Summary: El verdadero Gozo está sólo en Jesús

El verdadero gozo está en Jesús

Intro: El otro día al llegar a casa a la hora de la comida, había un hombre parado enfrente de la reja con su bicicleta y daba la impresión de estar buscando algo. Cuando estacioné el carro, lo saludé y le pregunté si estaba buscando a alguien. Me respondió que estaba buscando cierto taller porque iba a hacer un trabajo allá. Me mostró un papel con un croquis y tenía anotada la dirección también. Le expliqué que ese taller debía estar a la vuelta, aunque no sabía con precisión dónde, pero guiándose de la dirección llegaría fácilmente. Me explicó que no sabía leer y por eso no lo había encontrado. Le dije entonces, “Mire..adelántese en esa dirección con su bicicleta en lo que saco el carro y luego, yo le guío hasta el lugar”.

El hombre se adelantó y dio la vuelta a la cuadra. Saqué el carro y lo encontré paradito esperándome. Al mirar de nuevo el papel y el nombre del taller me di cuenta que el señor estaba parado exactamente enfrente del taller, que decía con todas sus letras: “Taller Miller” pero él, por no saber leer estaba ciego a esa realidad. Aunque tenía una vista en perfecto estado, era como si tuviera ciego por no poder leer. Para él esas letras eran sólo manchones en la pared sin sentido.

Puedes tener buena vista y aún así estar ciego a realidades a tu alrededor. En el plano espiritual, puede ser que estés rodeado de bendición y aun así sentirte desanimado y desolado porque no las alcanzas a ver. No las puedes ver, lo único que ves es manchones en tu vida sin sentido. Es probable que ahora mismo así te encuentres.

Es posible que no encuentres mucha razón en estos días para estar alegre o gozoso. A tu alrededor ya la atmósfera navideña empieza invadir y parece que la gente está más feliz, pero para ti, los días transcurren experimentando una nube gris siguiéndote por todos lados. A lo mejor, la tristeza por la pérdida de algo o alguien aun sigue azotando su flagelo contra tu corazón. Sencillamente, no encuentras razón para tener gozo. Sólo tienes ganas de llorar o quejarte con la primera persona que esté dispuesta a escucharte.

Por otra parte, quizá eres una persona que últimamente ha estado de buen ánimo. Las cosas están yendo mejor de lo que esperabas. Quizá una nueva relación, un ascenso en el trabajo, la adquisición de algún bien anhelado por mucho tiempo, te ha hecho experimentar un estado bastante permanente de bienestar y alegría. Estás contento, alegre, positivo porque varios cabos sueltos en tu vida se han ido atando. La vida tiene sentido y ves razón para tener gozo.

Ahora bien, en ambos casos, ya sea que estés triste o gozoso, generalmente nuestro estado de ánimo depende de las circunstancias. Si las circunstancias nos parecen favorables estamos gozosos, pero si las circunstancias no son las que esperábamos, nuestro mundo se derrumba. Para cualquier lado, en esencia es lo mismo, las circunstancias determinan si estamos gozosos o tristes. Este es el tipo de gozo o tristeza que podemos encontrar en este mundo.

Pero la Bibla, cuando habla del gozo, apunta a un gozo que trasciende a las circunstancias. Sin negar las circunstancias y su impacto en nuestras vidas, la Biblia nos dirige a un gozo que va más allá de las circunstancias. Si estás en una relación creciente con Cristo, puedes experimentar este tipo de gozo al que quizá hasta ahora has estado siendo ciego por no alcanzar a ver las realidades espirituales que Dios ha hecho y hace a tu alrededor.

En una situación así se encontraba el pueblo de Dios en tiempos del profeta Jeremías. El pueblo se había apartado del Señor y a pesar de muchas advertencias y profetas, persistieron en sus malos caminos. Dios iba a traer juicio contra su pueblo usando como su instrumento a los Babilonios. Al profeta Jeremías le tocó anunciar estas malas noticias al pueblo rebelde y esto le costó muchos sufrimientos personales.

Allá en Jeremías 33:4-5 dice Porque así dice el SEÑOR, Dios de Israel, acerca de las casas de esta ciudad y de los palacios de los reyes de Judá, que van a ser derribados para levantar defensas contra la espada y contra las rampas de asalto: "Los babilonios vienen para atacar la ciudad y llenarla de cadáveres. En mi ira y furor he ocultado mi rostro de esta ciudad; la heriré de muerte a causa de todas sus maldades.” El justo juicio de Dios sería una realidad inminente para Judá. Habría mucha sangre derramada y una ciudad reducida a ruinas.

Mira como quedaría Jerusalén según el versículo 10: “Este lugar que está en ruinas, sin gente ni animales”. La situación del pueblo iba a ser precaria…cadáveres, ciudad en ruinas, gente deportada y su ganado perteneciendo a otros. Estas circunstancias eran para ponerse a llorar y lamentar.

Recuerdo que tuve la oportunidad de estar en la costa de Yucatán unos cuantos días después del paso del huracán Gilberto. Me paré en la playa y miré hacia este y el oeste y lo único que vi fue destrucción, desolación, abandono y ninguna razón de estar alegre. Parecía una de esas fotos de la segunda guerra mundial después de un bombardeo aéreo. En esas condiciones iba a quedar Jerusalén y el pueblo de Dios.

Pero aun así, nuestro Dios de misericordia, no iba a abandonar a su pueblo. En su misericordia, Dios le da a Jeremías palabras para su pueblo que eran buenas noticias.

Jeremías 33:10-11 En las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que están desoladas y sin gente ni animales, se oirá de nuevo el grito de gozo y alegría, el canto del novio y de la novia, y la voz de los que traen a la casa del SEÑOR ofrendas de acción de gracias y cantan: » Den gracias al SEÑOR Todopoderoso, porque el SEÑOR es bueno, porque su amor es eterno.

En esa ciudad en ruinas, en esa ciudad donde tanta sangre se había derramado, de nuevo habría gozo y alegría. La imagen que da es el gozo de un día de bodas. Creo que todos hemos ido a una boda y generalmente el ambiente es muy festivo. Al menos en mi experiencia nunca he visto una boda donde los novios se la pasen llorando y lamentando a voz en cuello el estarse casando. Esa imagen, entonces, es hermosa, porque nos muestra el tipo de gozo del que estamos hablando.

El contraste entre la ruinas y cadáveres con cantos de bodas es abrumador y nos hace anhelar ser testigos oculares de tal gozo.

La otra imagen que usan para describir ese día de gozo es el del ambiente de las fiestas como la pascua, los tabernáculos y las otras fiestas que se celebraban en Jerusalén. Cuando venían todo el pueblo y al unísono declarando la bondad de Dios y su misericordia que es para siempre. ¡Estas eran buenas noticias!

Acaso no es el tipo de noticias que te gustaría escuchar cuando estás enfrentando los sin sabores de la vida. Cuando todo a tu alrededor está destruido, cuando aquella relación se ha roto, cuando aquello donde cifrabas tus esperanzas, desapareció. Cuando no sabes cómo darás el siguiente paso. Este es el tipo de noticias que deseamos escuchar para traer nuevamente gozo a nuestras vidas.

Pero notemos cómo es que se asegura o viene este gozo y esta transformación de la historia. Los versículos 15 y 16 nos dice: "En aquellos días, y en aquel tiempo, haré que brote de David un renuevo justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días Judá estará a salvo, y Jerusalén morará segura. Y será llamada así: El SEÑOR es nuestra justicia".

Todo este cambio y este gozo vendría a través de un descendiente de David que reinaría con justicia y derecho. Que traería seguridad y justicia a la tierra. El gozo vendría a través de una persona. Esa persona, descendiente del Rey David, transformaría nuestro lamento en baile de júbilo, nuestras lágrimas en risas y nuestra desolación en gozo.

Ese gozo que trasciende las circunstancias vendría para siempre por medio de una persona. El Nuevo Testamento nos aclara que esa persona, ese descendiente de David, es precisamente Jesucristo. Por medio de su vida, muerte y resurrección, Jesucristo inauguró y aseguró el reinado eterno en la tierra. Por él y en él es que podemos tener ese gozo verdadero que trasciende las circunstancias.

Cuando los ángeles anunciaron su nacimiento ellos dijeron a un grupo de pastores que habían entrado en pánico de ver la majestuosidad angelical: “Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Lucas 2:10-11).

Las buenas noticias que cambiarían su temor en gran gozo era el nacimiento de un niño. Siempre los nacimientos son ocasión de celebración. El nacimiento de un niño son noticias que queremos comunicar. En algunos lugares se tiene la costumbre de que cuando nace un bebé en la familia, se envían tarjetas a los familiares y amigos anunciando el nacimiento con el nombre del bebé, cuándo nació, donde nació, cuánto midió y cuánto pesó.

Aquella noche, el anuncio no fue una tarjeta o una llamada por teléfono, o una publicación en Facebook, sino fue todo un despliegue de la gloria celestial. Y no era para menos, porque esa noche estaba ocurriendo un evento de trascendencia cósmica y eterna. Ese niño era sumamente especial y sin igual.

Este niño es el renuevo de David que trae justicia y paz, gozo y alegría. Jesucristo por medio de su vida, muerte y resurrección ha reconciliado con el Padre a todos los que se identifican con él por medio de la fe. Ya no hay más condenación para los que están en Cristo. Tenemos el perdón de nuestros pecados, estamos en paz con Dios. El pecado ya no nos esclaviza de tal manera que no tenemos por qué obedecerlo en sus caprichos. Somos libres para servir al Señor, somos Su pueblo, somos linaje escogida, real sacerdocio, nación santa, somos hijos amados, somos conciudadanos de los santos y herederos de las promesas, somos nueva creación, experimentamos vida abundante y eterna en él, y la lista puede seguir y seguir….y ¿todavía nos sentimos desolados? ¿Desesperados? ¿Abandonados? ¿Sin razón para tener un gozo que trascienda las circunstancias?

¿No será que estamos siendo ciegos a las realidades espirituales que ha traído el renuevo de David prometido desde hace miles de años? ¿No será que aunque tenemos ojos no podemos ver todo lo que hemos recibido y está seguro para nosotros en Cristo?

¿No será que estamos buscando nuestro gozo en la vida en el lugar equivocado? ¿En personas falibles? ¿En circunstancias pasajeras? ¿En relaciones efímeras? ¿En bienes que se vuelven polvo y que los ladrones nos pueden arrebatar? Hermanos, nuestro corazón ha sido preparado para un gozo que trasciende las circunstancias y ese verdadero gozo sólo está en Jesús. El gozo verdadero está sólo en Jesús.

Abramos los ojos y veamos quien en Jesús, que ha hecho Jesús y tenemos en Jesús y seguramente, esas lágrimas (tan reales como son) encontrarán razón para ser enjugadas. Esas circunstancias opresivas (tan reales como son) comenzarán a ser vistas desde la perspectiva del Rey justo que reina sobre todas las cosas y podrán sobrellevarse porque confías en el Padre que obra todas cosas para nuestro bien y para su gloria.

Si basas tu gozo en las circunstancias, sin duda tendrás momentos alegres, pero también tendrás decepciones grandes y tristezas inconsolables. Pero si fundamentas tu gozo en la fe en Jesucristo y en su obra perfecta, podrás atravesar por el valle tenebroso de sombra de muerte que solemos encontrar en esta vida, confiando en aquel que lo atravesó por ti primero, que enfrentó el sufrimiento y la ignominia, que clamó en nuestro lugar: “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”, aquel que es experimentado en quebranto; aquel que es y será el Señor por los siglos de los siglos. El gozo verdadero, a pesar de las circunstancias adversas, sólo lo encontramos en Jesús.

Esta época del año es una oportunidad para enfocar nuestra atención y fe en donde debemos ponerla. El adviento nos lleva al pesebre, el pesebre apunta hacia la cruz y la cruz proclama al Rey que viene. Jesús prometió estar con todos los que creen en él hasta el fin del mundo. Este rey, este descendiente de David, es nuestro rey. Vive confiando y gozando de él para siempre.