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Summary: Soy testigo. Tengo el privilegio de creer y sufrir por Cristo.

Testigos preparados para sufrir

Intro: Recuerdo que cuando era niño y veía ciertos comerciales de la televisión, pensaba que lo que mostraban era literalmente cierto. Por ejemplo, cuando anunciaban aquellos muñecos de acción que se les veía entre la selva o tirándose desde un avión en su paracaídas, yo pensaba que si los comprabas tendrías ese tipo de aventuras al jugar con ellos. O bien, cuando veía que echaban el detergente “Ariel” a una cubeta, yo pensaba que aquello del “chaca chaca” ocurría en verdad cuando el detergente tocaba el agua de la cubeta; o que si te bañabas con el jabón “Zest” de inmediato quedabas nuevamente energizado porque “Zets te vuelve a la vida porque sí limpia y refresca”. En fin, era yo víctima fácil de la publicidad “engañosa”. Y es que este tipo de publicidad muestra su producto logrando resultados que en verdad no son automáticos ni literales y los usuarios crédulos lo descubren, para su decepción, demasiado tarde cuando ya han desembolsado cierta cantidad de dinero pensando que adquirían un producto excepcional.

Este es el último sermón de la serie “Testigos” y queremos terminar subrayando el hecho de que la Biblia no nos da ese tipo de “publicidad engañosa” respecto a la naturaleza e implicaciones de ser testigo de Cristo en la tierra. La Biblia habla de una manera muy sincera y realista de lo que puedes esperar y de lo que implica confesar a Cristo como el Señor de tu vida y de vivir como su testigo. La Biblia no te pinta un panorama ilusorio o engañoso con tal que “muerdas” el anzuelo para luego descubrir, para tu decepción, de que las cosas no eran como te las pintaban.

Consideremos algunos ejemplos de la claridad con la que la Escritura habla del tema:

Mateo 16:24 NVI: Luego dijo Jesús a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme.

Mateo 5:11-12 »Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes.

1 Pedro 4:12-13 Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito. Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo.

Estos son simplemente algunos ejemplos. La Biblia con palabras inequívocas nos enseña que ser testigo de Cristo implica sufrir por causa de él desde insultos, persecuciones, calumnias, pruebas e incluso morir por él. Aquí no hay publicidad engañosa. Es realista y literal, ser testigo de Cristo tiene implicaciones claras.

Pero mira el aliciente que se nos da. Cada vez que la Escritura habla de los padecimientos por Cristo lo hace usando a la vez términos tales como Dichoso, bienaventurado, Alégrate, ten por sumo gozo y palabras similares. El sufrir por Cristo es presentado en la Biblia como un privilegio, como un alto honor, como causa de gozo y alegría. Mira como lo pone el Apóstol Pablo en Filipenses 1:29: Porque a ustedes se les ha concedido no sólo creer en Cristo, sino también sufrir por él.

Nota la palabra que usa: se les ha “concedido”. Si algo se te concede es porque es un privilegio tenerlo. No a cualquiera se le “concede” algo. ¿Y qué se nos ha concedido? Dos cosas que van juntas: 1. Se nos ha concedido creer en Cristo y 2. Se nos ha concedido, también, sufrir por él. La fe en Cristo y el sufrir por Cristo forman parte del mismo “paquete” el cual tenemos el privilegio de portar como testigos del Señor. Por eso este día debemos salir de este lugar con esta idea muy clara: Soy testigo. Tengo el privilegio de creer y sufrir por Cristo.

Estas palabras vienen de un hombre que vivió al extremo esta verdad. El apóstol Pablo entendió su identidad y vivió las implicaciones de ésta. Sabía que era testigo no tan sólo por creer, sino también por padecer por Cristo.

En el libro de Hechos se nos narran varios de los episodios de su vida que los vivió como testigo de Cristo. Uno de ellos lo encontramos en el capítulo 16 del libro de Hechos.

Pablo y Silas estaban en su segundo viaje misionero yendo por varias regiones del mundo gentil. Quisieron entrar a la provincia de Asia, pero no les fue permitido por el Señor. Intentaron en otra región, la región de Bitinia, pero tampoco les fue permitido por el Espíritu Santo. Esto es muy interesante porque en estos pasajes no es Satanás quien impide la predicación en estas regiones, sino el mismo Dios, en su inmensa sabiduría y propósito, no permite que ellos predicaran en esas regiones. Y así llegan, por una visión que tuvieron, hasta la región de Macedonia y en específico a una provincia romana llamada Filipos.

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