Summary: Como padres tenemos la responsabilidad de orar por nuestros hijos en todas las etapas de sus vidas

Título: Cómo orar por nuestros hijos (Parte I)

Texto: Salmo 127; 1 Samuel 1:1-11, 19-18

Objetivo: Que los oyentes lleven a la práctica la dinámica de orar por sus hijos.

Introducción:

Seguramente muchos de nosotros hemos escuchado varias predicaciones sobre el tema de la oración. Seguramente todos aquí sabemos como elevar oraciones de alabanza, de gratitud, de confesión, de intercesión. Pero, ¿sabemos como elevar oraciones por nuestros hijos?

Como padres, la mayor parte del tiempo oramos por nuestros pequeños y también por los ya grandecitos, de una forma ambigua. Cuando oramos por ellos la mayor parte del tiempo lo hacemos dentro de un contexto de crisis. No es sino hasta que nos enteramos, y eso por una tercera persona y a veces ajena a la familia, que nuestros hijos andan mal que entonces corremos delante del Señor y entonces ¡empezamos a orar por ellos!

Pensamos que porque están en el círculo de la iglesia y en contacto con la Sagrada Escritura, todo anda bien. Esta “falsa seguridad” nos lleva a bajar la guardia, a tal punto que cuando oímos algo a cerca de ellos decimos “no, si mi hijo es un cristiano”.

Voy a contarles una historia:

Un día un padre salio a pasear con su pequeño hijo. Como era verano y hacía calor, el padre se acostó debajo de un árbol mientras el niño jugaba a su alrededor. El padre se durmió y mientras dormía el niño se alejó de él. Cuando despertó lo primero que hizo fue buscar al niño.

Después de buscarlo por largo tiempo llegó al borde de un precipicio y mirando hacia abajo vio entre las piedras y los árboles el cuerpo sin vida del pequeño. Pues el niño se había caído en el precipicio.

Hermanos padres de familia: ¡cuantos de nosotros estamos confiados de que nuestros hijos están seguros! Cuantos de nosotros dormimos en lugar de orar por nuestros hijos, mientras ellos se van acercando al terrible precipicio del mundo.

A veces pensamos que nuestra responsabilidad es solamente traerlos a la escuela dominical y al culto. Pero eso no es todo. Hay un elemento importante que solamente nosotros como padres podemos activar y ese elemento es la oración.

Transición:

Como padres es nuestra responsabilidad poner en práctica la dinámica de orar por nuestros hijos en toda etapa de sus vidas. NO debemos olvidar nunca que nuestros hijos nacidos en hogares cristianos, son el blanco principal del maligno. El enemigo anda alrededor de ellos, perturbando sus vidas de diferentes maneras.

Por eso, ¡hay que orar! tomando toda la armadura de Dios para que tanto ellos como nosotros, podamos permanecer firmes contra las asechanzas del diablo.

Pero, ¿cómo podemos cumplir con esta responsabilidad? Con la ayuda del Señor y su Palabra escrita vamos a compartir dos pautas. Hoy veremos la primera de ellas:

1. Entregándolos al Señor (Sal. 127:3a)

“Los hijos son una herencia del Señor” (Sal. 127:3a)

Por lo general nuestras oraciones se enfocan en lo que nuestros hijos hacen y no en lo que son y pueden llegar a ser en las manos de Dios. A menudo nuestras oraciones son mas bien quejas que ponemos delante del Señor. “Señor, te pido por Pedro. Es muy malcriado, irrespetuoso conmigo. Te pido que lo cambies. Su desorden me tiene aburrido y cansado. Es muy perezoso, ni siquiera lava los platos. Y tu sabes Señor que yo trabajo mucho, tócale su corazón para que sea más acomedido...” y así continuamos orando, mas bien quejándonos de ellos delante de Dios.

Estas palabras que encontramos en este Salmo, nos debe conducir a ver y a tratar con nuestros hijos desde una perspectiva diferente. No todos los padres ven a sus pequeños como un don de Dios, sino que por el contrario hay muchos niños cuyos padres les han dicho “hubiera sido mejor que no hayas nacido”. Otros han procedido al aborto con el consentimiento de ambos, otros los evitan porque los consideran como un "estorbo".

Ser padres es tanto un privilegio como una responsabilidad. Ninguno de nosotros los que tenemos hijos tenemos un título universitario que nos acredite como excelentes padres. Por el contrario, debemos reconocer que en nuestro esfuerzo de ser buenos padres hemos cometido errores.

Pero, volviendo al punto que nos ocupa preguntémonos ¿qué significa eso de “entregar nuestros hijos al Señor”? Y esto es de suma importancia mis amados. Por lo general, como padres, nos enfocamos en el bienestar de nuestros pequeños, tratamos por todos los medios transmitirles los altos valores cristianos, nos esforzamos en reunirlos para tener un tiempo con el Señor, oramos con ellos y por ellos, ¿no es cierto?

Pero, ¿los hemos entregado al Señor? ¿Qué significa esto? Definamos primero lo que significa entregar. Entregar: significa poner en manos o en poder de otro a una persona o cosa. Ponerse en manos de otro sometiéndose a su dirección, declarándose vencido o sin fuerzas para continuar el trabajo.

Ahora veamos el ejemplo bíblico en 1 Samuel 1:27-28 (NVI): “Este es el niño que yo le pedí al Señor, y él me lo concedió. Ahora yo, por mi parte, se lo entrego al Señor. Mientras el niño viva, estará dedicado a él”

“...yo, por mi parte, se lo entrego al Señor” ¡Esta es la clave cuando oramos por nuestros hijos! Aquí hay una bella enseñanza enfocada en tres breves palabras “es el niño que yo le pedí al Señor... él me lo concedió... ahora yo... se lo entrego al Señor”. A menudo decimos que nuestros hijos nos han sido prestados, pero en la práctica no es así.

Cuando los entregamos al Señor estamos reconociendo nuestra incapacidad como padres y al mismo tiempo, solicitamos la intervención divina en sus vidas y en las nuestras. Por eso, nuestras oraciones por nuestros hijos deben de comenzar con una entrega a Dios en vez de una queja.

Hermanos, nuestros hijos están rodeados de toda clase de influencias malévolas que no solamente atentan contra su vida espiritual sino la física también. Aquí habemos muchos padres cuyos hijos están en el período de la adolescencia. El más peligroso y vulnerable en la mayoría de los muchachos. Para ellos es el tiempo de las ilusiones, los sueños, rebeldías, cambios físicos, definición de la profesión, y por supuesto el tiempo de las amistades.

Pero para los padres es el tiempo de mayor preocupación y vigilancia. Es el tiempo de los conflictos entre padres e hijos. Hoy padres cristianos fieles y ejemplares sufren por sus hijos. Lloran por sus muchachos que han abandonado el hogar, por las hijas que han salido embarazadas antes de casarse, por los que se involucran en las drogas, el sexo o actividades de ocultismo. Seguramente algunos de los presenten estarán pensando que me estoy refiriendo a la gente que no conoce a Cristo. Pero no mis amados, lo que he mencionado anteriormente está latente en los hogares de algunos de nuestros padres cristianos.

Por eso ¡debemos entregarlos al Señor! Desde antes, durante y después de su nacimiento. Por eso es muy importante que tomemos en serio el acto de presentación de nuestros niños al Señor. Este es un acto que va más allá de ser un rito religioso. Es significativo porque presentamos a nuestros hijos a Dios como lo que verdaderamente son: un regalo de Dios.

La entrega que Ana y Elcana hicieron delante del Dios era completa e irrevocable. Envolvía un elemento importante: FE. Y, ¿qué podemos decir también del ejemplo de Abraham y su hijo Isaac? Veamos lo que nos dice la Biblia en Génesis 22. Creo que esta es la prueba de fe más grande que padre alguno haya tenido que enfrentar con respecto a su hijo.

¿En dónde está la clave? “Los hijos son una herencia del Señor” Hermano padre y madre, ¿has entregado completa e irrevocablemente tus hijos al Señor? Muchas veces la situación de un hijo se encontrará totalmente fuera de nuestro alcance. Muchas veces usted y yo nos hemos preguntado ¿cómo puedo ayudar a mi hijo a pasar este momento difícil? La respuesta nos la da la Palabra inspirada por Dios: “Los hijos son una herencia del Señor” (Sal. 127:3a) “Este es el niño que yo le pedí al Señor, y él me lo concedió. Ahora yo, por mi parte, se lo entrego al Señor. Mientras el niño viva, estará dedicado a él” (1 Sam. 1:27-28 NVI).

Conclusión:

Dedicar nuestros hijos a Dios significa que no solamente dependemos del Señor para que nos ayude a criarlos, sino que los aceptaremos tal y como Dios los ha creado.

Es hora de dejar de luchar en nuestras propias fuerzas y permitirle al Señor que nos enseñe a saber cómo orar por nuestros hijos.

Si el Señor no edifica la vida de nuestros hijos, en vano nos esforzamos. Si el Señor no cuida de nuestros hijos en vano nos desvelamos y preocupamos.

El Señor Dios todopoderoso estará siempre al lado de nuestros hijos. Porque “nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios” (Sal. 20:7b NVI).

El próximo domingo hablaremos de los amigos de nuestros hijos. Otro gran motivo para orar por ellos. Y me gustaría que todos los padres traigan a todos sus hijos, sean grandes o pequeños. Porque vamos a tener un acto de dedicación.

Iglesia Bautista Betel. Domingo 19 de Mayo de 2002.