proclamó por primera vez a Moisés ‘Yo soy el que. . . soy’, el nombre que usó para sí fue considerado demasiado sagrado por los traductores hebreos como para pronunciarlo en voz alta. De manera que usaron las consonantes YHWH o JHVJ, que podemos leer como Yahwéh o Jehová. Ahora bien, en el Antiguo Testamento hay varios nombres compuestos con el nombre Jehová (Yo soy el que. . . soy)

A. Jehová-tsidkenu que significa ‘Jehová nuestra justicia’ (Jeremías 23:5, 6). Este nombre revela la faceta del carácter de Dios que opera la redención por medio de la cual la humanidad queda plenamente restaurada en su relación con Dios. Jesucristo, nuestro Jehová-tsidkenu, tomó nuestro lugar (Romanos 5:17-19). El nombre ‘Jehová nuestra justicia’ revela el cómo somos aceptados por Dios, “El que no conoció pecado fue hecho pecado por nosotros”, y la medida que sería tomada para nuestra aceptación “para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2ª Corintios 5:21). Por eso cuando oramos “santificado sea tu nombre ‘Jehová-tsidkenu’, debemos agradecer a Dios que él hizo propiciación por nuestros pecados y nos hizo libres completamente de la condenación. Al momento de recibir a Cristo como Salvador, nuestra culpabilidad es borrada y aparecemos ante el Padre como si nunca hubiésemos pecado. No sólo ofrece perdón pero ofrece liberación del dominio del pecado. Yo no sé cuál es su situación, pero cuando recuerdo cómo Jesús llevó mi pecado y murió en la cruz por mí, no tengo más que santificar su nombre, Jehová-tsidkenu, "Yo soy el que te hago justo".

B. Jehová-shalom que significa ‘Jehová es paz’ (Jueces 6:24). La palabra hebrea shalom es traducida la mayoría de las veces como ‘paz’, y representa la salud y armonía con Dios, y satisfacción y plenitud de vida. La redención hecha por Cristo es la base de nuestra paz con Dios. No podíamos reconciliarnos con Dios, alguien tenía que pagar el precio con su vida. Jesús es nuestra paz (Colosenses 1:20-22; Isaías 53:5). Cuando Jesús murió, algo maravilloso sucedió. El velo del templo fue rasgado de arriba hacia abajo para darnos libre acceso al Lugar Santísimo donde habita el Dios Todopoderoso (Marcos 15:37, 38; Hebreos 10:19-22). El historiador Josefa nos informa que esta gruesa cortina tenía 10 centímetros de gruesor y se renovaba cada año. Se tomaban 20 yuntas de bueyes para rasgarlo. Por Jesús tenemos una paz que sobrepasa todo entendimiento. El quiere que la humanidad viva en paz, con Dios y los hombres. Ningún trato humano para obtener paz funcionará. Sólo Cristo da la verdadera paz. Gracias, Jehová-shalom "Yo soy el que te dio paz".

C. Jehová-sama que significa ‘Dios está aquí’ (Ezequiel 48:35). Sama es la palabra hebrea que significa el omnipresente, el Uno que todo lo llena. Esta es la promesa de un Dios santo que habita en medio de su pueblo. Es la promesa de su presencia. La presencia misma de Dios está en los creyentes, que son el templo del Espíritu Santo (Efesios 2:20-22). La palabra que se usa para ‘templo’en el verso 21 no se refiere al templo en general, sino al santuario. En el santuario se levantaba el altar del incienso, y e el lugar santísimo estaba el propiciatorio, cubierto por la presencia divina o shekinah. Ahora, nosotros somos templo de barro, llenos de la gloriosa presencia de Dios. Y eso no es todo, Jesús ha prometido, “No te desampararé ni te dejaré” (Hebreos 13:5). El ha enviado su Santo Espíritu para estar con nosotros. Santificado sea tu nombre Jehová-sama, ‘el Señor está allí’. Mientras medita acerca de los distintos nombres del Dios Altísimo, afiance su fe, transformando sus reflexiones en declaraciones de fe y alabanza. "Yo soy el que siempre está contigo".

D. Jehová-m’kaddesh que significa ‘el Señor que santifica’ (Levítico 21:8). Al santificar a Jehová-m’kaddesh estamos reconociendo que Dios nos transforma a la imagen de su Hijo (2ª Corintios 3:18). ¡Imagínese! Usted y yo pareciéndonos al Hijo de Dios. Los rasgos que nuestro carácter debe tener es el fruto del Espíritu. Esto es el genoma espiritual. ¿Puede ver el mundo a Cristo en ti? Santifiquemos el nombre de Jehová no sólo con nuestras palabras, sino por nuestra vida y hechos. El gran refrán dice: Hablan más fuerte tus hechos que tus palabras. Gracias al "Yo soy el que te santifica" que podemos vivir en santidad.

E. Jehová-rophe significa ‘Jehová sana” (Éxodo 15:26). La palabra rophe significa restaurar, curar o sanar, no sólo en el sentido físico sino también en el sentido espiritual y moral. Podemos una y otra vez regresarnos al Calvario, fue allí precisamente donde Cristo se hizo nuestro Jehová-rophe (Isaías 53:5; Mateo 8:16, 17). ¡Gracias, Señor por ser nuestro sanador!

F. Jehová-jireh que es ‘el Señor que ve’ o ‘Dios proveerá’ (Génesis 22:14). Dios nuestro Padre mira nuestras necesidades de antemano y provee para satisfacerlas. Su nombre Jehová-jireh es la revelación de la disposición y la capacidad de Dios para satisfacer nuestras necesidades y limpiar nuestros pecados. Puesto que Jesús ha quitado la maldición, estamos libres del fracaso moral, emocional o espiritual porque Dios ha provisto para que tengamos éxito.

G. Jehová-nissi que es Jehová mi estandarte (Éxodo 17:15). La palabra estandarte también puede traducirse como “mástil, emblema o pendón”. Entre los judíos esta palabra también denota ‘milagro’. Como insignia o estandarte se levantaba una señal que representaba la causa de Dios, su batalla, y era señal de liberación. Isaías predijo que saldría una vara del tronco de Isaí, que sería un pendón para el pueblo (Isaías 11:10). Jesús, nuestro estandarte de redención y lucha, fue crucificado sobre una rústica cruz en el monte Calvario. El marchó delante de nosotros y conquistó el mundo (Juan 16:33). Dios ha exaltado a Cristo sobre todo gobernante, autoridad o poder; ha puesto todas la cosas debajo de sus pies y los puesto por cabeza de la iglesia (Efesios 1:19-22; 1ª Corintios 15:57). Jesucristo, nuestro estandarte, cuando resucitó abolió la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio (2ª Timoteo 1:10).

H. Jehová-sabaoth que significa ‘Jehová de los ejércitos’ (Salmo 84:12)

No hay mejor cuadro que el mismo que nos da la Biblia acerca de Jehová-sabaoth que el que se encuentra en 2º de Reyes 6:15-17. El siervo de Eliseo se había levantado muy mañana. El relato narra que se asustó porque miró que estaban rodeados por el enemigo. Pero Eliseo confiaba en Jehová-sabaoth. El sabía que un ejercito lo acompañaba. Así nosotros a veces quitamos la mirada de nuestro Salvador y sólo vemos al enemigo agigantarse delante de nosotros. Pero cuando usted se sienta así, clame que le “abra los ojos” y podrá mirar que son más los que están de nuestro lado y es el Todopoderoso quien los dirige. Me gusta el libro Ángeles en misiones especiales por el Pastor Bach. Allí relata que Dios le enseñó una batalla entre ángeles y demonios. Relata el libro que el ángel Gabriel entró para platicar con el Pastor Bach. El Pastor estaba pasando una lucha espiritual terrible. Le preguntó el Pastor a Gabriel que qué pasaba cuando un cristiano estaba pasando por una gran lucha, el ángel lo llevó a la ventana y le enseñó. Allí vio el Pastor muchos demonios derrotados. Le dijo que Dios manda a sus ángeles a luchar antes de que el cristiano sienta la lucha. Ya para cuando el cristiano siente la lucha, es que Dios ha ganado. ¡Gloria a Dios! Jehová es nuestro líder pero es también nuestra causa.

I. Jehová-rohi que es ‘el Señor mi pastor’ (Salmo 23:1).

El carácter y la naturaleza plena de Cristo se encuentran en el nombre de Jesús. Los nombres de Jehová se aplican a Jesús, que dijo: “Yo he venido en nombre de mi Padre” (Juan 5:43). Cristo dijo que él era el Buen Pastor y como tal, él daba su vida da por las ovejas. ¿Es usted oveja de su prado? Si es así, entonces Jehová es su Pastor, nada le faltará. Para probar si es de su prado, el Señor dice que él conoce a cada una de sus ovejas por nombre y sus ovejas conocen su voz. Esa voz que es dulce y trae calma a la tempestad, pero a la vez tiene tanta autoridad que los demonios tiemblan al oírla. ¡Gloria a Él para siempre!

Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre. . . Ayúdanos a no tomar tu nombre en vano, a no tenerlo en poco sino de santificarlo diariamente y glorificarte siempre por todo lo que tu eres para nosotros. Enséñanos a clamar debidamente tu nombre que es todo para nuestro ser.

Oremos.