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Summary: To get to know the Father’s love and understand that salvation is not the priviledge of a few, that God does not exclude anybody who surrenders his life to Him.

Sermón – El amor del Padre

Lucas capítulo 15

Introducción

En el verano de 1975, cuando mi esposa y yo hacíamos obra misionera en Oporto, Portugal, fuimos a Madrid, España, un verano donde participamos de un congreso de las iglesias de Cristo de Europa. En Madrid nos encontramos con varios amigos que vinieron de los Estados Unidos para el Congreso. Una noche caliente salimos en búsqueda de un restaurante en aquella capital y alguien sugirió que fuéramos al famoso El Botín, ubicado cerca a la Plaza Mayor de aquella ciudad. Como teníamos que esperar una media hora por la mesa, decidimos caminar un poco en la Plaza y convivir con nuestros queridos hermanos. No tardamos en dividirnos en dos grupos y mi esposa estaba con el grupo que iba adelante. Mientras disfrutábamos de agradable conversación Paulo, nuestro hijo de cinco años, se divertía mirando a las personas que también disfrutan de la noche caliente.

Al llegar al restaurante nos dimos cuenta que Paulo se había apartado de nosotros. Pronto nos dividimos en tres grupos y empezamos la búsqueda. No tardamos encontrarle en una calle adjunta a la Plaza Mayor, llorando por haber visto un perro enorme que le hizo huir y apartarse de nosotros. Cuando le encontramos fue una fiesta, una celebración, por haber encontrado al niño perdido. Luego le llenamos de besos y prometemos jamás perderlo de vista o ignorar su presencia. Esta es una pequeña muestra de la celebración que hay en el cielo cuando alguien decide entregarse a Dios.

Hay en el capítulo quince de Lucas tres anécdotas, o parábolas que nos ayudan a conocer el amor del Padre Jehová y también nos auxilian a entender que la salvación del alma no es un privilegio de algunos, sino que Dios no excluye a nadie.

Al murmurar que Jesucristo convivía con pecadores y hasta comía con ellos, los fariseos encontraron en el Maestro algo de que le podían acusar. Al decir que Jesucristo comía con pecadores, querían decir que el Señor les aceptaba como discípulos. Y eso molestaba a los doctores de la ley.

Con las tres historias del capítulo 15 de Lucas, Jesucristo contrasta la aceptación del Padre a la exclusividad de los fariseos. También el Señor enseña que Dios quiere mucho más nuestra salvación que nosotros mismos y está dispuesto a arriesgar todo para que nos salvemos. El pasaje demuestra que a Dios no le gusta nada perdido. Pasemos a la primera historia.

La oveja perdida

El Maestro empieza su historia con algo que ofendió a los fariseos y saduceos, al compararles con un pastor, ya que pastor era la profesión de menos prestigio en la época. Luego menciona algo prepostero que era un pastor abandonar las ovejas que estaban bajo su responsabilidad, en un campo abierto mientras buscaba la oveja que se había perdido. Ningún pastor responsable haría tal cosa salvo en rara emergencia, pues arriesgaba perder las 99 que se quedaron expuestas a los lobos y los ladrones. Sin embargo, el pastor de la parábola de Jesucristo tenía tanto amor por sus animales que arriesga perder todo para salvar la oveja descarriada. Lo que hace ese pastor tan diferente es que el pastor de la anécdota de Lucas 15 es Dios.

La historia llega a su auge cuando el pastor encuentra su ovejuela. En vez de golpearla por haberle causado tantos problemas y presentar tantos riesgos, el pastor, con un gesto de ternura, la pone en sus hombros y la regresa al redil. Luego, el pastor comunica su gozo a sus amigos y vecinos que con él se alegran por haber encontrado la oveja. Parece que la primera historia no convenció a los doctores de la ley, lo que hace que el Señor cuenta la segunda:

La moneda perdida

Nuevamente el Maestro menciona algo que no tenía mucha importancia, como una moneda de plata, como para limpiar toda la casa para encontrarla. Una moneda de plata o una dracma, moneda griega, era el equivalente a un denario, en moneda romana. Un denario era el sueldo de un día en Palestina en el primer siglo, según Mateo 20:2. Es importante notar que fue con treinta monedas de plata (denarios) que Judas vendió su dignidad, al entregar a Jesucristo a los romanos.

Volviendo a la historia de la moneda perdida, debemos mencionar que una casa en Palestina tenía una pequeña puerta y casi nunca tenía ventanas, lo que hacía la búsqueda de la moneda aun más difícil. Sin embargo, la mujer buscó la moneda y no descansó hasta encontrarla. Igual que el pastor de la primera historia, al encontrar la moneda perdida hay mucha fiesta.

El hijo prodigo

Esta es la tercera parábola que usa el Señor para enseñar una lección. El joven pide a su padre la parte de la herencia que le tocaba para salir de la casa e ir a una tierra distante. Mientras tenía dinero no le faltaban los “amigos”. Su herencia la malgastó en pecados (vs. 30). Al acabar el dinero, se fueron los amigos y dice el Señor que nadie le daba nada. Cuidar a los cerdos para un judío era un empleo vergonzoso, pues, según la ley de Moisés, el cerdo es un animal inmundo.

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