Summary: Nuestro Salvador, nuestro Creador tomó la naturaleza de siervo y luego dijo, “Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.” ¿Quieres marcar la diferencia? ¡Toma la toalla y sé siervo!

¡Marca la Diferencia! — Pregúuuntame

23 Noviembre 2014

Introducción

(Lo siguiente es una traducción de lo que Bob Hostetler escribió en su sermón The Problem of Dirty Feet y me pareció excelente)

Llegaron en grupos de dos o tres, hablando duro, riéndose felizmente… Eran hombres de Galilea, pues todos salvo uno. Eran hombres del mar, hombres de la tierra y un par de ellos eran hombres de la espada. Todos eran discípulos del maestro, hacedor de prodigios y milagros quien se llamaba Jesús, Yeshu´. Varios ingresaron al mismo tiempo al aposento alto de una casa en Jerusalén donde habían ido antes. Jesús también entró y estaba en medio de ellos. En unos minutos, todos se habían reunido en la sala rectangular que tenía un techo bajo. Sin embargo, de repente algo cambió. Gestos faciales que, hace poquito, estaban animados — sonriendo, riéndose, hablando — reflejaron incertidumbre e incomodidad.

Aunque nadie lo mencionó, todos enfrentaron el mismo dilema, todos sintieron la misma ansiedad desconcertante. Es que, las calles y los callejones en los cuales usaron los discípulos para llegar al aposento alto no eran pavimentados. De hecho, calles con asfalto no eran comunes. Eran caminos de tierra cubiertos con una capa gruesa de polvo. Imagínense el barro cuando llovía. Por lo tanto, era costumbre que el anfitrión de la casa colocara un esclavo al lado de la puerta para lavar los pies de las visitas. El siervo se arrodillaba con una jarra de agua, una bandeja y una toalla. Lavaba los pies de todos los invitados; quitaba toda la tierra, el polvo y el barro para que pudieran ingresar en la casa. Dejaban los zapatos y las sandalias al pie de la puerta. Si el dueño de la casa no podía conseguir un esclavo, la costumbre era que uno de los invitados se ofrecería gentilmente como el siervo y lavaría los pies de todas las personas que llegaran después. Para ellos, entrar a una sala de banquetes como el aposento alto sin lavarse los pies era como en nuestra época entrar a un restaurante descalzo y sin camisa. Era en contra de las normas sociales de cortesía. Aunque nadie no lo mencionó, todos los discípulos enfrentaron el mismo dilema: alguien debería lavar los pies.

En medio de la conversación incómoda, Jesús — su maestro, su rabí — fue silenciosamente a la mesa baja que ocupaba el centro de la sala. La mesa estaba rodeada con 13 sofás como los rayos de las ruedas de una bicicleta. Jesús tomó su lugar, inclinándose sobre un codo de tal manera que podía ver a los doce que había escogido. Luego los doce lentamente tomaron sus lugar en los sofás de la mesa…dejando la jarra, la bandeja y la toalla al lado de la puerta, sin tocarlas.

La mesa estaba organizada con los platos, los vasos y todo lo que necesitaban para disfrutar el banquete. La fragancia del cordero asado junto con las especias y el pan se mezcló con el olor de los pies sucios, que estaban colgados en los sofás alrededor de la mesa. Unos minutos pasaron mientras el último hombre tomó el sofá que quedó por últimas.

Jesús sin decir una palabra se retiró de la mesa, y silenciosamente se quitó la túnica y con la toalla, la jarra y la bandeja en las manos se arrodilló delante de los pies del primer discípulo. Todos se callaron. Jesús se arrodilló y lavó los pies de cada uno de sus seguidores mientras todos lo miraron fijamente. Los discípulos estaban sin palabras mientras su maestro desempeñó la tarea de esclavo, regando el agua de la jarra encima de cada par de pies, dejando que la bandeja recolectara el agua y tierra que se derramaba, luego Jesús lavó y secó los pies de sus discípulos con la toalla.

Al lavar los pies de Andrés, Jesús fue al siguiente sofá donde Pedro estaba sentado. Pedro, obviamente molesto recogió sus pies y dijo, “¿Señor, me vas a lavar los pies a mí?” Jesús extendió la mano para jalar los pies de Pedro y dijo, “Ahora no entiendes lo que estoy haciendo…pero lo entenderás más tarde.” Jesús, notando el orgullo de Pedro disfrazado como humildad, se fijo la mirada en los ojos de Pedro y dijo, “Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo.” Pedro contemplando lo que acababa de escuchar respondió diciendo, “Entonces, Señor, ¡no sólo los pies sino también las manos y la cabeza!” Jesús nuevamente miró los pies de Pedro y tiernamente tomó su pie para continuar la tarea. Luego, Jesús se refirió a la costumbre de aquella época de bañarse antes de ir a un banquete para sólo tener que lavarse los pies a fin de llegar al encuentro. “El que ya se ha bañado no necesita lavarse más que los pies —le contestó Jesús—; pues ya todo su cuerpo está limpio…” Y dijo, “…ustedes ya están limpios, aunque no todos.” Se refirió a Judas porque ya sabía quién le iba a traicionar. Y luego, lavó sus pies.

Jesús siguió su tarea hasta que hubo lavado los pies de todos los doce y luego dejó la jarra, la toalla y la bandeja al lado de la puerta. Después el Señor regresó a su puesto alrededor de la mesa. Mirando a todos los discípulos, preguntó, “¿Entienden lo que he hecho con ustedes?” Antes de que alguien pudiera contestar, continuó diciendo, “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.”

Mientras Jesús decía esas palabras, cada discípulo vergonzosamente recordaba el momento cuando llegó y por orgullo no ofreció coger la jarra y la toalla y hacer lo que su Maestro y su Señor acababa de hacer.

Esto es en esencia lo que aconteció en Juan 13. Jesús, el Maestro de maestros, el Señor de señores, tomó “la naturaleza de siervo”, de esclavo y lavó los pies de sus propios seguidores, los pies de su propia creación. Ninguno de los discípulos era como el burro de la primera película de Shrek. ¡Pregúuuntame! ¡Pregúuuntame!

(http://www.sermoncentral.com/sermons/the-problem-of-dirty-feet-bob-hostetler-sermon-on-humility-37564.asp)

¡Pregúuuntame!

I. ¿Era por la pecueca ó por algo más profundo?

A. Por la pecueca.

Una de las preguntas que me surge cuando leo esta historia es, ¿por qué Jesús se humilló así? ¿Por qué estaba dispuesto a hacer algo que en esta cultura era la tarea de un esclavo? ¿Era por la pecueca ó por algo más profundo?

Yo creo que necesitamos tomar la historia muy literal. Jesús lavó los pies porque era una necesidad. Los pies estaban sucios y necesitaban lavarlos. Jesús dijo, “Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.” Juan 13:14-15. Literalmente quería que sus discípulos lavaran los pies de los demás. ¿Por qué? Porque era una necesidad. A nadie le gustaba acercarse a la pecueca y lavar los pies. Pero, todos entendieron la necesidad y la experimentaron.

Jesús literalmente dijo a sus discípulos, “la próxima vez que esto suceda, quiero que laven los pies de los unos a los otros.” Creo que Jesús ya estaba pensando en lo que estaba por pasar. Los discípulos iban a estar reunidos para el festivo de Pentecostés. Iban a estar en el mismo aposento alto después de la muerte y la resurrección y quería que cogieran literalmente la jarra y la toalla para lavar los pies.

B. Por algo más profundo.

Sin embargo, Jesús también quería demostrar algo más profundo. Jesús quería que tomaran la naturaleza de siervo. Esta actitud va más allá de lavar pies. Pedro recordando lo que Jesús le hizo escribió lo siguiente, “…todos vístanse con humildad en su trato los unos con los otros.” 1 Pedro 5:5. Recordó cuando Jesús “…se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura 5 y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.” Juan 13:4-5.

Cuando miramos este mundo, vemos muchas necesidades, muchos problemas, muchas heridas. Y si vamos a marcar la diferencia necesitamos ser siervos. Necesitamos tomar la toalla. Hay familias que no saben si van a poder pagar el arriendo de la casa que tienen que dar todos los días. Hay niños que no saben si van a poder comer hoy. Hay mujeres que no están seguras si sus esposos van a llegar borrachos o inclusive si van a llegar. Hay papás que no saben como pueden decir a sus familias que han perdido su trabajo. Hay adolescentes que están buscando el amor en los lugares incorrectos porque nunca lo han recibido en la casa. Podría seguir y seguir nombrando diferentes situaciones y diferentes necesidades de nuestro mundo porque esta es la realidad. ¿Quién va a lavar los pies? ¿No creen que es la iglesia que debería dar ejemplo? ¿No somos los seguidores de Jesús que deberíamos marcar la diferencia? Sé como el burro y cuando veas una necesidad, salta por el deseo sincero de servir a los demás. ¡Pregúuuntame!

Una pregunta…¿cómo aprendemos a ser siervos? ¿Cómo comenzamos a servir a nuestras comunidades? Gálatas 6:10 dice, “Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.” ¿Cuál es la idea? Comenzamos a servir a la familia primero. ¿Cómo podemos pretender a amar a nuestras comunidades si no amamos a nuestra familia? Si no hacemos bien a nuestros hermanos y hermanas, nuestros intentos en el mundo no valen mucho. Es en la iglesia, con la familia, donde aprendemos a servir unos a los otros. Le semana pesada leí el siguiente pasaje de Filipenses, “…con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. 4 Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.” Filipenses 2:3-4.

II. Tomar la toalla no es una opción

A. Si no estás sirviendo a tus hermanos y hermanas no estás siguiendo a Cristo. Nuestra actitud y vida no reflejan el ejemplo que nos dio. Jesús dijo, “Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.” Juan 13:14-15.

B. Jesús no dijo, “Les he puesto el ejemplo para que estén dispuestos a hacer lo mismo que yo he hecho con ustedes.” Dijo, ¡que hagan lo mismo! Tomar la toalla no es una opción.

C. Si no estás sirviendo a los que no hacen parte de la familia de Dios tampoco estás siguiendo el ejemplo de Jesús. “Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos…” Gálatas 6:10.

III. La clase de tarea no importa, la motivación es lo que vale

A. Si Jesús — nuestro Salvador, el Creador del universo — estaba dispuesto a hacer una tarea humilde, nosotros sus seguidores debemos hacer lo mismo. No importa si la tarea es desagradable como quitar la pecueca de los pies de alguien, barrer el piso, botar la basura, limpiar el lugar de los perros. No debemos solamente buscar las tareas que son agradables o que llaman la atención de otros como enseñar, predicar, cantar, etc. Si nuestra actitud es así, no estamos tomando la naturaleza de siervo. Estamos siendo egoístas, lo cual es el contrario a ser siervo.

B. Nuestro servicio debe nacer de un corazón que quiere ser como Jesús, que quiere imitarlo. ¡Hagamos lo que Jesús hizo! ¡Busquemos los pies sucios! ¡Marquemos la diferencia!