Summary: No necesitamos amarnos a nosotros mismos porque ya lo hacemos y mucho, sino necesitamos a Jesús para verdaderamente amar a los demás para la gloria de Dios.

Intro: Un compañero me platicaba que cuando era niño le gustaba mucho encender fuegos. Se quedaba admirando las flamas del fuego, su color y el calor que despedían. Por supuesto, sus padres le prohíban esto y lo regañaban cada vez que lo descubrían, sobre todo porque en su casa había muchas cosas de madera y artículos inflamables.

Un día, este niño encontró una vela, la llevó a su cuarto y cerró la puerta tras él. Encendió la vela y comenzó a admirar el fuego. De pronto, escuchó los pasos de su mamá acercándose por el pasillo hacia su cuarto. En su desesperación y para no ser descubierto, lo único que se le ocurrió fue esconder la vela encendida debajo de su cama.

Su madre entró al cuarto y en seguida sintió el olor característico y le preguntó: ¿Encendiste un fuego? Y él contestó hasta con cierto grado de indignación: “Yo…¡No! Para nada”. Pero unos pocos segundos después se le cayó el teatrito cuando su cama empezó a quemarse detrás de él. Gracias a Dios, el fuego se pudo controlar y no pasó a mayores, más que él quedó castigado por un largo tiempo.

No se puede vivir en una mentira por mucho tiempo. Tarde o temprano nos llegan las consecuencias de la mentira. ¿Pero saben qué es peor que vivir en una mentira? ¡Es creer la mentira! Porque cuando crees una mentira ni siquiera es evidente para ti que estás destruyendo tu vida y la de los que te rodean. Y a esas mentiras que a veces creemos nos estamos refiriendo este mes. Hoy concluimos nuestra serie de sermones que hemos llamado: “Mentiras Creíbles”, por ser muy comunes y muy creídas. Hemos estado tratando de desenmascararlas con la luz de la Escritura.

Hoy continuamos con la mentira creíble que dice: “Necesitas amarte”. El hecho de que esté siendo clasificada esta declaración como una mentira, ya debe estar alarmando a muchos. Y es que estamos muy acostumbrados a ver esta declaración: “Necesitas amarte” o “Tienes que amarte a ti mismo primero para poder amar a los demás”. “No puedes dar lo que no tienes. Si no te amas, cómo podrás amar a los demás”. “Tu problema es que no te amas lo suficiente”.

Atrevernos a decir este día que estas frases son esencialmente mentiras creíbles puede estar causando que algunos ya quieran levantarse e irse. Quizá has compartido en tu estado de Facebook o Instagram algo semejante, o has enseñado o dado este consejo a algún amigo o bien, lo has declarado con la misma convicción con la que dices: Dios es amor.

En fin, antes de que dejes de escuchar por estar yendo en contra de esta aseveración tan aceptada culturalmente, quiero decirte lo que no queremos decir cuando afirmamos que la frase “Necesitas amarte” es una mentira.

1. No estamos diciendo que no haya algo que hacer si te encuentras inconforme o con falta de contentamiento con tu cuerpo en general o con alguna parte del mismo. Tampoco estamos negando que esta experiencia de insatisfacción sea una realidad en la vida de muchas personas.

2. Tampoco estamos diciendo que no debas tener un concepto correcto y apropiado de ti mismo, de tal forma que sopeses tus puntos positivos y las áreas donde se necesita trabajar.

3. Mucho menos estamos diciendo que es correcto que atentes de alguna forma contra ti mismo por experimentar una sensación de desprecio hacia ti mismo.

No estamos diciendo ninguna de estas cosas, y aun así afirmamos que la frase: “Necesitas amarte o necesitas amarte más” es una frase que encierra toda una visión de la vida que es mentirosa o engañosa.

¿Entonces a qué nos estamos refiriendo? Bueno trataremos de explicar el punto lo más concretamente posible. Aunque esta frase esté muy diseminada en la cultura y muchas veces, parezca ser confirmada por la experiencia personal, como creyentes tenemos una regla de fe y práctica que es la Palabra de Dios.

Entonces, la primera pregunta que debemos hacernos al respecto es ¿Nos enseña la Biblia que debemos amarnos a nosotros mismos como una prioridad o como algo muy importante para la vida?

Podemos revisar de pasta a pasta de la Escritura y no encontraremos esa indicación, sino todo lo contrario. La Biblia nos insta a amar a otros, a pensar en otros, a servir a otros, a considerar a otros primero, antes que a nosotros mismos. ¡Ese sí es un énfasis de la Escritura! Pero el amor a uno mismo, como indicación u ordenanza, es un pensamiento ajeno a la Escritura.

Alguien dirá, permítame pastor, ¿Qué me dice de Mateo 22:37-40? Veamos qué dice: —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.

Ante las preguntas tramposas de los Escribas y Fariseos, Jesús resume lo más importante en toda la Biblia y habla de dos mandamientos: 1. Ama a Dios y 2. Ama a tu prójimo. Hay dos mandamientos importantísimos que resumen toda la ley y los profetas: Amor a Dios y amor al prójimo.

Y en el segundo gran mandamiento, Jesús agrega la famosa frase: “como a ti mismo”. De ahí se han basado algunos para sugerir que Jesús está implicando la prioridad que tiene el amarse a uno mismo. Algunos llegan al punto de decir que hay tres mandamientos en estos versículos: amor a Dios, amor al prójimo y amor a uno mismo.

Pero por supuesto, que hay sólo dos mandamientos aquí y Jesús es explícito al decir que son “el primero” y “el segundo”, es decir, dos. No hay ningún tercer mandamiento. El “como a ti mismo”, no es ningún mandamiento, sino es una comparación en la que se asume el hecho de que la persona se ama a sí misma.

El mandamiento que resulta es congruente con el resto de la enseñanza de la Escritura: Ama a tu prójimo, ¿Cómo o en qué medida? ¿O qué punto de referencia concreto puedo tener? Debes amarlo como ya, y de hecho, te amas a ti mismo. Esta cláusula lo único que hace es reiterar una medida o punto de referencia concreto del deber que tenemos de amar al prójimo. Como ya buscas las mejores cosas para ti, así debes quererlo para tu prójimo. Como ya quieres el mejor lugar en la mesa o la mejor posición en el trabajo, o el honor en la familia, o el reconocimiento en tus labores, así debes quererlo para tu prójimo.

Como vemos, este versículo que se usa para defender la postura que pone como prioridad el amor a uno mismo desde un supuesto punto de vista bíblico, no está enseñando eso. Es más la Escritura afirma en otros partes lo contrario:

Por ejemplo, Efesios 5:28-29: El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia.

Aquí el apóstol dando instrucciones a los esposos les dice que deben amar a sus esposas y cuando amas a tu esposa, estás amándote a ti mismo porque eres una sola carne con ella. Y luego hace una declaración categórica: “Nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo”. La enseñanza bíblica aquí es tajante. No hay alguien que en verdad haya odiado o aborrecido su propio cuerpo, sino lo alimenta y lo cuida. En pocas palabras, no hay alguien que en verdad no se ame a sí mismo.

¿Qué está diciendo pastor? Exacto, oíste bien. De acuerdo con la palabra de Dios, no hay una sola persona que no se ame a sí misma.

Todos nos amamos y de hecho, demasiado. Pero y aquellas personas que se sienten menos que los demás, achicados ante la presencia de otros, constantemente sintiéndose miserables por algún rasgo de su cuerpo o de su vida. ¿No me digas que estos se aman a sí mismos? Por supuesto que lo hacen. Si en verdad no se amaran a sí mismos, estarían de fiesta cuando los rechazan, cuando los discriminan, cuando les dicen cosas horribles otras personas. Estarían gritando de júbilo y felicidad: “Nadie me acepte” “¡Yupi!” “¡Qué felicidad no me invitan a sus reuniones!” “¡No me incluyen en sus fiestas!” “No me tomen en cuanta o no me toman en serio” ¡Qué feliz soy!

Por supuesto, que no ves a alguien así...¿verdad? Si nos sentimos miserables en circunstancias como estas, es porque nos amamos en verdad. Si no, no nos importaría. Yo quiero lo mejor para mí, porque ya me amo.

Pero Pastor, el que se destruye a sí mismo esclavizado por el alcohol o las drogas, no puede ser que se ame a sí mismo. Si lo hiciera, no haría tales cosas. O el que se suicida, no se ama a sí mismo porque atenta contra sí. Pero aún esas personas sí se aman y muchísimo. Se aman tanto que, en un momento dado, ya no importan las súplicas de sus familiares, de sus hijos, de su iglesia. No importa, al final de cuentas, dejar a su familia sin sustento, sin alimento o con el dolor que no se va. Se aman tanto a sí mismos que sólo piensan en ellos mismos y encontrar el satisfactor que hallan en las substancias o el alivio a su dolor que supuestamente encontrarían en la muerte.

La Biblia tiene razón al decir que nadie ha aborrecido jamás su propio cuerpo. Es verdad. Todos nos amamos. Por eso, cuando escuchamos la mentira creíble: “Necesitas amarte” podemos detectarla y rechazarla. Es mentira porque no necesitas amarte, pues ya te amas y mucho. La Biblia no me insta en ningún lugar a amarme a mí mismo porque Dios sabe cuánto ya me amo a mí mismo y que lo que necesito es alejarme de este ensimismamiento y egolatría, y disponer mi corazón para amar, servir, respetar a otros.

Creer esta mentira, de que mi mayor necesidad es amarme a mí mismo, me desviará de la verdad de Dios acerca de mí mismo y de mi propósito en la tierra. Esta mentira lo que hace es reforzar lo que tanto nos gusta: nosotros mismos como lo más importante y prioritario.

Por eso la Escritura vez tras vez sí nos ordena y nos lleva a dejar de pensar en nosotros mismos y comenzar a poner a los demás primero. La inercia de nuestro pecado será centrarnos enfermizamente en nosotros mismos, pero la Palabra de Dios nos fue dada para revertir esos efectos del pecado y lo que encontramos es un constante envío a amar a los demás.

Filipenses 2:3-5 dice: No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás. La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús.

Este es, apenas, uno de tantos pasajes que nos envían a amar y considerar a los demás primero. El egoísmo y la vanagloria son dos motores para la acción porque nos amamos mucho a nosotros mismos y nos tomamos muy en serio. Por eso es necesario alejarnos de nosotros mismos y orientarnos hacia no pensar en nosotros primero, sino en los demás.

Considerándolos más importantes, superiores, que yo y por supuesto, tratándolos así. Nuestro problema es que pensamos que nuestro tiempo, comodidad, preferencias, deseos, tienen prioridad porque en el fondo pensamos que somos más importantes que los demás. Pero aquí Dios me convoca a un cambio de mentalidad: No yo soy el más importante, los demás vienen primero.

Lo que sale de nuestro corazón con facilidad es velar por nuestros intereses, nuestros derechos, nuestras opiniones, nuestros planes. Pero aquí la Escritura nos está diciendo que antepongas los intereses de los demás a los tuyos. Que pienses en cómo tus decisiones, pensamientos, palabras y acciones afectarán a los demás, y busques intencionalmente tomar en cuenta sus intereses, sus deseos, sus opiniones, sus planes.

La Biblia constantemente nos envía a pensar menos en nosotros y más en los demás. Esto es lo que realmente necesitamos. Porque por amor a nosotros mismos, no paramos. Pero el amar a los demás, se nos tiene incluso que ordenar con toda claridad.

Y este pasaje nos refiere que esta manera de vivir, es el reflejo de la vida de Cristo. Nuestra actitud debe ser la misma que Cristo Jesús. Quien no pensó en sí mismo. No enfatizó en su vida el amor a sí mismo. No enseñó el amor a uno mismo como una necesidad, sino todo lo contrario. Nos enseñó a despojarnos de nuestro egoísmo, de nuestro gran amor a nosotros mismos y entregó su vida en la humillante cruz y resucitó al tercer día para ser el Rey de Reyes y Señor de Señores.

Este es Jesús, quién ante las palabras de Pedro: «Señor, ¡ten compasión de ti mismo! ¡Que esto jamás te suceda!» (Necesitas amarte Jesús a ti mismo) y esto a razón de que Jesús les había dicho que Él padecería sufrimientos, sería crucificado y resucitaría al tercer día, Jesús le dijo a Pedro: «¡Aléjate de mi vista, Satanás! ¡Me eres un tropiezo! ¡Tú no piensas en las cosas de Dios, sino en cuestiones humanas!»

Este es Jesús quien gracias a que no enfatizó en su vida el amor a sí mismo, es que completó su obra y nos ha reconciliado con Dios.

Y hoy día, todos los que se arrepienten de sus pecados, de su egoísmo, de su ensimismamiento y se acogen por la fe al cobijo de Jesús, pueden tener una nueva relación con Dios quien les habilita por medio de su Espíritu Santo para amar a Dios con todo su corazón y a su prójimo como a sí mismos.

Por eso, no necesitamos amarnos a nosotros mismos porque ya lo hacemos y mucho, sino necesitamos a Jesús para verdaderamente amar a los demás.

Pero aun así con todo lo dicho, pensarás: Pastor, pero que de aquellos diagnosticados con un pobre amor a sí mismos. Qué de aquellos que se desprecian, se ningunean, se achican ante el mundo y los demás. Qué de aquellos que se permiten recibir abusos y maltratos porque sienten que los merecen por ser tan poca cosa. ¿A caso para ellos la solución no sería el que se amen a sí mismos?

Como hemos dicho, el problema no es falta de amor a uno mismo. Si se sienten miserables es porque se aman y no quieren, ni deben, sentirse así. Si se les diagnostica como faltos de amor a sí mismos, es un diagnóstico errado y que también ofrecerá una solución errada.

El problema de tales personas no es falta de amor a sí mismos, sino otro problema que bien valdría la pena una serie completa de sermones, y que es el temor al hombre.

Si una persona está teniendo este tipo de vida y este tipo de experiencia es porque está viviendo queriendo llenar los criterios del hombre y está queriendo vivir ante el agrado y aprobación del ser humano. Es decir, para esta persona, los criterios de vida impuestos por los demás se vuelven la manera en que mide y ve su vida, y los ojos a quienes quiere agradar, no son los de Dios, sino los del hombre. Entonces, al no alcanzar la medida del hombre y no agradar al hombre como desea, se siente miserable y fracasado, y achicada y poca cosa. Esto la Biblia le llama: Temor al hombre. Cuando consideramos al hombre como más grande, más confiable, más deseable, más seguro, que Dios.

La solución no es amarse a sí mismo porque ese no es su problema. La solución es temer y amar al Señor con todo su corazón y vivir ante él y para su gloria. Si Dios es por nosotros, quién contra nosotros. Si Dios está de nuestra parte, qué temeré que pueda hacerme el hombre. Dios tiene que ser más grande en mi vida que el ser humano.

En fin mis hermanos, vivimos en el mundo y estamos rodeados de muchas mentiras, pero tenemos la verdad en la Palabra de Dios. Necesitamos ser cada vez más estudiosos de la verdad de Dios para detectar las mentiras que se filtran sutilmente a través de medios entretenidos. No dejemos de examinarlo todo con los lentes de la Escritura.

Necesitas amarte a ti mismo, aunque parece una aseveración verdadera y apelante, es de hecho, una mentira creíble. No necesitas amarte porque ya te amas lo suficiente. Si pareces no amarte no es por falta de amor a ti mismo, sino porque estás viviendo para el hombre y ante el hombre, en lugar de estar viviendo ante Dios y para Dios.

Esta mentira entonces nos puede llevar tristemente a encerrarnos en nosotros mismos y a fomentar nuestro egocentrismo que nos viene con mucha naturalidad. Pero la solución en Cristo es que hemos recibido el amor de Dios y debemos ser canales de ese amor hacia los demás.

Como dice Romanos 13: 8: No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley.

Se nos habla de una deuda que nunca dejaremos de pagar, por más pagos por adelantado, por más bonificaciones, por más letras que paguemos, esta deuda siempre quedará abierta. La Biblia dice: No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros.

La Biblia nos enseña que tú y yo somos deudores de amor hacia los demás. No podemos decir: “es que ya amé demasiado”, ya “pagué” demasiado en lo que al amor se refiere hacia mi prójimo. Siempre quedamos deudores hacia nuestro prójimo y debemos seguir haciendo pagos de amor hacia él o ella.

La razón es porque nuestro acreedor no es nuestro prójimo. Es decir, no estamos pagando de vuelta el amor que nuestro prójimo nos haya dado. No eso nos hace deudores hacia él. Nuestra deuda hacia al prójimo se ha contraído por el amor que hemos recibido del Padre celestial. El Padre nos amó tanto que envió a su Hijo para salvarnos cuando éramos aun pecadores. Tal amor recibido del Padre nos hace deudores hacia nuestro prójimo. Así como hemos recibido el amor del Padre, así mismo debemos dar amor al prójimo.

Por eso decimos, no necesitamos amarnos a nosotros mismos porque ya lo hacemos y mucho, sino necesitamos a Jesús para verdaderamente amar a los demás para la gloria de Dios.