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Summary: Jesús ha provisto todo para que la Iglesia llegue a la Gran boda.

La provisión del Novio

Intro: Habían transcurrido algunos meses en nuestra relación de noviazgo, cuando mi esposa Delia (novia en aquel entonces) me dijo: “Mi papá dice que un noviazgo no debe durar más de tres años. Así que si en tres años no nos hemos casado va a hablar contigo”. En ese momento pensé: “Me queda tiempo todavía”. Aunque mis intenciones hacia Delia eran totalmente serias y estaba consciente de que esta relación iba a desembocar en el matrimonio, esa fue la primera vez que en verdad me di cuenta que mis días de soltero estaban contados. Este no era un pensamiento que me disgustara, pero debo confesar que si me atemorizaba. Lo que más temor me daba era pensar que yo sería el responsable de un hogar. Que tendría que proveer para las necesidades de mi esposa e hijos. Que ya no sólo tendría que cuidar de mí, sino que tendría a otros bajo mi cuidado. ¿Cómo iba yo a hacer esto? ¿Cómo podría yo proveer para los míos? Estos pensamientos me asaltaban de cuando en cuando durante el noviazgo.

El tiempo fue pasando y la cuenta regresiva seguía su curso. Anhelaba estar para siempre con mi novia, pero me causaba un poco de temor la responsabilidad que implicaba el matrimonio. Nuestro noviazgo fue de tres años (lo estiré lo más que pude), pero el matrimonio ya era inminente. Era lo que seguía para nosotros: los dos habíamos terminado nuestras carreras, los dos estábamos trabajando, ya teníamos un lugar propio dónde vivir y también como transportarnos, nos amábamos y estábamos convencidos que éramos el uno para el otro. Así que comenzamos con los planes de la boda que finalmente se realizó el 11 de abril de 1992. Aún así, el mismo día de mi boda, aunque estaba disfrutando ese día como nunca, recuerdo haber pensado y sentido el peso de la responsabilidad de proveer y dirigir una familia. Doy gracias a Dios porque en estos dieciséis años él ha sido fiel para conmigo y mi familia. He aprendido que él es quien provee cada día como siempre lo ha hecho.

Quizá cuando te casaste experimentaste algo similar. He platicado con otros varones y hemos coincidido en la misma experiencia. Mientras la esposa estaba muy emocionada y concentrada en los preparativos de la boda, los esposos, aunque contentos y animados, estaban un poco preocupados por la responsabilidad que obtendrían al casarse, pues se espera que el esposo sea el que provea, cuide y proteja a su esposa y sus hijos. Y esa es una responsabilidad que a muchos les da temor y otros de plano, se rehúsan a aceptar.

Estamos hablando este mes de la Iglesia como la novia o esposa de Cristo. Esta es una metáfora bíblica muy hermosa. La Biblia describe a Cristo como el esposo y a la iglesia como la novia o esposa. Hay una relación de amor entrañable que desembocará en el día de una gran boda. La biblia le llama: “el día de las bodas del Cordero”, haciendo alusión al cordero de Dios, a Jesús, que quita el pecado del mundo. De esa Gran boda nos habla Apocalipsis 19:7-8: “¡Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria! Ya ha llegado el día de las bodas del Cordero. Su novia se ha preparado, y se le ha concedido vestirse de lino fino, limpio y resplandeciente”.

Ahora bien, Jesús, el esposo de la iglesia, es un esposo perfecto (De hecho, es el modelo a seguir por todos los esposos aquí presentes). El no sólo se preocupó por su esposa, sino ha provisto y proveerá todo lo que su amada necesita. El no retrocedió o quedó paralizado por el temor, sino demostró con todo su ser cuánto ama a la Iglesia. Jesús es el esposo que provee todo lo que necesita su esposa, la iglesia. No es un novio que deje desprovista o desamparada a su novia. Jesús es un esposo que cumple porque nos ama. Por eso afirmamos que Jesús ha provisto todo para que su iglesia (su novia) llegue a la Gran Boda.

Esa es la idea que nos comunica la Biblia en Efesios capítulo 5:26-27…Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable”

Lo primero que debemos notar es cómo empieza esta declaración. Nos dice “Cristo amó a la Iglesia”. Nos habla de la motivación del novio: el amor. No fue por presión externa, no fue por obligación, no fue porque no quedaba de otra. Cristo hizo lo que hizo porque amó.

La misma declaración nos habla del objeto de este amor de Cristo: la iglesia. ¡Qué importante es notar esto! Muchas veces tenemos un concepto muy individualista de nuestra relación con Dios. Pensamos en nuestra relación con Dios de una manera muy personal y aislada de los demás. ¡Y es cierto, la relación con Dios es personal! Pero se da dentro del contexto de una colectividad: la Iglesia. Cuando digo Iglesia no me estoy refiriendo sólo a esta iglesia local, sino a todas las iglesias particulares que son una manifestación visible de la iglesia universal de Jesucristo en todos los lugares, épocas y naciones.

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