Cuentan que un hombre llegó a quejarse con el millonario Rothschild:

—No es justo —dijo el hombre— que un hombre tenga millones y millones de dólares, mientras que su vecino casi no tiene nada en lo absoluto.

Rothschild llamó a su secretario y le pidió que sacase la cuenta de cuanta era su fortuna. Mientras el secretario estaba haciendo esto, el banquero consultó un almanaque para saber cuanta gente había en el mundo.

Cuando su secretario le dio la cantidad, el banquero millonario hizo algunos cálculos por un momento y le dijo a su secretario:

—Déle a este hombre tres centavos. Es la parte de mi fortuna que le toca.