Summary: Los planteamientos del Señor Jesús afirman que los principios de la gracia no invalidan la vigencia moral y espiritual de la ley, en el ejercicio de nuestra mayordomía. Así como tampoco la supremacía de la gracia nos exonera de practicar y guardar lo que

Jesús, la ley y la gracia

Mateo 5:17-20

Objetivo: Que los oyentes comprendan que los principios de la gracia no invalidan la vigencia de la ley en lo que respecta a la mayordomía cristiana.

Introducción

El concepto de que hemos sido librados de la Ley plantea para los creyentes del presente siglo interrogantes acerca de si estamos ahora exonerados de obedecer la Ley en cualquiera de sus aspectos.

Esto ha llevado a muchos creyentes a enfrentarse con la disyuntiva entre la gracia y la ley, en lo que a las prácticas cristianas concierne. Esta disyuntiva se ve claramente expresada en el tema de la práctica del diezmo, o en lo referente a los alimentos, o al día que debemos guardar para el Señor, estos son algunos ejemplos.

Son muchos los creyentes que con sinceridad se acercan a este tema en busca de una respuesta, otros simplemente buscan excusas para no cumplir con sus deberes y responsabilidades arguyendo que los ejemplos mencionados arriba solo eran vigentes y practicables para la gente del Antiguo Testamento.

La división que encontramos en nuestra Biblia del Antiguo y Nuevo Testamento, son el resultado de un esfuerzo literario de los traductores, cuyo objetivo no es definir lo valido y lo caducado, sino ayudarnos en nuestro estudio de las Escrituras. Si afirmamos que “toda la Escritura es inspirada por Dios”, entonces no debemos hacernos problema en aceptar que la Ley y los profetas, también son el producto de la inspiración divina.

Obviamente, reconocemos que hay muchas posiciones en cuanto a este tema. Reconozco que tenemos limitaciones y que por eso es imperativo que volvamos a la Escritura y exploremos el tema sin temor y con un espíritu de aprendizaje.

Transición:

Como pastor, es mi deber y mi responsabilizad, exponer todo el consejo de Dios, teniendo como base la Palabra inspirada. He orado para que hoy, al abrir las Escrituras, nosotros podamos comprender que los principios de la gracia no invalidan la vigencia de la ley.

Así que hoy veremos los dos planteamientos del Señor Jesús que afirman la vigencia de la ley y la supremacía de la gracia.

1. La gracia no invalida la Ley, mas bien la confirma (Mt. 5:17-19)

Desde la perspectiva bíblica, la Ley es un método de educación religiosa, un reflejo de que vendría cuando se introdujera la era mesiánica del Señor Jesús.

El hecho grande de la salvación por fe, no significa que la Ley queda anulada, sino más bien confirmada o hecha válida.

1.1 Jesús afirma que la gracia no anula la Ley

Jesús dijo: “No piensen que he venido a anular la Ley o los profetas”. Más tarde el apóstol Pablo en su carta a los Romanos hacía la misma afirmación: ¿Quiere decir que anulamos la Ley con la fe? ¡De ninguna manera!

Tanto el Señor como Pablo veían en la ley algo más que un edicto. En la Ley encontramos el carácter Santo y Justo de Dios. La Ley encuentra su punto de partida en la naturaleza misma de Dios y su relación con sus criaturas. Así que la Ley no depende de la voluntad divina sino de la naturaleza divina.

Por eso Pablo concluyó afirmando que: “la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno”. (Ro. 7:12)

La aseveración de Jesús deja ver que la ley, en su totalidad, no es parcial sino que se dirige al hombre en todas sus relaciones, que no es una prohibición sino que sus demandas son positivas puesto que exige una conformidad absoluta a Dios.

Tan vigente y tan clara era la Ley para el Señor que todas sus palabras, actitudes y acciones las respaldaba con la misma ley y los profetas.

La venida del Señor en vez de desautorizar las Escrituras hasta su aniquilación, elevó sus demandas por encima de cualquier acto exterior. Los evangelios son muy claros y enfáticos en este aspecto.

El Señor Jesús no estaba interesado, ni tampoco hizo el mínimo esfuerzo para anular la Ley. Por el contrario, fue uno de sus principales promotores. Vemos al Señor yendo a las sinagogas en el “shabbat”, celebró también la pascua en varias ocasiones, asistió a las festividades establecidas en la ley. Dio su aprobación a la práctica del ayuno, la oración y el diezmo entre otros, pero condenó las actitudes de los practicantes.

Y hasta el momento de su muerte y aun después de su resurrección no dejó de enfatizar la validez de la Ley y los profetas.

1.2 Jesús afirma la permanencia de la Ley bajo la gracia

Jesús dijo: “Mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la Ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido”.

¿Qué fue lo que quiso decir el Señor? ¿Significa esto que todavía estamos sujetos a la observancia de la ley aun habiendo sido justificados por la gracia? ¿Qué es lo que permanecerá hasta que todo se haya cumplido? ¿A caso Cristo no cumplió la ley por nosotros?

No son preguntas que se pueden responder con facilidad. La palabra “LEY” encierra dos significados uno didáctico y otro judicial. En sentido didáctico la ley es una guía, un instructivo para el pueblo de Dios. En el sentido judicial, cuando la instrucción de la Ley no es acatada, entonces el transgresor es sancionado.

También tenemos que aclarar los dos aspectos que se abarcan en la ley, como lo son: lo moral y lo ceremonial. La ley moral abarca todos los aspectos de la conducta y de las relaciones entre los seres humanos. La ley ceremonial regula todos y cada uno de los aspectos de la religión como son los sacrificios y el sacerdocio, entre otros.

El objetivo de la Ley no es castigar, sino poner en evidencia la condición pecaminosa del ser humano y lo horrendo de tal condición y además probar la obediencia del ser humano a Dios. Hoy por hoy, este principio es confirmado en nuestras propias vidas. Como creyentes: ¿cómo es que tomamos conciencia de que nuestra vida no anda en sintonía con la voluntad de Dios? ¿Cómo es que nos concientizamos de nuestra condición pecaminosa? ¿Cómo es que cobramos conciencia de que, aun a pesar que estamos bajo la gracia, tenemos que enfrentar los juicios temporales de Dios a causa de nuestras rebeliones?

Si la ley no tuviera permanencia, no tendría ningún efecto sobre nosotros. La permanencia de la ley en este sentido, tiene que ver con los principios morales, cuyo fundamento se halla en la perfección moral del Legislador.

A través de toda la vida de la iglesia del Nuevo Testamento se siguen enfatizando los principios morales de la ley, ya no bajo la demanda de “haz esto y vivirás” sino bajo la exhortación de “andar como es digno”.

Por otro lado, Jesús también está haciendo referencia a un aspecto escatológico de la ley que todavía queda vigente bajo la gracia. La ley es también Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo. Por eso cuando Pablo dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir...” (2 Tim. 3:16) Se está refiriendo a la Ley, los profetas y los salmos.

Hoy por hoy el cristianismo sostiene esta misma posición paulina. Y ningún creyente, por muy consagrado que sea, por muy buen erudito y exegeta bíblico, está autorizado para anular la vigencia de la ley en nuestros días.

1.3 Jesús desaprueba el incumplimiento de los principios espirituales de la ley

La ley en su instauración es esencialmente tipológica y era una sombra de lo que se cumpliría en Cristo. Así que en Cristo, la tipología queda cumplida con todos sus requisitos exigidos, pero lo que no queda cumplido son nuestras responsabilidades y deberes en el cumplimiento de los principios espirituales.

El incumplimiento de los principios espirituales están contenidos en la advertencia de infringir y enseñar a otros a hacer lo mismo, y en la exhortación a practicar y enseñar, no solo con palabras sino también con el ejemplo.

El cumplimiento de estos principios no se logra meramente por lo que hacemos, sino por lo que somos. Acatar la voluntad de Dios es estar en conformidad con lo que Su ley demanda de nosotros. De modo que no hay cabida para aceptar algunas cosas de acuerdo a nuestra conveniencia.

Amados, todas las practicas de la vida de la iglesia del primer siglo, desde su nacimiento, y a través de la historia, han sido cotejadas con todo lo que la Escritura prescribe. Por eso en la iglesia del Nuevo Testamento, encontramos practicas como la oración, el ayuno, las reuniones en el templo, la cena del Señor cuyo trasfondo proviene de la pascua judía, las limosnas, el diezmo y las ofrendas.

Pero tenemos que entender una cosa. Nuestras prácticas y ceremonias cristianas no son un medio ni para ganarnos el favor de Dios, son sino un reflejo y una prueba de que nos hemos acercado a Él y hemos sido aceptados por Él.

2. La gracia es más excelente que la Ley (Mt. 5:20)

El afirmar que el creyente ya no está bajo la ley sino bajo la gracia, ha de entenderse de esta manera: el creyente ya no está bajo la ley para justificación.

2.1 La gracia justifica, la ley condena

Si la ley demanda una conformidad exacta a la voluntad de Dios bajo la amenaza de sanción, la gracia demanda fe y arrepentimiento de corazón bajo el ofrecimiento del perdón.

Es en este aspecto en donde la gracia supera a la ley. Por eso la afirmación del Señor: “Porque les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia...”

El texto griego enfatiza que la justicia a la que se refiere el Señor no es la justicia humana, sino la justicia que proviene de Dios. Así que a menos que nuestra justicia no provenga de Dios, jamás podremos entrar en el reino de los cielos.

Sabemos que tanto la ley como la gracia provienen de Dios, sin embargo, “nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley” (Ro. 3:20). La vida centrada en las obras de la ley, es una vida centrada en sí misma. En cambio, la ley de la gracia produce una vida centrada en Dios. Así el cristianismo se considera como una nueva ley cuyo centro es la fe y no las obras.

La gracia nos sitúa con relación a nuestra posición conquistada por Cristo. La ley nos pone frente al Legislador mismo. De esta manera cuando confiamos en Dios, el Legislador, nos situamos en el lugar que la ley tenía que conducirnos.

2.2 La gracia demanda mucho más de lo que la ley exige

Hay un último aspecto que no debemos olvidar. La gracia demanda mucho más de lo que la ley exige.

Si decimos y afirmamos que estamos bajo la gracia, entonces, nuestras obras no deben ser inferiores sino superiores a lo que se espera de nosotros como cristianos. Ahora vivimos más allá de la jurisprudencia de la ley. Bajo la gracia ya no es necesario matar para ser considerado homicida, basta con un insulto para quedar sujetos al juicio. Ya no es necesario que se nos encuentre en el acto mismo del adulterio, basta mirar y codiciar para haber cometido adulterio. Ya no es la venganza sino volver la otra mejilla.

Si se nos pide la capa, debemos dar también la camisa, si se nos pide caminar una milla caminemos dos, tres o cuatro, ya no es recibir sino dar con gratitud y generosidad, el odio ya no tiene cabida porque se nos pide amar y perdonar, ya no es el diezmo y las ofrendas lo que se nos pide, sino el diezmo, las ofrendas y la vida entera la que debemos consagrar a Dios.

Lo que quiero enfatizar y dejar bien claro es que la gracia no nos excusa ni tampoco minimiza nuestros deberes y responsabilidades como mayordomos; por el contrario los multiplica y nos coloca bajo una responsabilidad mayor.

Conclusión

Hermanos, los planteamientos del Señor Jesús afirman que los principios de la gracia no invalidan la vigencia moral y espiritual de la ley, en el ejercicio de nuestra mayordomía. Así como tampoco la supremacía de la gracia nos exonera de practicar y guardar lo que la ley y los profetas nos refieren.

Pablo nos recuerda que por gracia hemos sido salvados mediante la fe y no por obras para que ninguno de nosotros tenga de que jactarse delante de Dios. Así mismo nos exhorta a practicar las buenas obras que Dios dispuso de antemano para nosotros.

Iglesia Bautista Betel, Octubre 21 del 2001.

En la celebración de la campañana de mayordomía anual.