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Summary: Haz lo que Dios pide te pide; Él se encargará del resto

Atrévete a servir

Intro: El otro día estaba en el parque caminando cuando me llamó la atención la interacción de una madre con su hijo pequeño como de tres años. Estaban en el área de juegos infantiles y el niño quería cruzar el pasa manos. Lo intentó solo, pero no pudo. La mamá entonces, lo montó en su espalda, de tal manera que el niño sólo tenía que mover sus manos de un barrote a otro sin soportar su peso realmente. La mamá lo animaba para lo hiciera: “Tú puedes”. Pero de todas maneras, el niño acabó llorando, sobre la espalda de su mamá, diciendo: “No puedo”. Aunque ese niño tenía todo a favor para lograrlo, su temor, su falta de confianza, lo paralizó y no logró hacer lo que se proponía. Si tan solo hubiera entendido bien que lo único que tenía que hacer eras tomar un barrote, y luego y luego otro, confiando en que su mamá estaría sosteniendo su avance por el juego, seguramente hubiera acabado con una sonrisa en el rostro, por haber logrado su meta.

Este incidente me hizo pensar en mi vida y en las oportunidades que he tenido de hacer cosas para Dios y que he dejado ir por mi temor, por desconfianza, a veces por desidia o por indiferencia. Aunque tenía toda la ayuda de Dios para lograrlo, me paralice a la hora de la hora, y dejé escapar la oportunidad. Quizá una oportunidad de servir, de ayudar, de mostrar el amor de Dios, de imitar el carácter de Cristo en alguna relación, en fin, de todas aquellas cosas que Dios pide que hagamos.

Pero pienso que también a ti te ha pasado algo semejante. Quizá alguien te ha invitado a participar en algún servicio para Dios, dirigir un grupo pequeño, desarrollar un nuevo ministerio, dar clase a niños, apoyar con los jóvenes, colaborar en Mundo S, participar en algún apoyo o ayuda de algún necesitado, pero te sientes inadecuado, incapaz, falto de preparación. Y por lo mismo, has dejado ir estas oportunidades, a veces sin siquiera considerarlas en serio. Para ti y para mí, que nos paraliza nuestro temor, nuestro sentido de incapacidad a la hora de decidir si participaremos o no en algún servicio o acción para la obra de Dios, hoy día de ánimo. Yo quiero animarte diciéndote: “Haz lo que Dios te pide; Él se encargará del resto”

La historia de Nehemías y la reconstrucción de los muros de Jerusalén es un buen ejemplo de esta verdad espiritual. En el capítulo 2 del libro de Nehemías se nos muestra de una manera vívida cómo funciona este principio espiritual. Recordemos que Nehemías era el copero del rey persa artajerjes. Ser un copero en esos días era un puesto de suma confianza de parte de los reyes. Ellos eran los que probaban los alimentos y las bebidas de los reyes antes de que estos los ingirieran. Si estaban envenenados pues los coperos morían. El rey confiaba su vida en sus coperos. Todos los días ellos estaban delante del rey.

Recordemos también que Nehemías desde que escuchó acerca de cómo estaba la ciudad de Jerusalén (sus muros y sus puertas destruidas) no pudo tener reposo del alma, sino que estuvo orando y ayunando. No pudo ser indiferente a la necesidad. Estaba esperando una oportunidad para hacer algo al respecto.

Ahora bien, en el capítulo 2, la historia continua diciendo así: (v.1-2a) “Un día, en el mes de nisán del año veinte del reinado de Artajerjes, al ofrecerle vino al rey, como él nunca antes me había visto triste, me preguntó: —¿Por qué estás triste? No me parece que estés enfermo, así que debe haber algo que te está causando dolor”.

Cuando Nehemías se enteró de la situación de Jerusalén fue en el mes quisleu, el equivalente a nuestro diciembre, y ahora era el mes nisán, el equivalente a nuestro abril. Habían pasado cuatro meses en los que estuvo preparándose en oración, planificación, ayuno, visión, etc. esperando una oportunidad para hacer algo para Dios y su pueblo.

El rey notó algo fuera de lo común en Nehemías. Todos los días lo veía, pero ese día notaba algo totalmente fuera de los común, visiblemente estaba triste y le pregunta al respecto.

Nehemías nos reporta: v. 2b “Yo sentí mucho miedo”. ¿No te ha pasado algo así? Estás esperando una oportunidad, o se te presenta una oportunidad para hacer algo que Dios pide…y cuando se presenta…por unos segundos, sientes la tensión, sientes la presión, sientes temor….y piensas: ¿lo hago? ¿No lo hago? ¿Lo hago? ¿No lo hago? Muchos de nosotros nos hemos paralizado en esos segundos y dejamos ir la oportunidad pero no fue lo que hizo Nehemías.

El aprovecha la oportunidad y le expresa el motivo de su tristeza: “la ciudad donde están sepultados mis padres está en ruinas y sus puertas están destruidas” Su temor no era para menos. No sabía cómo respondería el rey. Había un decreto que no se reconstruyera Jerusalén a menos que el rey lo ordenara. Nehemías sabía que el rey se podía enojar con su petición y que no había comisión de derechos humanos en aquella época y que ese enojo le podía costar inclusive su vida, mucho más su vida cómoda y de privilegios.

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