Summary: Sólo Jesús, el Salvador, nos lleva del temor al gozo.

Intro. En esta época vemos de todo en el ambiente y la sociedad: Luces, música, cantos, risas, regalos, alegría. También escuchamos muchas historias y cuentos relacionados con la época. El mundo trata de inventar historias que den color a esta época: Historias como “El Osito que salvó la navidad” (porque alguien se había robado los regalos y él los encontró). O “Elmo salva la Navidad” (Porque una familia pobre no tenía Árbol y Elmo se los consiguió) o bien la historia de un hombre barbado que la noche de navidad viene desde el polo y bajando por la chimenea nos deja regalos.

Todas estas historias y otras semejantes, son un intento del mundo de suplir la falta de color que esta época del año tiene si no entiendes y recibes la historia verdadera de la Navidad.

Porque la historia verdadera de la navidad no necesita que le imprimamos brillo adicional porque es gloriosa, pues la verdad es gloriosa.

Como cristianos sabemos quién es la gloria de la navidad. Sabemos que Jesús es la gloria de la navidad y su historia da color y luz en verdad a nuestras vidas.

El mundo trata de reflejar alegría en esta época. La mayoría de la gente a nuestro alrededor espera esta época del año porque es un tiempo de celebración y de estar alegres. Pero al mismo tiempo, y siendo realistas, muchos podemos estar camuflageando o evitando atender nuestra verdadera experiencia interna detrás de todo el festejo.

Algunos de nosotros podemos estar experimentando confusión, angustia o temor. Algunos estamos viviendo en temor constante mientras a nuestro alrededor la gente se prepara para celebrar estos días.

Quizá ¿Temes por tu situación económica o la del país? ¿Temes por tu salud o la salud de alguien cercano a ti? ¿Temes por la inseguridad a tu alrededor? ¿Temes por tu relación con tu cónyuge o tus hijos? ¿Temes fracasar de nuevo el próximo año como te pasó en este que termina? ¿Temes quedarte solo? ¿Temes no poder abandonar esos malos hábitos que te continúan esclavizando?

Si estás en alguna situación como las mencionadas, ¿Qué requerirías para tener paz en este día? ¿Qué podría darte tranquilidad? ¿Qué podría cambiar tu angustia en gozo seguro?

Hace cientos de años, a un grupo pequeño de hombres les dijeron estas palabras: “No tengan miedo”. Y las buenas noticias que les dijeron a continuación, llevaron sus vidas del temor al gozo. La verdad histórica que les comunicaron también puede seguir llevando vidas del temor al gozo.

En el evangelio de Lucas 2 se nos dice lo siguiente:

“En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños. Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor”. (Lucas 2:8-9)

En las ilustraciones o representaciones navideñas, los pastores se ven como personajes atractivos, pero déjenme decirles algo sobre los pastores. Los pastores en esos tiempos no gozaban de muy buena aceptación ni religiosa ni socialmente. Como la naturaleza de su trabajo era estar básicamente ausente de la vida religiosa la mayor parte del tiempo, no cumplían con los rituales, las fiestas y otro tipo de ceremonias, por lo que eran vistos como personas no aceptables religiosamente hablando. Tampoco gozaban de buena reputación socialmente. En las cortes no se les permitía ser testigos. La palabra de un pastor de ovejas en aquellos tiempos no tenía mucha credibilidad.

Además, imagínate estar todo el día cuidando un rebaño de animales mal olientes a la intemperie. Los pastores no eran el tipo de personas que quizá invitarías a tu cena navideña de esta noche. Cuando un pastor trabajando pasaba junto a ti, no podía pasar inadvertido. En fin, los pastores eran las personas más inesperadas para recibir este anuncio. Lo último que harías sería pensar en dar este anuncio a los pastores.

Su trabajo era simple, rutinario, sin mucho desafío. Aquella noche estaban haciendo lo que se suponía que debían hacer: cuidar sus rebaños en la noche. Pero de pronto sucedió algo totalmente fuera de lo común y extraño: Se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor Y TUVIERON GRAN TEMOR.

Cualquier persona se hubiera puesto a temblar con tal experiencia. No sólo por el ángel sino que la gloria del Señor los rodeó de resplandor. (Moisés experimentó algo así cuando estuvo ante la zarza ardiente, Isaías tuvo una experiencia similar en el templo) No puedes estar delante de la gloria de Dios sin que te llenes de temor.

Por eso no es para menos que hayan tenido gran temor ante esta visión celestial. Antes de decir cualquier otra cosa, el ángel les dice: No tengan miedo. No teman. Este mensaje inicial es una constante en toda la historia de la navidad: A Zacarías le dijeron: No temas. A José le dijeron: No temas. A María le dijeron: No temas. A los Pastores también les dijeron: No temas.

Y entonces, les da la clave para disipar su temor. Les indica porqué en vez de temor o pánico, debían tener gozo exuberante y les dice:

“Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»” (Lucas 2:10-12).

Las buenas noticias que cambiarían su temor en gran gozo era el nacimiento histórico de un niño. Siempre los nacimientos son ocasión de celebración. El nacimiento de un niño son noticias que queremos comunicar. En algunos lugares se tiene la costumbre de que cuando nace un bebé en la familia, se envían tarjetas a los familiares y amigos anunciando el nacimiento con el nombre del bebé, cuándo nació, donde nació, cuánto midió y cuánto pesó.

Aquella noche, el anuncio no fue una tarjeta o una llamada por teléfono, sino fue todo un despliegue de la gloria celestial. Y no era para menos, porque esa noche estaba ocurriendo un evento histórico de trascendencia cósmica y eterna. Ese niño era sumamente especial y sin igual.

Dios despliega su gloria ante un grupo de insignificantes pastores y les anuncia que en la ciudad de David (Belén) había nacido el salvador. Que ese día era día de fiesta y celebración. Día de salvación, día de gloria. El Cristo, el Mesías había nacido. El ángel también les da una señal para que identificaran y confirmaran lo que les estaba diciendo.

La señal no sería el lujo de las ropas que tendría el niño. No sería lo majestuoso del palacio donde estaría este rey. No sería el séquito que tendría a su alrededor el pequeño. La señal era algo totalmente inesperado. El niño estaría envuelto en trapos acostado en un pesebre, acostado en un cajón donde se le da de comer a los animales. ¡Qué raro! ¡Qué contraste! ¡Qué paradoja! ¡Qué giros tan inesperados!

Como el evangelio de Mateo 1:23 lo resume: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»). Este era un nacimiento especial y sin igual.

En su anuncio se indica que el niño nació en la ciudad de David, que era la pequeña Belén. Y se describe la naturaleza de su misión. El es Salvador. Nació un salvador. Pero ¿Quién necesita un salvador? Todo aquel que si alguien no hace algo por él, está yendo a la catástrofe total. Todo aquel para quien no hay mañana. Todo aquel que está absolutamente inhabilitado para salir por sí mismo de su problema.

El problema más grande del ser humano es el pecado y por eso todos necesitamos un salvador. Es decir, Personas como yo, no tienen oportunidad sin un salvador. Personas como tú, tampoco la tienen a menos que cuenten con un salvador.

Lo que más necesitamos como humanidad nos fue dado en la forma de un pequeño recién nacido. Puede haber alegría y gozo, en vez de temor pues nos ha nacido un salvador. Ese salvador es el Cristo (El Mesías), el ungido; ese Niño es El Señor. Su nombre es Jesús, que significa Salvador, y él vino para salvarnos de la exclusión de la gloria, de la condenación eterna y de la ira venidera. Jesús es buenas noticias para los que necesitamos a un salvador, porque Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

El anuncio a los pastores es a simple vista inesperado para nosotros y ese impacto debe causar en nosotros el relato bíblico, pero cuando analizamos el evento más cuidadosamente a la luz del Antiguo Testamento, podemos ver que aunque indignos de tal mensaje aquellos pastores, eran al mismo tiempo, los más indicados para recibirlo.

No tanto porque ellos eran dignos de recibirlo sino por la naturaleza de la misión del niño que les era anunciado. El niño que nació, era básicamente, uno de ellos. Era un pastor. Era el pastor deseado, profetizado y esperado por generaciones.

Recordemos que el niño era el hijo de David, es decir, era descendiente de David, y había nacido al igual que David, en aquella insignificante pero tan relevante Belén de Judea.

El Salmo 78:70-72 nos dice: Escogió a su siervo David, al que sacó de los apriscos de las ovejas, y lo quitó de andar arreando los rebaños para que fuera el pastor de Jacob, su pueblo; el pastor de Israel, su herencia. Y David los pastoreó con corazón sincero; con mano experta los dirigió.” Así como David fue elegido de entre los pastores de ovejas para ser el pastor de Israel, también Jesús, el hijo de David, es anunciado a los pastores porque sería el Pastor de pastores del pueblo de Dios.

Esta es la esperanza reflejada en la época de los profetas del Antiguo Testamento:

Y el profeta Ezequiel 34:11-16 “Así dice el SEÑOR omnipotente: Yo mismo me encargaré de buscar y de cuidar a mi rebaño [...] Yo mismo apacentaré a mi rebaño, y lo llevaré a descansar. Lo afirma el SEÑOR omnipotente. Buscaré a las ovejas perdidas, recogeré a las extraviadas, vendaré a las que estén heridas y fortaleceré a las débiles […] Yo las pastorearé con justicia.

La esperanza del pueblo era que vendría un pastor que sería el que guiaría al pueblo de Dios hacia su libertad. Esa noche, los indignos e insignificantes pastores de Belén, recibieron el anuncio de la gloriosa venida del pastor deseado, profetizado y esperado por tantos años. Dios entregó este anuncio de la manera que mayor gloria trajera a su nombre, siguiendo su acostumbrada pauta: ¡Cuánto más indigno es el que recibe, más glorioso es el que da!

Jesús, el hijo de David, es nuestro pastor. El dijo: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10:11) Su misión era salvar al condenado, al perdido, al inhabilitado y lo hizo tomando nuestro lugar. El vivió la vida perfecta que nosotros no podemos vivir, y a pesar de ser justo y santo, llevó a cuestas una cruz hasta el calvario, una cruz que no merecía, una cruz que él eligió cargar. Y allí extendió sus brazos y derramó su sangre preciosa. El recibió la exclusión de la gloria, él recibió la ira de Dios, él recibió la condenación en lugar de los verdaderos culpables, de los verdaderos pecadores.

Estas son buenas noticias para un pecador como yo. Yo que crecí en la iglesia escuchando de Dios y de Jesús. Que aprendí muchos pasajes de la Biblia y los usaba para ganar argumentos a gentes de otras religiones. Que participé en cuanta actividad de la Iglesia había. Que me ufanaba de mi buena conducta, mis buenas calificaciones y mis buenas amistades. Sin embargo, paradójicamente, todas estas bendiciones yo las usaba como una cortina de humo para no enfrentar mi realidad. Yo estaba tan necesitado de un salvador como el peor de los asesinos, de los violadores, de las personas sin escrúpulos.

Y sabes, tú también estás igual de necesitado de un salvador. Puedes mirar a tu alrededor y cada una de las personas que ves necesitan un salvador, no importa cuánto tiempo tienes asistiendo a este lugar o a otra iglesia cristiana. Con apóstol Pablo también puedes decir como yo: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuáles yo soy el primero”.

Todos necesitamos un salvador y precisamente esas son las buenas noticias de la navidad que pueden cambiar nuestro temor en gozo: “Os ha nacido hoy en la ciudad de David un salvador que es Cristo el Señor”.

Cuando los pastores fueron a Belén y encontraron al niño tal como se le había dicho ellos cambiaron su temor en gozo porque habían encontrado al Salvador. Lucas 2:20 nos dice: Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho.

Las buenas noticias de Jesús es lo único que cambia nuestro temor en gozo. Sólo Jesús, el Salvador, nos lleva del temor al gozo.

¿Cuál es tu temor este día? ¿Qué es lo que te angustia e inquieta? ¿Qué es aquello que te tiene sin gozo este día? Yo quiero decirte lo que el ángel le dijo a los pastores: “No temas”. ¿Por qué? Porque hay buenas noticias. Hay razón suficiente para tener una nueva esperanza, una nueva vida, una nueva paz y seguridad: El Cristo, El Señor, el Mesías, El Salvador, ha llegado. El ha llegado y las cosas ahora son diferentes.

Si por primera vez estás escuchando acerca de este gran salvador nacido en la primera navidad, te animo a que pongas tu fe y tu vida en él porque sólo a su lado puedes encontrar paz en medio de tribulaciones y aflicciones, sólo en Jesús el salvador puedes ser llevado de la realidad del temor a la realidad del gozo de estar seguros en las manos de nuestro gran salvador.

Si ya estás en una relación creciente con el Salvador, adora a Dios en medio de tus circunstancias difíciles. Anímate en medio del temor. Obedece en medio de las circunstancias confusas. El Cristo, el Mesías el Salvador ha llegado. Él es quien te conduce en medio de las dificultades al gozo de Dios. Confía y comparte estas buenas noticias a tu alrededor.

Celebremos al gran Salvador de nuestras vidas, amando lo que él ama, anhelando lo que él anhela, haciendo lo que él hizo: vivir cada día para la gloria de nuestro Dios.