Summary: Conocer la relación entre las palabras y los espíritus que transportan

Introducción

En esta mañana quiero enfatizar o concentrarme en un aspecto de la palabra que di dos domingos atrás, cuando hablé del espíritu del anticristo. El lunes pasado, cuando estaba enseñando el evangelio de Marcos en un seminario bíblico, hubo una presencia muy fuerte, y sentí que el Señor me estaba diciendo que tocara este tema y le diera más claridad. De alguna manera me hizo sentir que algunos no entendieron estas palabras y eran muy importantes. ¿Por qué? Porque de esto depende cómo se forman comunidades de personas (para hablar en grande), inclusive pueblos o ciudades, o simplemente parejas o amistades.

Jesús termina da dar un discurso tremendo. No podemos leerlo porque demandaría mucho tiempo (te invito a leerlo en tu casa), y que trata sobre el pan del cielo que es él mismo. El maná que comieron los israelitas era simplemente una figura de Jesucristo. Ellos comieron y murieron, pero Jesús dice, el que come de él nunca morirá. E inclusive fue una enseñanza escandalosa porque habla de comer su carne y beber su sangre. Esto, leyéndolo literalmente, era obviamente repugnante para el judío porque hablaba de canibalismo. Muchos no llegaron a comprenderlo. E inclusive muchos de sus discípulos ya dejaron de seguirlo (6:66).

Pero luego vislumbra algo más escandaloso que esa palabra: “¿qué si vierais al Hijo del Hombre ascender a donde estaba antes?” (6:62). Sin embargo, en lo que me quiero detener en esta mañana es en la relación que Jesús establece entre sus palabras y el Espíritu Santo; la función que tiene uno y la función que tiene otro.

Antes de encarar el estudio, déjame darte una pequeña introducción para que entiendas el problema que estuve discutiendo con los hermanos (algunos pastores) los otros días.

I. Juzgar o no juzgar

Nosotros solemos decir: “Hermano, no juzgue, porque la Biblia dice de no juzgar, sino amar. Uno no puede saber lo que hay en el corazón” (Mt. 7:1-5). Pero cuando confrontamos este texto, con el de 1 Co. 2:15 tenemos un problema. Allí dice: “En cambio, el que es espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie”.

El hombre o la mujer de Dios que es espiritual tiene capacidad de juzgar, pero esa persona, por otro lado no puede ser juzgada, porque justamente es espiritual. Esto puede darse a confusión y a un malentendido dejando ver una cierta hilacha de orgullo. “¿Quién se cree este que es?” Pero justamente, el o la espiritual no va a tener esa cuota de orgullo molesto, chocante, anti testimonial. O sea, la vida del hombre o la mujer espiritual es un paquete completo que afecta a la persona.

Acuérdate de esto: lo primero que es afectado por la comunión con Dios, paso primordial para ser espiritual, es el carácter. El que no tiene el carácter formado, es porque no tiene vida de comunión con Dios. Vuelvo a repetir, no estamos hablando de perfección, sino de tratamiento con resultados (frutos).

Pero el espiritual, por causa de su comunión puede juzgar. Y para juzgar, lo primero que tiene que tener es discernimiento en el espíritu para separar lo bueno de lo malo. Sabe discernir.

Al mismo tiempo, no es juzgado por nadie, porque el carnal o el natural no ven o no entienden esta dimensión, y aunque juzguen, lo hacen superficialmente y mal, y ese juicio no es válido.

II. La palabra creativa y el Espíritu de Dios

Habiendo dicho esto, pasemos al famoso pasaje de Gn. 1:2, donde dice que el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas, hasta que Dios da la palabra y comienza la re-creación de los cielos y la tierra. La palabra da forma, la palabra da vida, la palabra pone orden, la palabra discierne, marca diferencias, crea cosas de la nada, etc. El Espíritu Santo solo no hace nada. Tiene que estar allí para canalizarse a través de la palabra creativa u ordenadora.

Entonces, la Palabra de Dios, transporta el Espíritu de Dios. Y al mismo tiempo, la Palabra de Dios surge del contexto del Espíritu de Dios. Déjamelo poner de esta manera: no hay palabra de Dios, si el Espíritu de Dios no está detrás y delante de ella.

Particularmente, pensemos en la creación del ser humano. Dice Dios “hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn. 1:28). Y luego en Gn. 2:7 dice que “formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.

O sea la palabra junto con el aliento (y la palabra por aliento es la misma que por espíritu). Ambos están juntos.

En la recreación del ser humano, cuando Jesús resucita dice “Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo’” (Jn. 20:22).

Para cualquier acto creativo, la palabra de Dios va unida al Espíritu de Dios. Y esta combinación crea algo o forma algo, que es conforme a la voluntad de Dios.

Ahora, si leemos Ap. 1:8, Dios se define de la siguiente manera: “Yo soy el Alfa y la Omega”. Alfa y Omega son las letras inicial y final del alfabeto griego. Es como decir: “Yo soy la A y la Z”, si el idioma original de escritura hubiese sido el castellano. O sea, en Dios se define todo el abecedario. Al poner el principio y el final, involucra todo. Toda letra y combinación de letras, están definidas en Dios. Todo sentido de palabras está definido en Dios. Él es la definición de todo. Nada tiene sentido a parte de Dios. Y si no conocemos a Dios, no podemos entender el espíritu detrás de las palabras, es decir, no entendemos el lenguaje de Dios, aunque se hable en el idioma que conocemos. Si no conocemos a Dios, el sentido que le damos a las palabras va a ser otro, y no el que realmente Dios define.

Cuando lo sacamos a Dios de en medio, estamos diciendo que no queremos que Dios sea la A y la Z. Entonces redefinimos las palabras. Ya no es Dios que las define, sino nosotros. Un acto de idolatría, cambia el lenguaje. No porque deje de ser el castellano o el inglés o el alemán. Sino porque el espíritu detrás de las palabras ya no es el Espíritu de Dios.

Por ejemplo, en Ef. 3:15, dice que en Jesucristo “toma nombre toda familia de la tierra”. Todas las familias de la tierra quedan definidas en Jesucristo. Si cambio a Jesucristo, que es la Palabra de Dios, y pongo otra cosa, consigo una redefinición o, peor, una indefinición de la familia. La familia que no se funda sobre la Palabra de Dios, tiene un problema de definición. Está definida por un espíritu que no es el Espíritu Santo. El Salmo dice: “Si Dios no edifica la casa en vano trabajan los que la edifican” (Sal. 127:1). Se la está edificando con fundamentos y materiales falsos, truchos. Hay un falso espíritu, y todo se puede derrumbar, o al menos, no va a canalizar la bendición que Dios quiere darle.

Jesús, la Palabra de Dios, es la definición de todo. Jesús dijo “yo soy la verdad” (Jn. 14:6). Jesús es la verdad y la definición verdadera de todas las cosas. Cualquier otra palabra que venga con otro espíritu es falsa.

Ahora, escúchame bien, la palabra siempre transporta un aliento. Es imposible hablar sin emitir aliento, y el aliento es el espíritu.

Jesús dice –y aquí voy al texto que leímos– “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (6:63). Pensemos en esto: las palabras de Jesús son espíritu y son vida. Las palabras de Jesús son espíritu, y antes dijo que el Espíritu es el que da vida. Las palabras de Jesús canalizan el Espíritu Santo y producen vida. ¿Por qué? Porque, dice Jesús en otro lugar, el no habla de su propia cuenta, sino lo que oye hablar al Padre, es lo que dice.

Las palabra que vienen de Dios, las que encuentran definición en Dios, como Alfa y Omega que es, transportan el Espíritu de Dios y dan vida. La palabra que surge del corazón de Dios vivifica, da vida, crea vida. Y así podemos decir, que crea realidades pro-vida, por ejemplo, fortalece, edifica, sana, liberta, reconcilia, desarrolla, acerca a Dios, salva, santifica, glorifica, purifica, consagra, etc.

III. El lenguaje, cosmovisión y cultura

Los lingüistas hay estudiado mucho el lenguaje, y han llegado a la conclusión que el lenguaje transporta una cosmovisión, y es lo que define una cultura. Hablamos muchas veces de la cosmovisión del Reino y de la cultura del Reino. Y esto se debe expresar por medio de un lenguaje específico. Ese lenguaje, más allá del idioma en particular (castellano, francés, inglés, etc.), es el que surge del corazón de Dios, el que transporta el Espíritu de Dios y que tiene capacidad de crear vida. La palabra como tal no crea nada. Es el Espíritu que va con ella o que se canaliza a través de ella, pero es modulado u ordenado por ella, la que produce vida.

Si tú quieres que la cultura del Reino se instale en tu vida, en tu familia, en tu iglesia, en tu barrio, etc., tienes que cambiar el lenguaje. No el idioma. Lo que hay que cambiar el espíritu que está detrás de las palabras.

Ahora, quiero que me entiendas, que las palabras pueden ser moralmente neutras. No necesitan ser “malas palabras”, insultos, blasfemias, críticas, etc. para que sean malas. Es el espíritu que está detrás de ellas. En otras palabras, de qué corazón surgen, porque de la abundancia del corazón, habla la boca, dice Jesús (Mt. 12:34). Y Pablo recomienda que la Palabra de Dios abunde en nuestros corazones (Col. 3:16), al tiempo que el autor de Hebreos exhorta a que nuestros corazones sean purificados de mala conciencia (He. 10:22).

¿Qué quiere decir esto? Que nuestras palabras, cuando salen de un corazón limpio, purificado, donde habita en abundancia la Palabra de Dios, canalizan el Espíritu de Dios, el Espíritu de la vida, creativo, para crear realidades conforme a su voluntad. Esa palabra crea una cultura, que es la cultura del Reino.

IV. Satanás y su reino

Ahora veamos la otra cara de la moneda. Satanás no es creativo, sino que es un copión. Es un imitador. El único reino que Satanás conoce es el Reino de Dios. En rigor, el único reino verdadero y genuino que existe es el Reino de Dios. Todos los demás, son imitaciones, espirituales o naturales de este Reino de Dios.

Satanás construye su Reino, ¿cómo lo hace? De la misma manera que el Reino que Dios se construye: por la adoración y por medio de la palabra que transmite un espíritu. Pero estas palabras no nacen en el corazón de Dios. Es cualquier idioma, pero no transporta el Espíritu de Dios, sino un espíritu inmundo. No sale del corazón de Dios, sino del corazón de Satanás (cf. Mt. 16:23)

¿Qué es lo que hace este espíritu inmundo? Va sembrando en el corazón, en la mente, ideas, conceptos, estructuras, razonamientos, argumentos, etc. La Biblia dice: “porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo” (2 Co. 10:4s). Fíjense lo que dice aquí: llama en general “fortalezas” a especulaciones, razonamiento altivo, conocimiento, pensamientos. Son todas cosas de la mente. ¿Cómo llegaron allí? Alguien las puso, alguien las enseñó. ¿Dice en algún lugar “blasfemias, malas palabras, insultos, críticas, mentiras, etc.”? No. Porque no necesariamente tienen que ser ese tipo de palabras. Hay algo mucho más sutil. Son las mismas palabras, las mismas letras, pero que con un espíritu diferente construyen formas de pensamiento que bloquean el entendimiento del Reino de Dios (explicar).

El reino de Satanás no necesariamente es un antro de brujería, pornografía y satanismo. Con tal que se niegue a Dios, con tal que uno deforme a Dios, con tal que Dios no sea primero, ya es el reino de Satanás (incluso, quizá escondido detrás de una religión “cristiana”). En el mundo de la religión, en el mundo del razonamiento, en el mundo del cuestionamiento crítico, allí Satanás pone su trono.

Mira este texto, también conocido: “No os dejéis engañar; las malas conversaciones corrompen buenas costumbres” (1 Co. 15:33). ¿Qué quiere decir “corromper”, la palabra ftheiro? La palabra también aparece en 2 Co. 11:3, al decir “desviar”: “Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo”. La corrupción es entonces es un desvío, es un cambio. Entiende bien esto, por favor. No es el gran pecado. Es cambiar y que te convenzan que en vez de excelente puedes hacer lo muy bueno y no pasa nada. Desviaste tu mente, corrompiste tu forma de pensamiento, pero de todos modos está aprobado.

Entonces, tomando el texto de 1 Co. 15:33: “Las malas conversaciones corrompen buenas costumbres”. La palabra por costumbre es ethos (de donde viene nuestra palabra ética), que quiere decir: “hábito, comportamiento que reflejan el carácter o moral de los cristianos”. Entonces las malas conversaciones corrompen, desvían la mente, para cambiar de hábitos, para cambiar de moral o carácter. ¿Quién lo hace? Las malas conversaciones. ¿Cómo se hace? Palabra y espíritu malo. Uno se pasa oyendo y oyendo conversaciones “malas”, y la moral comienza a decaer, a corromperse, a adoptar otros pensamientos, otra lógica, otros puntos de vista que son ajenos a los de Dios, y con el tiempo se forman fortalezas mentales, pensamiento altivo: bloqueos mentales.

Ustedes saben que cada neurona se interconecta digamos con unas 10.000 otras neuronas. Hoy las neurociencias han podido demostrar que la estructura de interconexión neuronal cambia según la forma en que pensamos. Es decir, con cierto patrón de pensamientos tenemos una determinada interconexión de neuronas. Pero cuando se nos cambia, tenemos otra. Las malas conversaciones cambian nuestra estructura neuronal. Ahora, entendamos que conforme crecemos y pensamos y hacemos cosas, la estructura también va cambiando. Esto puede ser bueno o malo, dependiendo lo que aprendamos. Pero un espíritu malo va a moldear una estructura neuronal mala.

Lo que he aprendido es que Dios no quiere que entre a nuestro cerebro nada que nos afecte y que entorpezca el entendimiento del Reino. Pablo dice, por otra parte, que debemos renovar nuestra mente para poder comprobar la voluntad de Dios que es buena, agradable y perfecta. Renovar la mente tiene como correlato cambiar la estructura de las interconexiones neuronales. ¿Y cómo se hace esto? No con un espíritu inmundo, sino con el Espíritu Santo. Con conversaciones apropiadas. Debemos escuchar Palabra de Dios, debemos rodearnos con personas llenas del Espíritu Santo. Debemos crear o buscar alrededor de nosotros un ambiente propicio para que el Espíritu Santo obre en nuestras mentes.

Ahora, yo entiendo que no vivimos en burbujas celestiales, y necesariamente llega a nuestra mente contaminación. Nos relacionamos a diario con gente de todo tipo. Una vez me contacté con un hermano que trabajaba en Once, y claro, llegaba a casa y el matrimonio estallaba. ¿Qué pasaba? Este hermano atendía a gente de todo tipo durante el día, y cada uno venía con un drama y con espíritus. Entonces él llegaba recargado a la casa. Su mente estaba llena de espíritus que habían alterado sus pensamientos, entonces cualquier cosa lo irritaba, contestaba mal, insultaba, etc. Lo que le dije fue que antes de salir para el trabajo pidiera la protección de Dios sobre sus pensamientos, y antes de salir del trabajo limpieza (no sé si me hizo caso; lo dudo; nunca más habló conmigo, no lo vi más, pero me enteré que matrimonio terminó destrozándose).

No menosprecies las conversaciones. No subestimes el poder de las palabras y de los espíritus que ellas transportan. Tienen un poder edificante, vivificante, si el espíritu es el Espíritu Santo. Pero tienen un poder destructor, corruptor, si es cualquier otro espíritu. No por nada, Pr. 18:21 dice: “La vida y la muerte están en el poder de la lengua; los que la aman comerán su fruto.” La primera parte del Proverbio muestra dos alternativas, el poder que tiene: o vida o muerte. La segunda parte apela a la continuidad. ¿Por qué? Porque si yo amo algo, voy a continuar con ese algo. Mi corazón va a estar allí. Donde está mi tesoro, allí está mi corazón. Yo estaré abriendo mi corazón para esto. Entonces voy a comer de ese fruto. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué es el proceso de la digestión? Que lo que como se hace parte de mí, dándome las energías, las vitaminas, las proteínas, etc. La vida o la muerte va a ser mi energía y todo mi ser va a estar impregnado de eso. Ef. 2:2: “el espíritu que ahora opera en (energiza a) los hijos de desobediencia”.

Una conversaciones, otra y otra y otra… termina corrompiendo tu moral. Hay gente que tiene un espíritu más fuerte que otros. Por eso hay que ver con quién y hasta dónde uno se relaciona. Si todos los días charlas con brujos, macumberos y gente así… es claro lo que te va a pasar, si no tomas los recaudos del caso. Ahora, eso no quiere decir que todos sean brujos.

Nunca llegar al hogar cargado. Dt. 7:25 dice que no debemos introducir nada anatema a nuestro hogar, para que nuestra casa no se destruya junto con el anatema. Muchas veces pensamos en objetos consagrados a Satanás, ídolos y cosas por el estilo. Pero si llevas una estructura mental pervertida, corrompida al hogar, ese hogar comienza de destruirse.

Guarda la santidad del hogar, la santidad de la familia. Hoy cualquiera dice cualquier cosa y habla cualquier cosa. Se enciende el televisor y se permite que cualquier cosa sea escuchada en la casa y en familia. Alguien está moldeando la forma de pensar, y no es un cristiano. Entran espíritus que trabajan en nuestras mentes y forman fortalezas, razonamientos y pensamientos altivos contra Dios.

Santiago dice una cosa muy fuerte, hablando de la lengua. “Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida” (Stg. 3:6).

Primero da la definición, uno de los miembros de nuestro cuerpo, y la característica espiritual de este pequeño miembro es que es un fuego y un mundo de iniquidad. El fuego quema, el fuego enciende. ¿Qué hace? Contamina todo el cuerpo e inflama el curso de nuestra vida. ¿Por qué? ¿Qué es lo que produce todo este desastre? ¿Qué espíritu la mueve? “Es encendida por el infierno”. Quiero que entiendas en este momento el poder que tiene un mal espíritu en la lengua, o sea, detrás de las palabras.

Contamina el cuerpo (el tuyo o el cuerpo de Cristo) nos mete en problemas tremendos y que duran quizá toda la vida. Hay gente que se ha enfermado físicamente por lo que ha dicho.

Palabras negativas, palabras de derrota, palabras de abandono, malas palabras, blasfemias, críticas, chisme, murmuración, mentira, calumnia, toda palabra que no se apegue a la palabra de Dios, no está dirigida por el Espíritu de Dios, y está dirigida por malos espíritus. Uno permite ser ministrado por malos espíritus. Uno se contamina y contamina al resto.

V. Jesús y sus palabras

Déjame terminar con el discurso de Jesús que estábamos tratando. Al decir que sus palabras eran “espíritu y vida”. Jesús agrega: “hay alguno de vosotros que no creéis”, y particularmente se estaba refiriendo a Judas y a los religiosos y dentro de esos religiosos, había discípulos. Dice el versículo 6:66 (fácil de recordar): “Como resultado de esto muchos de sus discípulos se apartaron y ya no andaban con él”. Esto es durísimo. Fíjate, algunos de esos discípulos dijeron: “Dura es esta declaración. ¿Quién puede escucharla?” (6:60). Es algo que le chocó a los oídos. ¿Por qué no podían entender la palabra de Jesús? ¿Es que Jesús no sabía explicar? ¿Es que Jesús era injusto en sus declaraciones? ¿Es que Jesús estaba loco?

En Juan 8:43, dice algo paralelo: “¿Por qué no entendéis lo que digo? Porque no podéis oír mi palabra.” Hay algo que ensordecía o bloqueaba la audición en esta gente de las palabras de Jesús, por lo cual no llegaban a entenderlo. Y Jesús lo explica sin pelos en la lengua: vuestro padre es el diablo. Luego toca el homicidio y la mentira. Cuando uno está lleno de mentira, no entiende la verdad. Porque la mente está estructurada para vivir en función de mentiras. ¿Y cómo llegó esa mentira? Por palabras.

Lo interesante es lo que dice Pedro, cuando Jesús los desafía a irse también: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (6:68). Pedro se da cuenta que no hay otra fuente de verdad ni de vida eterna que en las palabras de Jesús. El Espíritu de Jesús da vida. Alejarse de Jesús es condenarse, es muerte, es destrucción. No recibir las palabras con el Espíritu de Jesús es enflaquecer hasta morir.

Si tienes mentiras, malas palabras, chisme, etc. comienza a escuchar Palabra de Dios. “Me cuesta, pastor”. ¡Lógico! Pero hay que empezar. Dios es nuestro ayudador. Toma su yugo, y él va a dar descanso a tu alma (Mt. 11:28s)

Conclusión

Habría muchísimo más para hablar. Pensemos, por ejemplo en las decisiones que tomamos. ¿Por qué tomamos tal o cual decisión? Aunque somos libres de tomar la decisión que queramos, eso no quita que toda decisión sea en mayor o menor grado influida interna y externamente.

Elementos como la genética, el medio ambiente, la educación, etc. van moldeando nuestra mente para predisponernos (inconscientemente) a decidir de una determinada manera. Nadie decide en el vacío. Esto es totalmente falso. Siempre tenemos influencias, pero la decisión es libre mía. Libre en el sentido que puedo elegir o una cosa o la contraria. Inclusive lo que hemos decidido previamente influye sobre lo que voy a decidir en el futuro. Sin embargo, nada es determinante.

Ahora, la gran mayoría de estas influencias, vienen a través de palabras. Hemos sido formados y nos formamos por palabras; palabras y espíritu. De allí que ninguna enseñanza es éticamente neutra. Pretende influir. La predicación no es éticamente neutra. Pretende influir. La enseñanza que los padres dan a los hijos, no es éticamente neutra. Pretende influir. Es un error garrafal para la psicología y formación de los chicos desentendernos de influirlos, particularmente con los valores del Reino. Si no lo hacemos nosotros, pierde cuidado que el mundo no te va a pedir permiso para hacerlo. ¿Y con qué espíritu lo va a hacer?

“Mira, yo no te voy a decir nada, para que decidas por vos mismo”. Esto es lo peor que podemos hacer. Porque esto nunca se lo va a decir el mundo. Y el mundo lo va a tratar de destruir y le va a tirar toda la influencia negativa en palabra y espíritu, para que decida erróneamente. Lo que tengo que hacer es llenarlo con palabra de Dios, con consejo de Dios, con experiencia de la vida con Dios, para que sepa discernir entre el bien y el mal. Si tiene todas influencias negativas, aunque es libre, muy probablemente decide mal, porque no ve otras alternativas (como que Dios se calló). Pero si ve muchas positivas y pocas negativas, aunque aun así puede elegir mal, la probabilidad es menor.

¿Queremos tomar sabias decisiones? Busquemos ser influidos por la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios. Para esto busquemos estar en un ambiente rodeado de la Palabra de Dios, de atmósfera de Dios. Cuanto más tiempo pasemos en él, más vida vamos a tener. Cuanto más tiempo estemos rodeados de sabios consejos, de alabanza y adoración, de influencia del Espíritu Santo, tenemos mayor probabilidad de tomar decisiones correctas y edificar nuestras vidas y la de nuestro prójimo.

Pedro se dio cuenta dónde estaba la solución: ¿A quién iremos? ¿Dónde hay otra fuente de palabras de vida eterna?

Para nuestra vida integral, no hay otro lugar más saludable, restaurador, liberador, refrescante, fortalecedor, vivificante, sanador, edificante, conciliador, renovador, etc., que Jesucristo. ¿A quién iremos? ¿A doña Pepa? “Pero pastor, no lo tenemos a Jesús”. Pero tenemos su palabra, y tenemos siervos y siervas de Dios, gente temerosa de Dios, que si bien no son perfectos/as sí van a guiarte hacia la fuente de las palabras de vida eterna: Jesucristo.

Yo no puedo resolver los problemas de la gente. Lo único que te puedo decir es enseñarte dónde está la solución. Te la puedo explicar, te la puedo enseñar, puedo darte consejo –te influencio, te persuado, para que después tomes la decisión de encerrarte con Dios y permitirle a él que te ministre de su Palabra y de su Espíritu. La palabra de Dios tiene poder, porque viene con el Espíritu Santo. Oye esa Palabra, mama de ese Espíritu y vas a ver la diferencia.