Summary: No hay casos perdidos con un Dios de gracia

Mi Dios: Gracia

Intro: ¿Te has dado cuenta cómo la idea o concepto que tengas de una persona afecta la manera en la que te relacionas con ella? Si tienes la idea de que la persona es muy culta pues tratas de no platicar trivialidades con ella, sino tratas de cuidar lo que dices, cómo lo dices y los temas que sacas a colación en la plática. En fin, el concepto o idea que tengamos de una persona afecta la manera en la que nos relacionamos con ella.

Esto me quedó muy claro hace muchos años, cuando siendo joven y soltero conocí a una señorita. Sabía que venía de fuera de nuestro Estado y esto era evidente por su manera de vestir, su manera de hablar y de relacionarse. Debo confesar que no me agradaba mucho pues la había clasificado con la etiqueta de “pesada” (como decimos por acá). Este concepto afectó mi escasa relación con ella. Por lo mismo, casi no coincidíamos en los mismos círculos y mucho menos buscaba ocasión para interactuar con ella.

Pasó el tiempo y providencialmente en una ocasión tuve la oportunidad de platicar a mayor profundidad con ella. A partir de ese momento, mi concepto de ella fue cambiando favorablemente y llegó a cambiar de tal modo que tres años después me casé con ella hace casi 18 años. ¡Cuán equivocado era mi concepto de Delia! Pero mi concepto equivocado me llevó, por mucho tiempo, a no intentar si quiera conocerla más.

Algo similar nos puede pasar con relación a Dios. A nuestro alrededor hay muchas ideas respecto a Dios que cuando las creemos, afectan de una u otra manera, la forma en la que nos relacionamos con él. Por eso este mes, estamos tratando de explorar algunas verdades en cuanto a Dios según se ha revelado él mismo en la Escritura. Tener un concepto bíblico y verdadero de Dios es vital para poder relacionarnos correctamente con él.

Hemos visto que Dios es Soberano y que, por lo tanto, podemos confiar en él. Hemos visto que Dios no cambia en sus promesas y carácter y por eso él será fiel a su pacto y sus promesas son dignas de confianza. Hoy nos toca abordar otro atributo de Dios que al entenderlo mejor afectará la manera en la que nos relacionamos con él. Hoy hablaremos de la gracia de Dios.

Cuando hablamos de la gracia de Dios estamos tratando de describir algo que caracteriza a Dios que consiste en que él da cosas buenas, regalos, dones maravillosos a personas que no lo merecen. Lo hace no porque el que recibe tenga algo en particular que atraiga el favor o la atención de Dios, sino simplemente porque él se complace en dar por amor y para Su gloria.

Cuando Dios actúa en su gracia hacia alguien, Él asume la cuenta, el que recibe no merece para nada la bendición que se le da y por lo tanto, no hay lugar para la jactancia personal, sino lo que resplandece es la gloria de Dios. Él se lleva todo el crédito y la gloria. Dios es un Dios de gracia y éstas son buenas noticias para todos nosotros.

Esta es la lección principal de un pequeño libro del Antiguo Testamento sobre un profeta llamado Jonás. Aunque Jonás es bastante conocido y famoso por haber permanecido por tres días en el vientre de un gran pez, eso es lo menos importante del libro que lleva su nombre. Si hay un mensaje importante en el libro y para nosotros hoy es este: No hay casos perdidos con un Dios de gracia.

La historia comienza con la declaración de misión por parte de Dios para Jonás. El capítulo 1:1-2 nos dice: “La palabra del SEÑOR vino a Jonás hijo de Amitay: «Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia.»”

La gran cuidad de Nínive era la capital del reino Asirio al norte de Israel. Ninive era una ciudad pagana y ahora le había llegado su momento. Su maldad había colmado al Señor quien ahora le enviaba a su profeta Jonás para anunciarles su destrucción. El mensaje era concreto y exacto: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»

No había por donde confundirse. Jonás debía ir a Nínive y dar este mensaje claro y concreto. La maldad de Nínive era grande y Dios estaba trayendo juicio sobre ella. Nínive era culpable. Su pecado era real y sonante. Eran reos de muerte. Eran, como decimos, un caso perdido. Jonás sólo debía cumplir la misión encomendada.

Pero el versículo 3 del capítulo 1, nos dice algo inesperado: “Jonás se fue, pero en dirección a Tarsis, para huir del SEÑOR. Bajó a Jope, donde encontró un barco que zarpaba rumbo a Tarsis. Pagó su pasaje y se embarcó con los que iban a esa ciudad, huyendo así del SEÑOR

Jonás partió pero en dirección completamente opuesta. Era como si tu hubieran enviado a Progreso y te vas a Campeche. La Escritura nos aclara que Jonás estaba huyendo del Señor y de su misión. Jonás se negaba a realizar la encomienda de Dios. Estaba siendo un profeta rebelde al mandato del Señor.

Ahora bien, hay que entender algo. La negativa de Jonás no era porque era flojo o negligente, o simplemente era un profeta desidioso. Algo más profundo estaba pasando aquí. Los Asirios eran gente que habían sido muy malvados con el pueblo de Israel. Eran enemigos del pueblo de Israel. En varias ocasiones habían invadido el territorio y sanguinariamente habían atacado a la gente, incluso niños y mujeres.

Con este perfil, hubiera sido un placer ir a anunciarles que serían destruidos en breve. Hubiera sido un deleite saborear el placer de la venganza sobre los culpables y ruines asirios de Nínive. Pero Jonás no quiso darles este anuncio. ¿Saben por qué? El no quería ir a Nínive porque cabía la posibilidad de que al anunciarles su destrucción ellos se arrepintieran y Dios los perdonará. Jonás no quería que Dios perdonara a los enemigos paganos del Pueblo de Israel. Él quería que todo el peso de la ley les cayera y pagaran por todas sus fechorías.

Jonás conocía algo de Dios que muchas veces olvidamos: “tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes” (v. 4:2). Los pobladores de Nínive eran un caso perdido. No había mañana para ellos, pero Jonás sabía que Dios es un Dios de gracia. Un Dios compasivo, un Dios lento para la ira y lleno de amor. Un Dios que perdona y da cosas buenas a gente que no lo merece. Jonás sabía que Dios es un Dios de gracia y que “No hay casos perdidos con un Dios de gracia”.

Como Jonás quería que la gente de Nínive recibiera su merecido, huyo de la misión que le encomendaban porque sabía que si la cumplía, cabía la posibilidad de que Dios los perdonara porque él es un Dios de gracia. El quería que continuaran siendo “casos perdidos” y recibieran su castigo.

Este profeta prófugo experimentó en carne propia al Dios que es bondadoso y compasivo. Sus acciones rebeldes y su actitud obstinada hubieran sido suficientes para que Dios, con todo derecho lo sancionara severamente. Pero Dios da una segunda oportunidad al profeta rebelde.

Al embarcarse rumbo a Tarsis, Dios envía una tormenta que sólo se calmó cuando lo tiraron al mar. Dios, también preparó un “retiro” para Jonás en el vientre de un pez por tres días (todo incluido) y desde allí, Jonás clamó al Señor y Dios le dio una segunda oportunidad, porque No hay casos perdidos con un Dios de gracia. En su gracia, Dios da segundas oportunidades, incluso a gente rebelde que no quiere compartir el amor de Dios. Él es un Dios bondadoso y compasivo que por su gracia no nos desecha a la primera, sino perdona y restaura.

En el capítulo 3 del libro, Jonás es nuevamente comisionado para ir a Nínive. En esta ocasión sí obedece, aunque, como nos enteramos más tarde, su actitud no había cambiado del todo. Jonás proclama por toda la Ciudad el mensaje claro y contundente: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”. Luego sale de la ciudad y se instala a las afueras de ella para esperar el severo juicio de Dios sobre Nínive.

Pero pasó algo sorprendente. La gente cree el mensaje de Jonás y acepta su culpa con prontitud. Reconocen que merecen la justa sentencia de Dios sobre ellos. Aunque saben que a todas luces son “casos perdidos”, no se quedan cruzados de brazos, sino apelan al Dios de gracia. En el capítulo 4:7-9 encontramos el decreto que el rey de Nínive estableció: »Ninguna persona o animal, ni ganado lanar o vacuno, probará alimento alguno, ni tampoco pastará ni beberá agua. Al contrario, el rey ordena que toda persona, junto con sus animales, haga duelo y clame a Dios con todas sus fuerzas. Ordena así mismo que cada uno se convierta de su mal camino y de sus hechos violentos. ¡Quién sabe! Tal vez Dios cambie de parecer, y aplaque el ardor de su ira, y no perezcamos.»

Los habitantes de Nínive sabían que no había mañana para ellos. Lo único que los podía salvar era que Dios, que es un Dios de gracia, se compadeciera de ellos. Lo único que los podía salvar, su único cartucho, su tablita de salvación, era precisamente la gracia de Dios. Por eso clamaron con todas sus fuerzas pidiendo misericordia a Dios por si quizá Dios, en su gracia, cambiara su intención de destruirlos. Y estos culpables, sentenciados a muerte, inmerecedores del favor divino, gente que había cometido actos abominables y perversos, estos que eran un “caso perdido”, recibieron la sublime gracia de nuestro gran Dios: fueron perdonados. Porque No hay casos perdidos con un Dios de gracia.

Uno pudiera pensar que Jonás estaba feliz con este resultado. ¡Qué predicador no quisiera que con un solo mensaje toda una ciudad se convirtiera! Pero Jonás estaba enojadísimo por el desenlace. En el capítulo 4:1-3 nos dice: Pero esto disgustó mucho a Jonás, y lo hizo enfurecerse. Así que oró al SEÑOR de esta manera: —¡Oh SEÑOR! ¿No era esto lo que yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes. Así que ahora, SEÑOR, te suplico que me quites la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo!

Era tal el enojo de Jonás por la gracia de Dios para con los Asirios que quería morirse, ya no le encontraba sentido a la vida. Dios, nuevamente, de una manera llena de gracia, le da otra lección a Jonás. Estando furibundo Jonás, Dios hizo crecer una planta que le diera sombra del sol abrasador. Jonás sintió alivio y estuvo contento por la planta y la sombra. Pero luego, Dios dispuso un gusano que dañara la planta y ésta se marchito. Y Jonás nuevamente comenzó a reclamar y a tener deseos de morir porque ya no tenía su planta para protegerse del sol.

Dios entonces le dice en el capítulo 4:10-11 “—Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?”

Aquí estaba de nuevo la lección de gracia para Jonás. Si tú te compadeces y te lamentas por una planta que no sembraste ni cultivaste y que es tan transitoria e insignificante, cuánto más yo, un Dios de gracia, no voy a compadecerme por 120 personas y tantos animales.

¿Merecían los habitantes de Nínive la destrucción? Sí. ¿Merecían los habitantes de Nínive el perdón de Dios? No. Entonces, ¿Qué es lo que explica que no hayan sido destruidos? Una palabra: ¡GRACIA! Dios es un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor. Las buenas noticias son que No hay casos perdidos con un Dios de gracia.

Dios mostró su gracia al enviar a su hijo Jesucristo a morir por los pecados. Con su vida, muerte y resurrección a favor de personas que no merecen nada como tú y como yo, por gracia, podemos tener ahora una relación creciente con Dios y ser cambiados de “casos perdidos” en hijos de Dios y coherederos con Cristo.

Debemos aprender a vivir y a relacionarnos con Dios sabiendo y reconociendo que el fundamento y base de nuestra relación con él, no es algo que nosotros hayamos hecho o hacemos, sino sólo es su gracia. Si es que tenemos una relación con él es porque él nos dio en Jesucristo este privilegio inmerecido sólo porque es un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor. Debemos vivir sabiendo que no hay casos perdidos con un Dios de gracia.

Mira a tu alrededor. Mira a tu derecha y a tu izquierda. Mírate en un espejo y verás un caso perdido de no haber sido por el Dios de gracia. El que les habla era un caso perdido que desde pequeño fue llevado a la iglesia y fue enseñado las cosas del Señor. Pero me estaba dirigiendo directito al infierno aunque nunca abandoné la iglesia porque pensaba que mis buenas obras y mi buena conducta me hacían mejor que los demás y me procurarían un lugar con Dios. Pero Dios tuvo la gracia de mostrarme que mi propia justicia era basura y nunca llenaría la medida requerida; y al mismo tiempo me concedió la justicia que es por la fe en Jesucristo. Dios hizo de este caso perdido un hijo de Dios por gracia. Esta gracia está disponible para todo aquel que cree en el Señor Jesucristo.

Por eso, si nos visitas este día, y consideras que tu vida es un desastre, quizá consideras que eres un caso perdido; que no puedes cambiar; que Dios no te podrá perdonar aquello que hiciste. Mira el mensaje que nos deja la Escritura este día: No hay casos perdidos con un Dios de gracia. No tienes que ser un caso perdido toda tu vida. No tienes que encoger los hombros y decir: Ni modos. Dios es un Dios de gracia, es perdonador, y sigue transformando vidas con su amor. Acércate a él porque él está cercano. Y dice: Al que a mí viene, no le echo fuera.

Todos los que hemos recibido ya su gracia. Todos los que éramos casos perdidos, pero Dios tuvo compasión de nosotros y nos ha colocado en una relación creciente con él, nunca debemos olvidar de donde nos sacó el Señor, qué es lo que sigue haciendo en nuestras vidas y por qué ha hecho todo lo que ha hecho en nosotros. Esto nos debe llevar a no tratar a nadie como caso perdido.

Si Dios te está cambiando a ti, quiere decir que también puede cambiar a tu cónyuge, a tus padres, a tus hijos, a tu jefe, a tu amigo, inclusive a tu enemigo. No tiremos la toalla con las personas. Hay posibilidad de cambio. Hay posibilidad de perdón. Hay posibilidad de transformación porque Dios es un Dios de gracia y con un Dios de gracia no hay casos perdidos.

Su gracia debe llevarnos a tratar a los demás con la misma gracia con la que hemos sido tratados por Él. No pierdas la paciencia. No trates con desdén o desprecio a las personas a tu alrededor. Recuerda que no somos mejores que nadie. Si somos algo es por su gracia nada más. Todo lo que somos y tenemos lo hemos recibido por gracia, no porque lo merezcamos. Esto cancela todo orgullo, jactancia y vanagloria de nuestra parte. Vive con una actitud de gracia hacia los demás.

Su gracia también nos debe llevar querer compartir estas buenas noticias con todos los que nos rodean. No seamos como Jonás que quería bloquear el acceso de sus enemigos al perdón de Dios. Al contrario, somos llamados a compartir las buenas noticias con todas las personas. Dios está cercano. Hoy es el día para que la vida de las personas pueda cambiar por medio de una relación creciente con Cristo. Dios te ha colocado estratégicamente para compartas con tu vida y tus palabras este mensaje de amor. Comparte la sublime gracia de Dios con los que te rodean.

Mi Dios es un Dios soberano, es un Dios inmutable en sus promesas, es un Dios justo que aborrece el pecado, pero también Mi Dios es un Dios de gracia, un Dios que da segundas oportunidades, un Dios que perdona, que es lento para la ira y grande en misericordia, un Dios que dice ven como estás y yo me encargaré de transformarte a la imagen de Jesucristo. Es un deleite seguir y servir a este Dios de gracia. Es un deleite amar y vivir para la gloria y la alabanza de nuestro Dios.