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Summary: Aunque tenemos una cita impostergable con nuestro enemigo la muerte, no marca el final para nosotros porque Jesús es la resurrección y la vida.

Las últimas cosas: Muerte

Recuerdo que en esa ocasión mi papá fue por nosotros a la escuela. Yo estaba en alguno de los últimos años de mi primaria. Me pareció extraño que mi papá fuera por nosotros, normalmente, era mi madre quien iba por nosotros a la escuela. En aquella ocasión, desde que subí al carro lo noté más serio y callado de lo normal.

Tan pronto como se puso en marcha el carro, nos comentó: “vamos a ir a casa de su abuela. Su abuelito ha fallecido”. Sabíamos que había estado delicado de salud, pero no alcanzaba a dimensionar el significado de esa frase.

Cuando llegamos a la casa, todos estaban muy callados y con los ojos llorosos y todos nos abrazábamos. Y allí estaba aquel viejecito juguetón con quien convivíamos rigurosamente cada domingo a la hora de la comida, después de la actividad de la iglesia, pero en esta ocasión yacía inmóvil e inerme. Esa fue mi primera experiencia personal cercana con la realidad de la muerte.

Y ahora, décadas después, de manera familiar e incluso ministerial, he sido enfrentado con esta realidad en variadas ocasiones.

En nuestra nueva serie de sermones: las últimas cosas. Estaremos hablando de algunos temas relacionados con lo que se llama en teología: Escatología. Pero en lo referente a la escatología individual. O sea, las últimas cosas para la vida de una persona. Y hoy como ya se han de haber dado cuenta, abordaremos el tema de la muerte.

De una u otra forma, el tema de la muerte nos llega de cerca a todos. En este tiempo quizá hemos visto partir a un familiar muy querido o a un amigo cercano. Como iglesia, hemos visto partir en el pasado reciente a algunos hermanos queridos o familiares cercanos de hermanos de nuestra comunidad. Este tema nos ha llegado muy cerca en estos tiempos.

O bien, tal vez se trata de alguno de nosotros, que hemos sido notificados de lo frágil de nuestra salud y sabemos que nuestros días están contados. O bien, has llegado a cierta edad en la que sabes que este asunto es inevitable. O a lo mejor, aunque no ves la muerte como algo inminente, sabes que un día tendrás que enfrentarla y este pensamiento causa angustia o temor en tu corazón. Todos estamos ligados de una u otra manera al tema de la muerte.

La muerte es un tema que nos llega a todos. Pero la buena noticia es que la Escritura nos enseña sobre ella y mejor aún, nos enseña como estar preparados para enfrentarla con esperanza verdadera.

Si bien, debemos reconocer que la Escritura no nos da todos los detalles y precisiones que a algunos de nosotros nos encantaría tener, pero sí nos presenta un cuadro lo suficientemente sólido para enfrentar el tema de la muerte con la esperanza que da el evangelio.

Por eso, este día, aunque no diremos todo lo que se puede decir, queremos compartir tres verdades y sus respectivas aplicaciones e implicaciones acerca del tema de la muerte desde una perspectiva bíblica.

Primera verdad: La muerte es un enemigo.

No hay que romantizar el tema de la muerte como algo deseable o amigable. No hay que adorar a la muerte como escuchamos que hacen algunos. La muerte es un enemigo, así la presenta la Escritura, porque es una realidad que no se supone que debíamos haber experimentado. Y aun así se presenta y nos deja con esa sensación de derrota, de impotencia, de desolación. Como que intentamos batallar contra ella, pero al final, resultamos vencidos, y como que parece burlarse de nosotros como un enemigo gozándose por haber vencido a sus adversarios.

Aunque no podemos entender del todo qué es lo que sucede cuando morimos, podemos entender que sucede algo radical, algo que va contra toda expectativa, algo que no se supone que deba pasar. Algo en el ser mismo de nosotros como seres humanos se perturba radicalmente.

La Escritura nos enseña en Génesis 2:7 lo siguiente: Y Dios el SEÑOR formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.

Este ser viviente en que se convirtió el hombre desde su creación original es así de integral. Todo lo que lo constituye es un todo, indivisible, inseparable. Y aunque podemos distinguir aspectos visibles e invisibles en el ser humano, fue diseñado para mantenerse y funcionar no como partes independientes sino como un todo integral e inseparable.

Así que cuando hablamos del ser humano, debemos verlo así como un ser complejo que mantiene un unidad indivisible e inseparable de todos sus aspectos distinguibles sean visibles o invisibles.

Y es en contra de esta realidad en la que incide nuestro enemigo la muerte, la cual entró a la humanidad como una consecuencia del pecado.

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