Summary: Como discípulos de Cristo somos llamados a servir.

Hemos estado considerando estas semanas una serie de sermones que le hemos llamado: Conexión ADAMI. ¿Qué es esto? Bueno…ADAMI es una palabra inventada, que más bien es un acróstico que resume 5 acciones que como Iglesia hemos escogido para mostrar nuestro compromiso con Dios.

Queremos ser discípulos ADAMI. Discípulos de Jesús caracterizados por ADORAR, DIEZMAR, APRENDER, MINISTRAR E INFLUIR. Con esto no queremos decir, que estas acciones son las únicas que un creyente debe practicar o que son una especie de receta para el éxito automático. Sencillamente, hemos escogido enfocarnos en estas 5 acciones para mostrar nuestra fe. Y al practicarlas con regularidad, nos beneficiamos de sus bondades porque nos ayudan a crecer en nuestra relación creciente con Jesucristo.

Hoy abordamos la cuarta letra de nuestro acróstico ADAMI que corresponde a Ministrar. Quizá cuando oyes la palabra ministrar te suena un poco raro. Realmente es una palabra que se usa bastante en el ambiente eclesiástico. Pero cuando hablamos de la palabra ministrar, estamos hablando básicamente de Servir. Es decir, ministrar es todo servicio que se hace para Dios y su Reino. Es todo esfuerzo, trabajo o acción emprendida para que más personas inicien o avancen en una relación creciente con Cristo. Cuando hablamos de ministrar nos estamos refiriendo a todos aquellos servicios personales o como iglesia que la gente presta y que son necesarios para que se cumpla el propósito de ser una comunidad que glorifica a Dios guiando a las personas a una relación creciente con Cristo.

Desde que éramos novios mi esposa compró un adorno para la pared, que por mucho tiempo formó parte de la decoración de la cocina de la casa. Era un pequeño letrero que decía: “Me gusta que me beses, me gusta que me abraces, pero más me gusta que me ayudes a lavar los trastes”. Creo que este cuadrito refleja una realidad: nos gusta que nos traten con cariño, pero cuando tienes una necesidad o hay algo que necesitas hacer, no hay como que alguien venga y supla esa necesidad o haga eso que necesitas hacer. No hay como que alguien venga y te brinde un servicio.

Así es el servicio que damos en el reino de Dios: vemos una necesidad y la suplimos. Vemos una oportunidad para apoyar y nos involucramos.

Quisiera que nos imaginemos un estadio deportivo lleno de gente. La gente en el estadio está en uno de tres lugares. Hay unos que están en las gradas mirando lo que acontece en la cancha. Hay otros que están en la “banca” de los equipos que juegan, deseosos de entrar a la cancha y esperando ser llamados a la cancha. Y hay otro grupo más pequeño de personas jugando en la cancha, sudando, corriendo y haciendo que las cosas pasen.

Si esto fuera un cuadro de la iglesia, ¿Dónde te encuentras? ¿En las gradas? ¿En la banca? ¿En la cancha? El asunto es que si eres parte de la iglesia de Cristo ya has sido llamado permanentemente a la cancha. Los creyentes en Jesucristo nunca dejamos de estar en modo “ministerio”.

Quizá, nunca te has visto llamado a servir, o bien, lo hacías en el pasado y lo dejaste de hacer y has postergado y rechazado invitaciones frecuentes a involucrarte de esta manera con la iglesia de Cristo. Hoy quiero animarte a ya no dejar pendiente o postergar más este asunto: En Cristo, ya estás de servicio. En Cristo, ya estás en la cancha. Como discípulos de Cristo somos llamados a servir (Ministrar).

Pero es ¿fácil o difícil servir? Piénsalo un poco a nivel personal o nivel iglesia.

1. Llegas a tu casa, después de un día de trabajo, ves zapatos tirados en el camino. Piensas: “alguien debía recoger esos zapatos”. Recuerda servicio es “ver algo que necesita hacerse y hacerlo”. ¿Fácil o difícil?

2. Se termina la actividad de la Iglesia y estuvo preciosa, aprendimos mucho y la pasamos muy bien, pero alguien tiene que poner las cosas a su lugar, alguien tiene que poner las sillas en su sitio, alguien tiene que limpiar, barrer y lavar platos. Ves tu reloj y es tarde. Mañana tienes que ir al trabajo temprano. ¿Quién hará lo que necesita hacerse?

3. Un matrimonio tiene necesidad de realizar cierta actividad por las noches, pero no pueden porque no tienen con quien dejar a sus hijos. Tu tienes ese día libre, es tu día libre, sí podrías hacerlo, pero . . . es tu día libre. Piensas: “alguien debería ayudar a estas personas” El servicio dice: “ves una necesidad, súplela”. ¿Fácil o difícil?

Pero ¡Qué difícil! ¿Por qué será más fácil dejar los zapatos regados, marcharnos pensando que alguien arreglará después de la reunión y disfrutar tu día libre sin pensar en los demás? Porque tenemos un problema fundamental en nuestro corazón. Tenemos un problema en nuestro corazón que se manifiesta de varias maneras, pero aquí hay tres manifestaciones muy comunes:

1.El egoísmo “Yo primero”;

2.El orgullo “Yo soy mejor”

3.El rencor “No lo mereces”

Básicamente, nuestro problema es que tenemos un corazón que quiere ponernos a nosotros mismos en centro del universo. Pero Dios envió a Jesucristo para que él nos liberara de esta tendencia de nuestro corazón y nos renovara de dentro para afuera. Por eso, los que están en una relación creciente con Cristo, aquellos que están conectados con Cristo, por la gracia que experimenta en sus vidas, pueden sobrepasar estas manifestaciones y cambiarlas por el servicio. Porque como discípulos de Cristo, somos llamados a servir.

En la Epístola a los Gálatas encontramos una perspectiva interesante en cuanto al Servicio que nos va dejar más clara la importancia de practicarlo como discípulos de Cristo. Gálatas 5:13-15 (NVI): “Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor. En efecto, toda la ley se resume en un solo mandamiento: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Pero si siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros”.

Para entender un poco del contexto de estas palabras, debejos decir que en la iglesia en Galacia había problemas importantes. Se habían filtrado enseñanzas contrarias al evangelio que el apóstol está corrigiendo contundentemente.

¿En qué consistían estas enseñanzas que varios gálatas habían adoptado que los alejaba del verdadero evangelio?

Habían llegado unos maestros que habían enseñado que, aunque Cristo había venido y había hecho su obra de salvación, aun así, necesitaban obedecer los mandamientos de la ley de Moisés para que se ganaran el derecho de que Dios los aceptara como hijos.

Pensaban: a lo que Cristo ha realizado hay que agregarle algo más, siendo esto nuestras buenas obras de obediencia a la ley de Moisés. “Si no obedecemos la ley de Moisés, Dios no nos aceptará”.

Los gálatas estaban dejando el evangelio puro que se les había enseñado, ese que decía que la persona y obra de Jesucristo es la única provisión de un Dios de gracia para el pecador. Que fuera de Jesucristo no es posible estar en una relación correcta con el Padre, que sólo por la gracia de Dios que se manifiesta en su provisión en Cristo es posible recibir el perdón de los pecados, que sólo es por medio de la fe es que se recibe este regalo eterno, no por mérito ni por obras propias, pues si no es por Jesucristo, estamos condenados eternamente.

Los gálatas estaban dejando esta verdad por otro mensaje impostor del evangelio que decía que Jesucristo, básicamente no era suficiente, que debías agregar a Jesucristo algo más para estar completo. Esto era abandonar el evangelio. Los gálatas estaban dejando el evangelio de Jesucristo y Pablo es enfático en recalcarlo.

Entonces, esta era la enseñanza errónea con la que algunos de la iglesia habían sido seducidos. Estos eran muy fijados en las leyes y en el cumplimiento de estas. Pero, por otro lado, había otro grupo de creyentes, los que decían que entendían el evangelio, (quizá una minoría) que creían que Cristo los había hecho libres de la ley de Moisés, puesto que él la cumplió perfectamente, y ya el creyente no tenía por qué preocuparse por ella. Y en su afán de libertad, estaban yendo al extremo del libertinaje, es decir a vivir una vida relajada sin considerar los deberes cristianos. Entonces, estos dos grupos extremos estaban en pugna en la iglesia al punto de levantar un conflicto muy grande hacia el interior de la iglesia.

Así que la respuesta del apóstol a ambos grupos en estos versículos nos ayuda a ver la importancia del servicio o ministrarse mutuamente en el Cuerpo de Cristo.

Hay varias cosas que queremos subrayar de este pasaje:

Lo primero, para los que tienden al libertinaje y descuidar los mandamientos de Dios nos dice que Cristo nos hizo libres de la condenación de la ley, ciertamente, porque él la cumplió perfectamente en nuestro lugar. No cae sobre nuestros hombros el cumplimiento perfecto de la ley para ser aceptados delante de Dios, porque Cristo la cumplió en nuestro lugar, y gracias a él, somos aceptos delante del Padre porque Su justicia y rectitud es adjudicada por gracia a nuestro favor y el Padre nos recibe como sus hijos sólo por Gracia y sólo por Jesucristo.

Pero aunque hemos sido hechos libres de la condenación de la ley, no somos libre para vivir como se nos dé la gana o para hacer lo que nos dé la gana. No de ese tipo de libertinaje está hablando la Biblia cuando nos die que somos libres en Cristo. Somos libres de la condenación de la ley, pero libres para servir al Señor.

Hemos sido hechos libres no para dar rienda suelta a nuestras pasiones, no para vivir como se nos de la gana, no para seguir los caprichos de nuestro corazón. Y es que es una realidad. Es como cuando tus papás te tenían muy restringidos, no te daban permiso para ir a casa de tus amigos y te tenían marcando el paso muy de cerca, y el día que te fuiste lejos de ellos, cuando ya no estuviste bajo su constante y controladora supervisión, ¿Qué hiciste? Quizá tu tendencia fue a irte al otro extremo del libertinaje pensando que así se vive la libertad.

Es un problema porque nuestro corazón no sabe cómo vivir sin esclavizarnos de las leyes, pero tampoco sabemos vivir sin leyes tan explícitas. Tendemos a los extremos del legalismo o al extremo del libertinaje.

¿Cuál es la solución a este problema? ¿Qué nos puede marcar una pauta sabia, que mantenga bien calibrado nuestro corazón?

El apóstol encuentra la solución a los conflictos dentro de la iglesia de Galacia y los nuestros en el Servicio cuando dice: “Más bien, sírvanse unos a otros con amor”.

Por un lado, la manera como evitamos seguir nuestras pasiones extremosas y egoístas, la manera en la que nos libramos de la esclavitud al legalismo es SIRVIÉNDONOS CON AMOR.

La manera de no volverme orgulloso, egoísta, rencoroso es sirviendo. Es ver la necesidad a mi alrededor y en vez de seguir mis pasiones o con autojusticia condenar a los que me rodean, es inmediatamente ponerme a suplir esa necesidad en mi familia, en mi iglesia y mi entorno.

Pero por otro lado, Pablo también le dice a aquellos que estaban muy preocupados con cumplir leyes, que precisamente con el servicio amoroso unos a otros estarán cumpliendo la ley de Dios. Les dice que toda la ley se resume en el mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Es interesante lo que dice. Está diciendo que la evidencia si en verdad estoy en Cristo es si sirvo en amor a mi prójimo o no.

Todo lo que la Escritura enseña y toda ley de la Escritura se muestra perfeccionada o completada en el amor al prójimo cuando nos servimos mutuamente en amor, cuando ministramos mutuamente en amor.

Ese servicio, ese ministerio mutuo, también evitará que nos destruyamos unos a otros. En vez de estarnos criticando, perjudicando o estorbando, debemos servirnos. Ver la necesidad a mi alrededor y suplirla.

El servir, el ministrarnos unos a otros, pone en balance nuestro corazón para que no tienda ni al legalismo ni al libertinaje. El servir nos mantendrá creciendo como discípulos de Cristo que amen a Dios y amen su prójimo como a sí mismos. Por eso, como discípulos de Cristo somos llamados a servir (ministrar.

Por eso: 1. Sirve a tu cónyuge, 2.Sirve a tus hijos, 3.Sirve a tus hermanos, 4.Sirve a tus padres, 5.Sirve a tus compañeros de trabajo, 6.Sirve a tus vecinos 7.Sirve a tus conciudadanos. Si ves una necesidad, súplela, ves algo que necesita hacerse, hazlo”. No sólo porque se necesita, sino porque esto es lo que caracteriza a alguien que está en una relación creciente con Cristo.

Pero si eres como yo, al escuchar esto de servir, pues comienzas a preguntarte: “bueno, está bien, servir, pero ¿Hasta qué punto? ¿Hasta dónde? ¿Y mi dignidad? ¿No pensará que soy débil?”

Se que quizá tu caso es difícil, complicado. Pero te muestro algo tremendo que hizo Jesús en el capítulo 13 del evangelio de San Juan.

Era el último tiempo con sus discípulos antes de enfrentar la crucifixión. Era la última cena. Allí estaba Judas, el traidor; allí estaba Pedro que le iba a negar en breve; allí estaban los demás que serían cobardes en unas cuantas horas.

Juan 13:3-5 dicen:

“Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía, así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura” (Juan 13:3-5 NVI)

Era su momento, “Todas las cosas estaban bajo su dominio”. Su origen y su destino estaban seguros “venía de Dios e iba a Dios”. Allí estaban los traidores, los cobardes y los que negarían. E hizo algo impresionante: “Les sirvió”.

Para esta celebración todo había sido preparado, menos una cosa: nadie había lavado los pies a los invitados (que era un gesto de hospitalidad realizado por el menor de los siervos de la casa). Todos los discípulos se sentían demasiado importantes para hacer ese trabajo. Jesús se puso de pie, se quitó el manto, tomó la toalla y un librillo con agua y comenzó a lavar los pies de los discípulos.

Luego les dijo en los versículos 12-17

“[. . .] ¿Entienden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes […] ¿Entienden esto? Dichosos serán si lo ponen en práctica”

Ilustra: No se si te han lavado los pies alguna vez. Es una experiencia abrumadora. En una ocasión fuimos a un retiro y luego los líderes del retiro tomaron recipientes con agua y toallas y nos lavaron los pies. ¡Qué exhortación tan impresionante sin palabras!

Jesús les dijo estás palabras importantes: Les he puesto el ejemplo con el propósito de que ustedes hagan lo mismo. Y dos veces pregunta: ¿Entienden esto? La verdad al buen entendedor, pocas palabras. Por supuesto, el lavado de pies es un símbolo del servicio intencional, de lo que debe caracterizar nuestras vidas, de caminar esa milla extra en el servicio. Y Jesús termina con estas palabras: “Dichosos serán si lo ponen en práctica”. ¡Aquí está el asunto! No se trata de haber tenido la experiencia, no se trata de saberlo a manera de información, sino el asunto importante aquí es PRACTICARLO!

No conozco tu caso, el Señor sí. ¿Cómo puedes aplicar el ejemplo de Cristo a tu situación? Cómo puedes ver una necesidad y suplirla, ver algo que necesita hacerse y hacerlo. La Biblia dice que seremos dichosos si ponemos esto en práctica. Te estarás pareciendo cada día más a Jesús quién sirvió al traidor, al que lo negó, y a los cobardes. Si estamos en una relación creciente con Cristo, el servicio es algo que debe caracterizarnos. Porque como Discípulos de Cristo somos llamados a servir.

¡Ay pastor, pero es difícil! No es cierto…no es difícil, es imposible si no estamos dependiendo de Cristo. Pero las buenas noticias para nosotros es que Cristo quien lavo los pies de sus discípulos murió, resucitó y ascendió al cielo para que nosotros por gracia podamos ser transformados de dentro para fuera. Para que nosotros podamos hacer lo imposible, ir aniquilando a ese “yo” tan grande que tenemos, ese orgullo, ese egoísmo, ese rencor, y cada día al seguir a Cristo nos vayamos pareciendo más y más a Él.

Y pregúntate: ¿Dónde hay una necesidad que pueda suplir? ¿Quién tiene algo para hacer que yo pueda hacer por él? Te aseguro que estarás muy ocupado sirviendo si te haces constantemente estas preguntas en todos los ámbitos de tu vida: la casa, la iglesia, el trabajo, la escuela, etc.

Jesús nos ha dicho: “Les he puesto el ejemplo para que hagan lo mismo”. “Dichosos serán si lo ponen en práctica”.

Ahoram bien, quizá te estés preguntando…¿Qué hago ahora? ¿Por dónde empiezo? Te quiero sugerir cuatro pasos básicos:

1. Ubícate correctamente. Si estás en una relación con Cristo, ya no estás en las gradas o en la banca del equipo. Estás permanentemente en la cancha. Considérate permanentemente en modo de “ministerio”. Donde estés eres llamado a servir.

2. Observa necesidades. Es muy probable que las necesidades que observas en esta comunidad sean más evidentes para ti porque Dios te ha dotado con los dones requeridos para suplirlas. Si ves necesidades ora y comienza a verte como la respuesta que Dios ha dado a esas necesidades. No digas: “Alguien debe hacer esto o aquello”. Si ves la necesidad, casi te puedo asegurar que tú tienes que ver, cuando menos en parte, con la respuesta a esa necesidad.

3. Pregunta por oportunidades. Acércate a las personas correspondientes para ver maneras en que puedes apoyar. Si ves necesidades en el ministerio infantil acércate a las coordinaras. Si tienes un peso por los jóvenes de la iglesia pregunta a los líderes del ministerio juvenil cómo puedes ayudar. Si te llama la atención la ayuda a las personas necesitadas materialmente, habla con los diáconos de cómo puedes colaborar con ese ministerio. En fin, da pasos concretos, averigua, investiga, pregunta.

4. Ponte a trabajar. Cuando ves una necesidad y tienes la disposición para colaborar, lo único que falta es poner a prueba tus dones. La única manera segura de saber si tienes algún don relacionado con las Palabras o con las Acciones es poniéndolos a trabajar. Cuando tienes el don en esa área de servicio, la señal es que la gente a tu alrededor será grandemente edificada en su relación con Cristo. Por eso, si no has identificado tus dones, no te de temor intentar en varias áreas de servicio hasta que veas cómo vas siendo de edificación a los demás. En ese proceso, también crecerás grandemente en tu relación con Cristo.

Por la gracia de Dios, tenemos la gran bendición de ser parte de la comunidad de Cristo donde el ADAMI nos ayuda a recordar lo importante que es servir o ministrar. Y tenemos el gran gozo de servir en ella.

Por eso no te quedes en las gradas ni en la banca. Por ser discípulo de Cristo ya estás en la cancha donde ministramos y servimos. Por eso decimos una y otra vez: Como discípulos de Cristo somos llamados a servir y todo para la gloria de Dios.