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Summary: Usando el ejemplo del profeta Jeremías, Dios nos anima a ser sus testigos sin temor, porque el es quien nos da la fuerza y las palabras que decir.

Sin embargo la palabra de Dios ha venido a nosotros. Dios nos dice en la primera epístola de Pedro que nosotros somos elegidos, o sea apartados desde la formación del mundo para ser sus hijos y para servirle a él. Y entonces, él no quiere oír nuestras excusas tampoco. "No digas: yo no hablo bien." "No digas: es el trabajo de los pastores." "No digas: tengo que trabajar o tengo problemas." Dios no quiere oír excusas, porque él nos está enviando. Nos dice en Mateo 28:19 "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizandoles en el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo; enseñandoles que guarden todas las cosas que he mandado." La voluntad de Dios es que prediquemos su Palabra a este mundo pecaminoso.

Y fíjanse que nosotros también tenemos su promesa, Mateo 28 nos dice, "y he aquí estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo." Dios está con nosotros y nos libró de temor y de angustia, aún del temor de la muerte, al morir en la cruz por nuestros pecados. Y entonces somos libres, hijos de Dios, para vivir en los cielos y para servirle en este mundo. Dios agarra nuestra mano y nos dice, "estoy aquí para ser tu confianza, tú puedes hacer esto." Y no sólo está con nosotros, vemos aquí en el texto que también nos da las palabras que decir...

II. Porque nos da las palabras que decir

Vemos aquí que Dios hizo algo extraordinario por Jeremías. Dice que extendió Jehovah su mano y tocó la boca de Jeremías y le dijo, "He aquí he puesto mis palabras en tu boca." Ya no existía excusa, Dios le iba a dar las palabras que decir y vemos estas palabras aquí en el libro de Jeremías. Y pues, Dios habló con Jeremías por visiones en cuanto a la cautividad en Babilonia, en cuanto al regreso de los Israelitas después de setenta años, y aún en cuanto al Salvador que iba a venir para morir por los pecados de esta nación pecaminosa.

Y Dios le dio poder, o sea autoridad, sobre todas las naciones para predicar este mensaje, que es un mensaje para todas las naciones: un mensaje de la ley (de sus pecados), y un mensaje del evangelio (del Salvador que iba a venir). Y vemos aquí el propósito de este mensaje, "para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar." La palabra de Dios siempre, siempre produce una respuesta en los oidores. Unos al oír rechazan este mensaje porque no quieren admitir que son pecadores y que necesitan un salvador o porque piensan que pueden ganar la salvación por si mismo. Y entonces unos iban a rechazar este mensaje para su destrucción, o sea que por cuasa del mensaje de Jeremías, sus corazones iban a endurecer y no iban a escuchar más. Oyeron este mensaje para su destrucción. Pero por la gracia de Dios unos no rechazaron. Por lo que predicó Jeremías, unos reconocieron sus pecados y confiaron en esta promesa de un Salvador, para su edificación …para su salvación.

Saben Ustedes que Dios hizo algo extraordinario con cada uno de nosotros también. En nuestro bautismo y cada vez que escuchamos su palabra Dios nos toca en la boca y nos dice, "He aquí he puesto mis palabras en tu boca." Por el poder del Espíritu Santo tenemos la habilidad de proclamar la palabra de Dios. Ya no nos queda excusa. San Pablo nos dice, "todo lo puedo en Cristo que me fortalece," y es la verdad. Pues, Dios no nos da sus palabras por visiones como le habló a Jeremías, pero Dios sí, nos habla por la Biblia, que es la palabra de Dios. Tenemos la ayuda de Dios y también tenemos sus propias palabras.

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