Summary: Los discípulos son enseñables porque anhelan ser cada vez más como Jesús

Cuando estaba en la secundaria, cuando me preguntaban qué quería ser de grande, mi respuesta casi sin dudar era: Policía Federal de Caminos. En ese tiempo, me imaginaba con mi uniforme, mi patrulla reluciente, mi pistola y por supuesto, mis lentes Ray-ban.

Y en efecto, comencé a averiguar un poco cuáles eran los requisitos de admisión para aspirar a formar parte de la corporación. Entre ellos estaban: ser mexicano (palomita), haber terminado la educación básica (palomita), no tener antecedentes penales (palomita)…todo iba bien, hasta que llegué al requisito de estatura mínima. Y sencillamente, allí acabaron mis sueños y aspiraciones de ser Policía porque no cumplía con ese requisito.

Hay un perfil específico para cada cargo, posición o vocación en la vida. Para poder acceder a esas posiciones debemos demostrar que llenamos ese perfil.

De una manera similar, la Escritura nos muestra que hay un perfil esperado en los discípulos o seguidores de Cristo. No puedo decir que soy discípulo de Cristo si no estoy creciendo o avanzando en estas características básicas de aquellos que siguen a Jesús.

Por eso, este mes hemos estado hablando de esos rasgos del carácter cristiano del discípulo de Cristo. Hemos dicho que un discípulo es fiel al Señor, que un discípulo es humilde como Cristo lo es. Y hoy agregamos una característica más de los discípulos: Un discípulo es enseñable. Es decir, con humildad y dócilmente, está dispuesto a aprender cada vez más del evangelio de Cristo.

Dejando de lado el orgullo, la vanagloria personal, está listo para incorporar a su vida las verdades del evangelio que le son enseñadas. Y es más, busca y anhela ser enseñado en la gracia del Señor.

Por eso, este día decimos a todos aquellos que somos discípulos de Cristo. Los discípulos son enseñables porque anhelan ser cada día más como Jesús. Esta es una característica importante del discípulo: anhela aprender más de Jesús para ser más como Él. El discípulo muestra un hambre por ser enseñado. Una disposición para seguir instrucciones y sujetarse a la disciplina. Muestra humildad para reconocer que no lo sabe todo, o no todo lo sabe con la profundidad con la que podría saberlo y practicarlo. Un discípulo acepta con gratitud y humildad la corrección y la instrucción.

¿Has tratado de enseñar a alguien que no quiere ser enseñado? Recuerdo que cuando recién acababa de egresar de la Facultad de Educación encontré unas horas por suplencias en una preparatoria de la ciudad. No tenía trabajo, así que cualquier oportunidad era buena. Fueron unas cuantas semanas de suplencia, pero fueron un verdadero suplicio, porque estaba ante un grupo de jóvenes que no mostraban ni el más mínimo interés por aprender los contenidos del curso.

Me quedó claro que para aprender requieres primero reconocer tu necesidad de conocimiento y desear llenar esa carencia. ¡Qué difícil es enseñar a quien no quiere aprender! ¡A quien no reconoce humildemente su carencia y muestra anhelo por suplirla!

Hoy día a mis alumnos en el seminario les digo, “ustedes están aquí porque desean aprender. Yo no paso lista, aquí viene el que desea aprender”. ¡Qué diferente es cuando los alumnos están allá porque quieren aprender! Es un verdadero gozo enseñar al que quiere aprender.

En nuestro crecimiento en el evangelio, así debemos ser…discípulos enseñables porque anhelamos aprender cada vez más de Jesús.

Para reflexionar sobre esta verdad consideraremos un pasaje en el libro de Hechos 18:24-28. En este pasaje se nos presenta por primera vez un personaje destacado del Nuevo Testamento, que, aunque no se sabe mucho de él como sabemos de Pablo o Pedro, es mencionado en varias ocasiones en la Escritura. Se trata de un hombre judío llamado Apolos.

Dice Hechos 18:24-25 RVC: Por esos días llegó a Éfeso un judío de Alejandría, que se llamaba Apolos. Era muy elocuente,

y tenía un sólido conocimiento de las Escrituras; además, había sido instruido en el camino del Señor, y con espíritu fervoroso hablaba y enseñaba con precisión todo lo concerniente al Señor.

Aquí se nos presenta nuestro personaje llamado Apolos que se aclara que era judío y venía de la ciudad de Alejandría. Alejandría, Egipto, era una ciudad referente del conocimiento y cultura de la época. En ella vivía un buen número de judíos y no era de extrañarse que fueran judíos intelectuales. O sea, que Apolos no era un hombre sin letras, sino un hombre muy culto.

Y luego, el pasaje sigue describiendo algunas características de Apolos que nos hacen imaginarlo como un hombre de una personalidad carismática e interesante. Curiosamente, esas mismas características suelen ser motivo para que algunas personas que las poseen, sean tentadas a pensar que no necesitan aprender más. Apolos, pareciera estar tan completo que en su caso, uno podría pensar que no necesitaba seguir aprendiendo de Jesús. Pero como veremos, Apolos, se comportó como un verdadero discípulo, porque los discípulos son enseñables pues anhelan ser cada vez más como Jesús.

Nos referimos a que, a veces, estas buenas características, combinadas con una actitud pecaminosa de orgullo pueden ir en detrimento del anhelo por aprender más de Jesús que todos los discípulos debemos tener.

¿Cuáles son esas características de Apolos que deben ser usadas para la gloria de Dios pero que cuando nuestros corazones se llenan de orgullo por tenerlas pueden ser estorbos para un fluido aprendizaje del evangelio en nuestras vidas?

Primero, dice la Escritura que Apolos era muy elocuente (v.24). Es decir, Apolos tenía una HABILIDAD extraordinaria para usar las palabras. Por otras referencias bíblicas sabemos que cuando Apolos ministró en Corinto, varios de los corintios quedaron tan identificados con sus enseñanzas que en esa iglesia que era muy conflictiva, un grupo en particular se veía como partidarios de Apolos y decían: “Yo soy de Apolos”, en contraste con otros grupos que decían: “Yo soy de Pedro” o “Yo soy de Pablo”.

Sin duda Apolos destacaba por su habilidad para hablar y enseñar. La habilidad para hablar es algo muy útil en el reino de Dios. A veces me quedo maravillado por la habilidad que Dios ha dado a ciertas personas para hablar. Y las puedes estar escuchando por horas y no te cansas. Yo en cambio, procuro mantener cortos mis sermones porque sé que soy mejor que el apóstol Pablo. Al apóstol Pablo se le durmió uno mientras predicaba, a mí se me duermen todos.

De hecho, mi hijo cuando era pequeño me decía, “Papá no puedo dormir, ponme uno de tus sermones”.

Sea como sea, Dios equipa a las personas con habilidades que son para Su gloria, pero esas mismas habilidades destacadas cuando son secuestradas por motivos pecaminosos, pueden ser un estorbo para poder deleitarte en aprender más y más de Jesús.

Cuando sientes que tus habilidades te hacen muy especial y que no hay nada más qué aprender en ese respecto, tu corazón orgulloso se niega a ser enseñable. Te cierras a las hermosas oportunidades que hay para seguir creciendo en la gracia y conocimiento de Jesús.

Tengamos, entonces, cuidado con nuestro corazón engañoso. Dale gracias a Dios por las habilidades que te ha dado, pero nunca pienses o creas que porque eres muy hábil en esto o aquello no puedes o debes seguir aprendiendo de la gracia del Señor para saber cómo usarla para su gloria. Mantén siempre un espíritu enseñable. Pues, los discípulos son enseñables porque anhelan ser cada vez más como Jesús.

Pero el pasaje nos presenta una segunda característica de este creyente que cuando se tiene un corazón no centrado en Cristo, puede ser un estorbo para ser enseñable como discípulo. El mismo versículo 24 dice que Apolos “tenía un sólido conocimiento de las Escrituras”. Es decir, que Apolos tenía, no sólo habilidad para hablar, sino tenía CONOCIMIENTO robusto de las Escrituras, o sea, en ese tiempo, del Antiguo Testamento. Paradójicamente, tener conocimiento con la simple motivación de acumular conocimiento, puede a veces resultar en un corazón soberbio que no sea enseñable. Alguien dijo, “no puedes llenar un vaso lleno” y creo que con mucha razón.

Cuando pensamos que sabemos mucho y que hay muy pocas cosas que podamos aprender, nos volvemos orgullosos, y hasta a veces, presumidos de nuestro conocimiento y no somos de bendición real para los que nos rodean. Pues tratamos de mostrarles cuánto sabemos y cuán por encima de ellos nos consideramos.

Qué bueno que conozcamos las Escrituras, pero cuidemos nuestro corazón como discípulos para ser siempre enseñables porque nuestro anhelo no es ser una biblioteca de datos bíblicos, sino ser un reflejo de Jesús.

El conocimiento de las Escrituras debe ser como cuando vas a comer a una taquería. Después de comer unos ricos tacos, ¿cómo sales de alla? Por supuesto, bien lleno, pero a donde vayas, y al lugar donde entres, todos saben dónde has estado, porque hueles a tacos, sin necesidad de que lo digas.

Así es el verdadero conocimiento de la Escritura, sin que abras la boca, con sólo observarte con los 5 sentidos, las personas a tu alrededor saben que eres una persona con conocimiento de las Escrituras porque se ve, se huele, se palpa, se escucha.

Tengamos, entonces, cuidado con nuestro corazón engañoso. Dale gracias a Dios por el conocimiento de la Escritura que te ha dado, pero nunca pienses o creas que porque sabes mucho de esto o aquello no puedes o debes seguir aprendiendo de la gracia del Señor para reflejarla para su gloria. Mantén siempre un espíritu enseñable. Pues, los discípulos son enseñables porque anhelan ser cada vez más como Jesús.

Entonces, Apolos tenía habilidad y tenía conocimiento, pero según el versículo 25, Apolos tenía algo más, dice la Escritura que este hombre “había sido instruido en el camino del Señor”. El tenía lo que podríamos llamar hoy, EDUCACIÓN. Había recibido algún tipo de educación formal sobre el camino de Señor. No era un maestro improvisado, sino tenía ciertas credenciales académicas, por así decirlo, que lo respaldaban. Había tenido instrucción formal sobre el camino del Señor.

La educación formal es muy buena e importante, pero igualmente, si no cuidamos nuestros corazones orgullosos y engañosos, pueden ser un estorbo para tener un corazón enseñable.

Qué bueno que la juventud hoy día, y sobre todo en nuestra comunidad, tiene acceso bastante fluido a educación formal. Esto es algo maravilloso. No todas las comunidades tienen estas bendiciones. Pero tengamos cuidado con nuestros corazones, de no envanecernos por los títulos y logros académicos al punto de desarrollar una actitud soberbia que sea un estorbo para ser discípulos enseñables y moldeables.

Personas que reconozcamos que los títulos colgados de una pared, son bendiciones para servir mejor en el Reino de Dios, y no razones para pensar que estamos por encima de los demás para servirnos de ellos. La educación formal es una oportunidad especial que Dios te da para servir en su Reino en un área profesional o especial, nunca la usemos para pensar que ya no tenemos más que aprender de Jesús.

Yo fui muy privilegiado en tener la oportunidad de recibir educación formal en un magnífico seminario reformado en los Estados Unidos. En nuestro Presbiterio hay un poco más de 50 pastores, y somos como unos 10 que hemos tenido una oportunidad similar. Puesto que estudié en el extranjero, pudiera mi corazón ser tentado a pensar que mi educación formal me hace más apto para el ministerio que mis otros compañeros cuya educación fue local. Pero por supuesto, esto no es verdad.

Doy gracias a Dios porque, aunque la educación formal es importante y útil, mucho más importante es un corazón humilde y enseñable que busca aprender cada día más de Jesús para ser como Él. Doy gracias a Dios por los buenos y magníficos siervos del Señor Jesús que me rodean y de los cuales aprendo y soy desafiado todo el tiempo para ser más como Jesús.

Tengamos, entonces, cuidado con nuestro corazón engañoso. Dale gracias a Dios por la educación formal que has recibido, pero nunca pienses o creas que porque hay muchos títulos y logros en tu haber, no puedes o debes seguir aprendiendo de la gracia del Señor para reflejarla para su gloria. Mantén siempre un espíritu enseñable. Pues, los discípulos son enseñables porque anhelan ser cada vez más como Jesús.

Apolos tenía habilidad, conocimiento y educación, pero el versículo 25 agrega algo más que era parte del equipamiento de este hombre, donde dice: con espíritu fervoroso hablaba y enseñaba con precisión todo lo concerniente al Señor.

Apolos tenía también una gran pasión por comunicar y defender la verdad. La PASIÓN por el camino del Señor es algo importante en todo creyente. Nos mueve hacia adelante, nos da valentía y osadía para impulsar el Reino. Tener pasión por el camino de Dios es algo que da vitalidad a nuestra práctica de la fe. Ahora bien, aun algo bueno como la pasión por la verdad, cuando se mezcla con un corazón orgulloso y soberbio puede ser un estorbo para ser discípulos enseñables.

En nuestra soberbia, podemos llegar a pensar que nadie es más apasionado por esto que nosotros, y podemos comenzar a juzgar a los demás como de fríos y alejados del Señor de tal forma que no estemos dispuestos a ser guiados o enseñados por alguien que no muestre, a nuestro juicio, tanta pasión como nosotros.

Cuando estaba en la preparatoria tuve la bendición de recibir una buena influencia de ciertos jóvenes cristianos que estaban apasionados por compartir el evangelio con otros estudiantes de la preparatoria. Me conecté con esa pasión por Cristo e hicimos muchos esfuerzos por alcanzar a otros jóvenes con el evangelio. Pero cuando miraba a los hermanos de la iglesia donde crecí y veía, según yo, su falta de pasión por compartir el evangelio, me empecé alejar de ellos, pues ¿qué podían enseñarme?, pues no se les veía, a mi juicio, ese deseo de extender el Reino de Dios, como se veía en el grupo con el que me juntaba.

Por algunos años, tuve un mal concepto de la iglesia local de Cristo e incluso no me visualizaba ministrando en una. Pero el Señor, estudiando su Palabra, me enseñó que debía amar a la iglesia, que no debía ser soberbio y pensar que mi pasión me hacía mejor que mis hermanos. Ahora puedo decir, que estoy convencido de que la iglesia es la estrategia de Dios para transformar al mundo y que tengo tanto que aprender de mis hermanos en Cristo.

Tengamos, entonces, cuidado con nuestro corazón engañoso. Demos gracias a Dios por el fuego que Él pone en nuestros corazones para vivir como discípulos, con una pasión por el evangelio. Pero nunca pensemos o creamos que, porque experimentas ese fuego interno por el camino de Dios, esto es suficiente de tal manera que no puedas o debas seguir aprendiendo de la gracia del Señor para reflejarla para su gloria. Mantén siempre un espíritu enseñable. Pues, los discípulos son enseñables porque anhelan ser cada vez más como Jesús.

Bueno, el pasaje nos muestra que Apolos tenía habilidad, conocimiento, educación y pasión. Pero había algo de lo que Apolos carecía. Dicen los versículos 25-26: Pero sólo conocía el bautismo de Juan. Apolos comenzó a hablar en la sinagoga sin ningún temor, pero cuando Priscila y Aquila lo oyeron, lo llamaron aparte y le expusieron con todo detalle el camino de Dios.

Aunque Apolo tenía todos estos recursos, su entendimiento del camino de Jesús era incompleto. Necesitaba ser corregido. Y ahí estaba escuchándolo un matrimonio, Priscila y Aquila, que eran compañeros de misión del apóstol Pablo, que se dedicaban al oficio de hacer tiendas. Estas personas, no tenían aparentemente todos los recursos y credenciales de Apolos, pero tenían algo que enseñar a Apolos. De una manera muy prudente e intencional le dedicaron tiempo a Apolos y le actualizaron la información necesaria del mensaje del evangelio de Jesucristo. Con todo detalle le aclararon lo que le hacía falta entender.

¡Esto es maravilloso! Imagínate tú en el lugar de Apolos, eres un hombre o mujer talentoso, con conocimiento, educado y apasionado y te vienen a corregir la información unas personas que no se perciben con tanta preparación o posición como tú. ¿Qué tanto caso les hubiéramos hecho? Quizá no mucho. Nuestro corazón puede ser tentado por el orgullo y la vanagloria a tomar los recursos que Dios nos da para Su gloria y volverlos obstáculos para nuestro aprendizaje.

Pero no fue el caso de Apolos, por la gracia de Dios, fue un discípulo enseñable porque su anhelo era ser cada vez más como Jesús.

El resto del versículo 27 y 28 dicen: Apolos quería ir a Acaya, y los hermanos lo animaron; escribieron a los discípulos de allá para que lo recibieran y, cuando él llegó, fue de mucho provecho para los que, por la gracia de Dios, habían creído, pues con mucha vehemencia refutaba en público a los judíos, y con las Escrituras les demostraba que Jesús era el Cristo.

Este discípulo enseñable, después de recibir con humildad y dócilmente la corrección enviada por Dios para él, es aún más efectivo para avanzar el Reino de Dios. Teniendo este deseo, se dirige a Acaya, cuya capital era Corinto, animado y respaldado por los hermanos de Efeso. Y se reporta que con estos nuevos aprendizajes fue de mucho provecho para el Reino. Sus Habilidades, conocimientos, educación y pasión sirvieron para un solo propósito: demostrar con las Escrituras que Jesús es el Cristo.

Y ahí está la clave hermanos, los discípulos enseñables son capacitados y usados poderosamente por Dios para avanzar su Reino. Los discípulos que humildemente reciben la enseñanza que el Señor les envía, sin importar cuán hábiles sean, cuán conocedores sean, cuán educados sean, cuán apasionados estén, son instrumentos poderosos en las manos del Dios de gracia.

La clave para que nuestros recursos no se vuelvan el estorbo para nuestro aprendizaje es mantener la mirada donde debemos tenerla: en Jesús. Reconocer que nuestras vidas se tratan de apuntar a Jesús como el Señor, como el Mesías, como el Cristo poderoso y suficiente.

Y es que Apolos, simplemente, fue un instrumento en las manos del Dios de gracia. Apolos fue un discípulo enseñable porque su anhelo era ser cada vez más como Jesús.

Tú y yo, necesitamos aprender del mismo de quién aprendió Apolos. Tú y yo necesitamos aprender de aquel que dijo: “Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma;(Mateo 11:29)

Necesitamos cada día aprender del Señor Jesús. Necesitamos cada día conocer su corazón manso y humilde para ser como él. Necesitamos su gracia para reconocer nuestra banca rota y correr a ponernos bajo su yugo para hallar descanso para nuestras almas y ser útiles instrumentos en su reino como sus discípulos. Necesitamos a Jesús. Los discípulos son enseñables porque anhelan ser cada día más como Jesús.

Por eso, busca constantemente maneras de seguir creciendo en tu discipulado en Cristo. Da el siguiente paso en tu crecimiento. Si no estás en un grupo pequeño, da el primer paso que es entrar a un grupo de conexión a través de “Punto de Partida”.

Como discípulo, busca rendir cuentas a hermanos que te ayuden en tu lucha contra el pecado. No te aísles, necesitas ser dirigido y apoyado.

Cuando seas corregido por tu comunidad, no te molestes o indignes, sino recibe la corrección y la exhortación con gratitud, sabiendo que el Señor usa a su pueblo para nuestro crecimiento.

Mantén un corazón humildemente enseñable, que se deja dirigir hacia la estatura del varón perfecto, a la estatura de Cristo Jesús.

Los discípulos son enseñables porque para nosotros no hay nada más importante en la vida que ser cada día más como Jesús para la gloria de Dios.