Summary: La esencia de la pureza cristiana

La pureza en la vida

Intro. Recuerdo en mis tiempos de adolescencia temprana que todas las tardes después de comer y hacer la tarea, salíamos a la famosa “cáscara” de fútbol. La calle de la García Ginerés (bueno, realmente carrillo y anconca) se convertía en el Azteca o el maracaná. Después de varias horas de estar jugando, nos daba mucha sed. Pero eso lo resolvíamos muy fácilmente. Íbamos a cualquier toma de agua potable y nos saciábamos. Directamente del tubo o de una manguera, no importaba, el agua estaba deliciosa. Así que yo me acostumbré a tomar directamente el agua de la llave.

Cuando me casé, aunque ya empezaban a ser algo mucho más común el agua purificada, para cuidar la economía familiar incipiente, acordé con Delia que no compraríamos agua sino beberíamos de la llave. Pero después de los primeros días tuve que llevar a Delia al Doctor por una terrible amibiasis. No contaba yo que Delia, estaba acostumbrada a tomar agua purificada. Desde entonces, en mi casa tomamos agua debidamente purificada.

En nuestros días hay una creciente preocupación por la pureza en la vida: desinfectamos los vegetales, cocinamos bien la carne; queremos que la miel esté pura; queremos mascotas de raza pura; Es decir, nos preocupa que en nuestra vida hayan cosas libres de contaminación, libres de impurezas, libres de escoria. Queremos las cosas limpias sin alteraciones y tal como originalmente deben ser.

En la Biblia, también la pureza es muy importante. No sólo por la pureza física, sino sobre todo por la pureza espiritual. Los sacerdotes tenían que mantener una pureza ritual para poder ministrar en el templo; habían mandamientos específicos que debían observar para poder ministrar. No cabe duda, la pureza es un tema muy importante también en los tiempos bíblicos.

En los tiempos de Jesús, había personas muy preocupados por la pureza. De hecho, diseñaron reglas para cuidar este aspecto de su vida. Estas reglas decían que no debías tocar nada sucio o contaminado. Si ibas a comer, debías lavar tus manos varias veces. Si ibas a comer tu plato y tu vaso debía ser lavado varias veces. Estos hombres pensaban que la pureza se mantenía manteniendo limpio lo de afuera, lo externo, aquellas cosas con las que tenías contacto.

Marcos 7, nos narra un encuentro de estas personas con Jesús y sus discípulos. Dicen los primeros versículos (1-2)

“Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén; los cuales viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con las manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban”

Allí estaban los discípulos de Jesús, todos hambrientos a la hora de la comida, qué les iba interesar lavarse las manos, ellos “pa’ lo que vinieron”. Y estos religiosos que cuidaban mucho la pureza de lo que comían y tocaban, de acuerdo con las reglas que habían diseñado, los reprobaban.

Tanta era su indignación por esas acciones de los discípulos de Jesús, que fueron ante Jesús y le preguntaron (v.5): ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?

No se cual hubiera sido tu respuesta, quizá yo hubiera tratado de disculparlos, “dispénselos es que su mamá no les enseñó que tenían que lavárselas” o “Es que tenían tanta hambre que no podían esperar más”.

Pero la respuesta de Jesús nos sorprende: (v.6-7) “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”.

La respuesta de Jesús desenmascara el problema de estos religiosos respecto a la pureza. Ellos habían estado enfocándose en las cosas externas, habían diseñado reglas para no tocar cosas, para no ver cosas, para no ingerir cosas que pudiera dañar su pureza (que por supuesto, no era malo como medida de sabiduría), pero habían elevado esas reglas humanas al nivel del mandamiento de Dios. Lo que es más, por cumplir esas reglas que atendían asuntos externos estaban sustituyendo el mandamiento de Dios. Jesús los denuncia al decir: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”. Es decir, el asunto no es meramente externo, sino más bien interno. Tus acciones deben venir de un corazón bien orientado.

Y esta es la clave de enseñanza para nosotros: La pureza es principalmente un asunto interno, un asunto del corazón.

(v.14-15) Jesús sigue diciendo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar, pero lo que sale de él, eso es lo contamina al hombre. Si alguno tienen oídos para oír, oiga”.

Jesús, dice, amigos la contaminación realmente no viene de afuera, sino de adentro. Las reglas humanas que diseñamos para cuidar la pureza desde afuera, poco pueden hacer realmente contra la impureza que viene de adentro.

Los discípulos no entendieron estas palabras (como quizá tú y yo esta mañana) así que le preguntaron a Jesús, qué había querido decir. Cómo tú y yo, quizá estaban pensando: ¿cómo está esto Jesús? Yo siempre he pensando que si cuido lo de afuera (aquellas cosas con las que tengo contacto, que veo, que toco, etc. entonces ya tenía todas las bases respecto a la pureza. Y ahora tu me dices que el asunto no está afuera, sino adentro. ¿cómo es eso?

Jesús les responde de los versículos 18-23: “¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Pero les decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre”.

Jesús deja claro una vez más el asunto. La pureza es principalmente un asunto interno, del corazón.

Esta lección es muy importante para nosotros hoy. Seguramente, nos preocupa la pureza en la vida. Queremos tener pensamientos puros, palabras puras, acciones puras. Es decir, tener una vida libre de la contaminación del pecado. Para esto muchos de nosotros hemos tomado medidas muy buenas. Somos estrictos en cumplirlas. Ejemplos:

1.Conferencista que no llega en cuartos de hotel, prefiere llegar en casas para no ver televisión

2.Un hombre que le pidió a un compañero que le pusiera el programa en la computadora que bloquea todas las páginas pornográficas de Internet y sólo su compañero tiene la clave para desactivar esa protección.

3.Los diáconos de nuestra Iglesia, no cuentan el dinero si no hay tres diáconos presentes.

4.Como padres monitoreamos qué programas de televisión ven nuestros hijos.

Todo esto es magnífico!! Todo esto son medidas de protección necesarias para procurar la pureza. Pero el asunto no termina allí. Porque por muy buenas que sean todas medidas, el asunto de la impureza va más profundo. La pureza es principalmente un asunto interno del corazón. No basta con que nos preocupas por lo de afuera y ser estricto con las cosas externas (lo cual es maravilloso), en asuntos de pureza tenemos que lidiar sobre todo con nuestro corazón.

El corazón desde la perspectiva bíblica (no es el órgano, tampoco son las emociones, tampoco es el cerebro). El corazón es tu centro de operaciones, es donde se genera todo lo que piensas, dices o haces. El corazón es el hombre interior, lo que somos por dentro, nuestro aspecto inmaterial o espiritual. Es donde albergamos los anhelos, los deseos, las creencias, los motivos, los tesoros, lo que valoramos más, en fin, es el centro de operaciones de tu vida. Por eso, Jesús dice, que de él salen las cosas que nos contaminan.

Entonces, una vida de pureza surgirá naturalmente de un corazón puro. ¿El problema es que quién conoce y puede cambiar su propio corazón? Las buenas noticias es que hay alguien que se encarga de trabajar directamente con nuestros corazones. Ese es nuestro Dios. El evangelio es quien puede transformar corazones

Por eso esa mañana:

1.Qué bueno que has estado cuidando lo que ves, oyes y tocas. Son medidas de protección muy buenas. Si no lo has estado haciendo, es importante que lo hagas. Pero tienes que dar un paso más profundo, porque la pureza es principalmente un asunto interno, un asunto del corazón.

2. Si estás lidiando con la impureza, reconócelo delante de Dios, ven a él humildemente clamando a él: “Crea en mí oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Refúgiate en su gracia. El que se humilla será exaltado.

3.Mira la hermosa promesa para los que se humillan y corren a la gracia de Dios para una transformación de vida: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”