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Summary: ¿De qué nos sirve un pastor de ovejas hoy en día? Mucho.

¿Han visto los nuevos comerciales para celulares? Los con el pastor de ovejas. En esos comerciales, un pastor de ovejas, un símbolo de tiempos ya pasados, conduce a su rebaño tranquilamente por el campo, cuando de repente saca su celular y empieza de hablar. Una paradoja como esa sirve como buena forma de publicidad: el pasado se encuentra con el presente.

Bueno, escuchamos frecuentemente aquí en la iglesia como Jesucristo es nuestro Buen Pastor, ¿verdad? Y como nosotros somos sus ovejas. Es un mensaje consolante, tierno y bueno para contar a los niños, pero en el siglo 21, ¿de qué nos sirve un pastor de ovejas? En un mundo de celulares, el internet y armas nucleares, ¿en qué nos puede ayudar un pastor de ovejas? Bueno, hoy vamos a ver que Jesús nuestro Buen Pastor no está tan anticuado, sino que realmente es un pastor para el siglo 21, porque trata con los problemas del siglo 21 y porque conduce a ovejas del siglo 21. Entonces, escuchemos las palabras de nuestro pastor del siglo 21 que él habló hace dos mil años en el siglo uno. Leemos de San Juan capítulo 10...

I. Trata con problemas del siglo 21

En el invierno hace mucho frío en Jerusalén. Vientos congelados del noroeste explotan por las montañas de Judea en las cuales está ubicada Jerusalén. En el texto para esta mañana, Cristo se encuentra en Jerusalén precisamente en diciembre, en el invierno, para la fiesta de Dedicación, lo que se llama actualmente Hanukkah, la fiesta de luces. Y según su costumbre, Jesús frecuentaba el templo, la casa de su Padre. Y entonces, un día frío de diciembre, el día del texto para esta mañana, Jesús se encontraba en lo que se llama “el pórtico de Salomón”, un lugar que proveía refugio de los helados vientos invernales.

Cuando de repente entró un frío, un odio, un ataque de los líderes judíos. Con el deseo de atraparlo en sus palabras, preguntaron a Jesús: ¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Querían que Jesús dijera que era el Cristo, o sea, el Mesías, el Salvador prometido en el Antiguo Testamento, el Hijo de Dios. Porque con tal confesión ellos podrían condenarlo de blasfemia y matarlo. De hecho fue precisamente ese cargo con que condenaron a Cristo la noche antes de que murió: que él dijo que era el Hijo de Dios.

Pero en ese momento Cristo simplemente respondió: Os lo he dicho y no creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí. Los milagros y la vida perfecta de Jesús, su forma de enseñar con autoridad, o sea, sus “obras”, testificaron a su verdadera identidad: era el Cristo, el Hijo de Dios. Pero los líderes de los judíos no lo querían aceptar.

¿Saben que hoy en día parece ser que todos quieren saber quién realmente fue Jesucristo? Periódicos, revistas, programas de la televisión: todos han tenido reportajes en busca del “verdadero Jesús”. ¿Quién fue este hombre que influyó tanto a la historia mundial? Se escuchan muchas respuestas: un profeta, un maestro, un mito, un mago.

Pero, ¿qué nos puede ofrecer ahora en el siglo 21 un maestro o mago quien vivió hace dos mil años? La verdad: no mucho. Pero que no seamos tan presumidos de dar nuestras propias opiniones en cuanto a quién es Jesús, sino dejemos que él y su Palabra nos digan. El versículo 30 del texto nos dice que Jesús y su Padre son una sola cosa, o sea, que Jesús es verdadero Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios santo y perfecto.

Y entonces, Jesús es más que un profeta o maestro, es Dios y sus obras lo prueban: cambió agua en vino, sanó a muchas personas, alimentó a miles de personas con unos pocos panes y pescados...son las obras de un Dios todopoderoso. Su vida perfecta de amor en que nunca pecó ni una vez, en que nunca volvió mal por mal, sino siempre perdonó...solamente un Dios perfecto puede llevar tal vida. Y lo que vimos hace tres semanas lo prueba más que cualquier otra cosa: la resurrección de Jesús. Solamente Dios tiene tal poder sobre la muerte.

Y este Dios/Hombre, nuestro pastor para el siglo 21, trata con problemas del siglo 21. El sabio rey Salomón dijo que no hay nada nuevo bajo el sol, o sea, que los problemas principales que afectaban la vida de esos judíos hace dos mil años son los mismos problemas que nos acosan hoy en día: la decadencia de la sociedad, el menosprecio de los votos matrimoniales, el estrés, una actitud de indiferencia hacia Dios, guerras, dictaduras, cada persona haciendo lo que quiere. ¿Suena familiar? Los problemas son los mismos porque la naturaleza pecaminosa no ha cambiado.

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