Summary: Reflexión acerca del orgullo y la humildad basadas en la parábola del fariseo y el publicano

LA PARÁBOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO

LUCAS 18:9-14

INTRODUCCIÓN

· Me encantan las historias bíblicas. Y no sólo a mí, creo que a muchos que nacimos y crecimos en el evangelio las historias bíblicas han sido una fuente hermosa de enseñanzas que nos acompañan hasta hoy: David y Goliat; Elías; José; Moisés contra los israelitas en el desierto, el arca de Noé, etc.

· Sin embargo, existen algunos inconvenientes con todas las historias, y esto incluye -sobre todo- a las bíblicas. En la casa tenemos algunas películas que las niñas han visto más de 10 veces. Y cada vez que me siento a verlas, me paso regañándolas porque ya se conocen tan bien la película que hasta se han aprendido los diálogos de los personajes. En otras palabras se vuelve totalmente predecible la siguiente escena. Y aparentemente, la emoción de no saber cuál es el siguiente episodio que se va desvaneciendo hasta perderle la emoción de disfrutarla como si fuera la primera vez que la vemos. Y esto es especialmente cierto al leer de nuevo las narraciones de la Biblia: ya sabemos cuál es el fin.

· Creo que debemos de poner más empeño y esforzarnos por revivir la emoción de escucharlas de nuevo para volver a disfrutar de su efecto sorpresivo como cuando la contó Jesús por primera vez. Ese es el caso de la parábola que tenemos frente a nosotros.

DOS PERSONAS

1. Un fariseo. Un hombre respetado por sus conocimientos, eran hombres considerados como los más ortodoxos en la interpretación de la ley (rectos en doctrina, conservadores); eran celosos de guardar y hacer guardar la ley. Había como 6 mil fariseos en la época de Jesús. Su fama y reputación eran muy apreciadas hasta antes de la aparición de Jesús, quien fue el que los exhibió públicamente por su hipocresía.

2. Un publicano. Este era un hombre totalmente opuesto al fariseo. Como se les acusaba de traicionar al pueblo judío por recaudar impuestos para entregarlos al imperio de Roma se encontraban en el último lugar de popularidad y junto con los gentiles eran de las personas más repudiadas en la sociedad, pues eran extorsionadores, y se aprovechaban de su puesto para exigir más dinero. Recuerden que Jesús al hablar del último paso en la disciplina de la iglesia, dice que al que insiste en pecar hay que considerarlo como gentil y publicano.

3. Estos son los personajes de esta narración. CLARO: Hoy sabemos de antemano quién es el “malo” y cómo termina este cuento, pero cuando Jesús relató esta parábola nadie se imaginó el desenlace inesperado que tendría, y que los dejó en shock. Imagínese que en lugar del fariseo mencionemos a un eminente profesor del seminario y en lugar del publicano mencionemos a un narcotraficante o un secuestrador sanguinario. El impacto sería muy fuerte, similar al que tuvo lugar en la mente de los que escuchaban las palabras de Jesús.

4. Jesús nos presenta, pues, de manera intencional a dos hombres totalmente opuestos en costumbres, en prestigio, en profesión y al final de cuentas opuestos en su condición ante Dios.

DOS ORACIONES

Estos hombres subieron al templo a orar. Tal vez era la hora señalada para la adoración, o no; Lo importante es que cada uno de los dos estaba dirigiéndose a Dios en oración. Y es en el contenido de la oración de ellos donde Jesús nos descubre su propósito al usar esta parábola.

1. La oración del fariseo. Leamos de nuevo:

11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.

a. Llama la atención a simple vista que su oración está dividida en dos partes: una parte negativa y la otra positiva.

b. En la parte negativa él relata lo que no hacía: no era ladrón, injusto, adúltero, y mucho menos como aquel publicano, que seguramente advirtió su presencia. Tal vez llegó después. Me parece que este hombre tenía una buena memoria de sus éxitos en su caminar con Dios. Él enlista los pecados que según él no había cometido. Al menos, en la fachada este hombre se veía respetable y honorable ante los ojos de los demás.

c. En la parte positiva, él menciona las prácticas buenas que practicaba como buen celoso de guardar la ley. Nos muestra cuáles eran los hábitos piadosos, sus virtudes que lo distinguían de los demás “pecadores”: ayunar dos veces y diezmar de todo parecen ser ejemplos difíciles de cumplir para los que estamos en este lugar. Ciertamente este hombre parecía ser temeroso de Dios, y estaba seguro de poderlo comprobar con cantidades y fechas exactas.

d. El fariseo se sentía orgulloso de lo que hacía y de lo que no hacía, porque estaba alabando su propio poder para obedecer lo que Dios exige. Al mirar las faltas de los demás, su confianza en sí mismo iba creciendo más y más.

e. Pero notemos cómo empieza esta serie de autoalabanzas: Te doy gracias…El fariseo estaba agradecido con Dios…pero por su justicia personal. Estaba diciendo: Qué bueno que no soy igual a esta gente; yo soy diferente, pues yo sí cumplo. No mencionó que gracias al poder de Dios, podía vencer la tentación; él sólo tenía ojos para admirar sus propias justicias.

f. La oración del fariseo nos revela el peligro de vivir aparentemente de manera correcta y justa, pero vacía de Dios, sin la gracia y la misericordia de Dios para obedecerle, lo cual conduce como consecuencia el orgullo propio y el sentirse mejor que los demás.

2. La oración del publicano.

13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.

a. A diferencia total del fariseo este hombre se mantenía a la distancia, lejos del altar, pues tal vez así entendía que se encontraba en su relación con Dios. Apenas estaba a una distancia mínima del templo. Quizá apenas unos pasos hacia dentro del templo. Ni siquiera se atrevía a alzar los ojos para orar, lo cual nos indica que muy probablemente esta era la postura del fariseo al orar. El publicano estaba tan afligido y tan consciente de su condición de pecador que estaba lejos y con la cabeza agachada en señal de su convicción de estar a merced del castigo de Dios.

b. “Sé propicio a mí que soy pecador”. Otra manera de entender lo que decía era: “Ten piedad, ten misericordia, aplaca tu ira contra mí”. Sus palabras reflejan la condición de su corazón: lo único que se atrevía a decirle a Dios era una súplica de misericordia y piedad. Este hombre se veía a sí mismo como perdido, imposible de escapar de la ira de Dios. Estaba plenamente consciente de su verdadera condición ante Dios: perdida, a merced de su perdón, misericordia y gracia.

c. Aunque seguramente había hecho cosas buenas, para el publicano no era el momento para repasar sus éxitos morales, no menciona nada en su favor, no confía en nada que él mismo pudiera hacer; solamente se estaba refugiando en la misericordia de Dios.

DOS RESULTADOS

14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro

1. El final inesperado y la lección que enseña Jesús es de entenderse: El hombre que se acercó a Dios para recordarle sus buenas obras fue rechazado simplemente por haber pensado que es posible comprarle su favor. Todo aquel que confía en todo lo bueno que puede hacer para agradar a Dios es rechazado pues hace a un lado la gracia de Dios.

2. El hombre que se acercó a confesarle a Dios su incapacidad para agradarlo y para pedir su misericordia fue justificado precisamente por ello; por haber confiado únicamente en la gracia y misericordia de Dios.

LA ADVERTENCIA:

…porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

1. Confiar en la justicia propia, en los mejores actos de bondad, es tomado por Dios como un acto de exaltación, de enaltecimiento personal a costa de la gloria de Dios en la obra de salvación. Al jactarnos de nuestras buenas obras estamos despreciando la obra de Cristo por nosotros. Estamos declarando que somos nosotros nuestros propios salvadores y que no necesitamos de Cristo. Esto es algo que Dios no puede tolerar.

2. Es muy fácil dejarse arrastrar por esta misma actitud del fariseo, por ejemplo, cuando estamos convencidos de que:

· Que creemos las doctrinas correctas

· Leemos los libros cristianos correctos

· Practicamos las disciplinas correctas de una vida cristiana correcta

· Estamos involucrados activamente en algún ministerio cristiano, y que no vamos sólo a calentar banca.

3. Quizá hemos comenzado a creernos muy justos con respecto a nuestra vida cristiana, pues al observar la sociedad que nos rodea vemos una inmoralidad descarada: avaricia, libertinaje, homosexualidad, etc. de esos pecados que llamamos escandalosos. Y como no nos sentimos culpables de esas formas groseras de pecado. Empezamos a sentirnos bastante buenos en nuestra vida cristiana. Y ese fue el defecto fatal del fariseo: creerse justo por sí solito, lo cual, a través de esta parábola de nuestro Señor, hoy ha venido a ser el ejemplo clásico del orgullo religioso y de la autocomplacencia.

4. Por el contrario, el publicano estaba dolorosamente consciente de su condición de pecador. No sólo le pedía perdón por ciertos pecados, sino que estaba implorando misericordia por SER pecador. En el idioma original, el texto dice “Dios, ten misericordia a mí, EL pecado. No se comparó con otros de manera favorable; ni siquiera se comparaba con nadie en absoluto. No le preocupaba medirse con ninguna persona, sino le preocupaba el no estar a la altura de un Dios santo, recto y justo. Y al darse cuenta de que se encontraba solo con su pecado delante de Dios, suplicó por misericordia. Acercarse a Dios tomando en cuenta nuestra propia condición perdida, y con la única petición de recibir su perdón y su misericordia es tomado por Dios como un acto de humillación que Dios aprecia.

5. “Humillaos bajo la poderosa mano de Dios para que él os exalte cuando fuere tiempo.”

CONCLUSIÓN

· ¿Dónde están basadas sus esperanzas para la vida eterna? ¿Esta Ud. secretamente basándose en la falsa esperanza de lo que Ud. está haciendo para Dios? Tenga mucho cuidado, pues

a. Esta confianza no está basada

· en el testimonio interno del Espíritu,

· ni tampoco es resultado de una vida temerosa de Dios,

· sino en la creencia equivocada de que no merecer ser castigados

i. por creer que no ha hecho tanto mal

ii. por creer que Dios es tan bondadoso como para enviar a uno al infierno.

iii. por creer que ha hecho mucho bien al prójimo

b. Sentirse seguro de ser salvo no es lo mismo que ser salvo. No se olvide del fariseo de esta parábola, dirigida a unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros; Recuerde Prov. 14: 12 Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte.

Pero más de una persona pudiera pensar: “Pero esta parábola no se aplica a mí. Yo ya soy salvo por la fe en Cristo. He sido bautizado en esta iglesia, así que no tengo que ver con esta advertencia”.

No perdamos de vista que esta parábola fue dirigida con dedicatoria especial a “Unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros”.

· Jesús está tratando con la experiencia de sentirse orgulloso por la justicia personal, por tus logros morales y espirituales, del orgullo por cumplir lo que la ley de Dios establece. Pero la conducta de este tipo de personas refleja que esta confianza está desprovista de la gracia y de la justicia de Dios y en su lugar se encuentra el esfuerzo y el mérito personal.

· Esta confianza personal los había llevado a despreciar a otros que a diferencia de ellos no estaban cumpliendo con las exigencias de la ley. Tal vez estaban contentos de que hubiera este tipo de personas, para que así pudieran sentirse mejor que ellos o la gente pudiera reconocerlas como gente intachable.

· Nuestro error consiste en la forma en que hemos definido al pecado. Generalmente lo hemos descrito en sus formas más obvias: formas en las que no somos culpables. Como decía uno de mis maestros en el seminario: los 10 pecados en la lista de los cristianos: Uno: adulterio, Dos fornicación, etc. Robos, secuestros, violaciones, narcotráfico, etc. Claro. Así es fácil no considerarse culpables.

· Pero como menciona un autor: nuestro problema no radica en esos pecados escandalosos, sino en lo que él llama pecados refinados: pecados que cometemos la gente buena, sin perder los lugares o el buen nombre que tenemos en la iglesia o ante los ojos de los demás:

o Juzgar, criticar ante los demás

o Chisme,

o Resentimiento

o Amargura

o Espíritu no perdonador

o Impaciencia

o Irritabilidad

o Envidia por logros de los demás

o Egocentrismo

o Lascivia o lujuria

o Ambiciones egoístas

o Amor al poder, a los elogios

o Espíritu independiente, sin comprometerse

o Manipulación para nuestro propio fines y beneficio

o Indiferencia ante el bienestar temporal o eterno de los que me rodean

o materialismo

· Veamos la gravedad del pecado como la ve Dios. No tomemos el pecado escandaloso o refinado a la ligera

· Honestamente ¿cómo se siente en su caminar en la vida cristiana? ¿Se siente mejor que los demás? Píenselo y medítelo en el fondo de su corazón. Tal vez

en secreto no se así.

· Ojalá que su oración al levantarse sea: Dios, ten misericordia de mí que soy pecador.