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Summary: más. Teme sólo al Señor porque es el único en quien está segura tu vida.

Teme al Señor: Su poder

Salmo 91

Intro. Si conversas con tus abuelos acerca de cómo era la relación con sus padres y mayores, en general, la respuesta será que tenían una relación distante, relacionalmente hablando, pero con un sentido de respeto y honor hacia ellos como ya no vemos en nuestros días. Te referías a ellos de “usted”, no de tú. No podías decir cosas, ni de broma, en la mesa como: “Estás loquito papá”, porque era considerado una falta mayor, y en el mejor de los casos, se quedaba en un fuerte regaño.

Con las nuevas generaciones, todo esto ha cambiado y en varios casos, es el extremo contrario. Hoy día los padres y los abuelos son “cuates” o “amigachos” de sus hijos. Es decir, hay una cercanía relacional muy intensa, pero a veces, puede rayar en una falta de respeto y honra hacia los padres y los mayores. En casos extremos, los hijos son los que dicen qué se hace en casa, e incluso llegan a ser violentos física o verbalmente con sus padres; y los padres, sobreprotegen a sus hijos al grado de no hacerlos responsables de sus palabras y acciones.

Por supuesto, ninguno de los extremos es correcto, en la relación de padres e hijos debe haber claramente una cercanía evidente en afecto, palabra y acción, pero al mismo tiempo, debe estar regida y dirigida por un marco claro de honra y respeto en ambos sentidos.

Dios ha establecido estructuras claras y bíblicas para que nuestras relaciones funcionen bien y para su gloria.

Pero no solo en cuanto a las relaciones humanas debemos vivir en esa estructura clara de autoridad y honra, sino también, y sobre todo, en nuestra relación con Dios.

Quizá antes de conocer la gracia del Señor en tu vida, te parecía que Dios era distante, ajeno, airado y quizá, hasta un juez con el martillo listo para darte en la cabeza. Pero al ser alcanzado por la gracia, percibes como que ahora Dios se ha acercado, está presente, es bondadoso y es un juez que te ha perdonado todo por la obra del Señor Jesucristo.

A tu parecer, Dios dejó de ser ese Dios severo y castigador y ha llegado a ser “papi”, “Diosito”, mi “cuate”, el que me consiente, el que está dispuesto a todo por mí.

Al igual que la relación con nuestros padres y abuelos, en nuestra relación con Dios hay aspectos que son ciertos, pero que cuando los sobre enfatizamos a expensas de otros aspectos también bíblicos, resulta en una relación distorsionada con Dios.

Es cierto que Dios por su gracia demostrada en Cristo, ya dejó de ser “peligroso” para el pecador arrepentido y perdonado. Es cierto, que sus hijos, salvados por gracia, ya no tenemos que tener pavor ante el juicio justo de Dios porque tenemos un abogado delante del Padre, que es nuestro Señor Jesucristo. Es cierto, que ya no tengo que andar en ansiedad y angustia, pensando que Dios no me ama o que puedo perder su amor, porque en Cristo nada ni nadie me separa de él. Pero, nunca debo olvidar quién es Dios y cómo es Dios.

Porque si lo hago, puedo comenzar a dar por sentado muchas cosas y ofender a mi Dios y Padre que tanto me ama. Y eso, no es algo que un hijo quiera hacerle a su padre. Si lo hago, puedo neciamente pensar que puedo pecar intencionalmente y a sabiendas, total que Dios me perdona todo. Si lo hago, puedo ofender grandemente a mi Padre, menospreciando el sacrificio de Cristo y su sangre derramada por mí. ¿Qué clase de hijo sería entonces?

Por eso, este mes, en nuestra serie de sermones “Teme al Señor”, queremos explorar un aspecto importante de nuestra relación con Dios para que al contemplarle tal y como se revela en la Escritura, aprendamos el temor del Señor. De esta manera, evitaremos que, con un mal entendimiento de la gracia del Señor, asumamos que nuestro Dios es un gatito, cuando en realidad es más que un león.

Ahora bien, la frase “el temor del Señor” puede quizá darnos muchas ideas distintas a los que estamos aquí. Por eso, a manera de introducción al tema, creo que es necesario dar algún tipo de definición funcional para que nos entendamos al hablar de ésta verdad de la Escritura.

Primero, me gustaría que consideráramos, brevemente, algunos pasajes de la Escritura para ir dimensionando esto del temor del Señor y comenzar a tener un sabor de lo que estamos hablando.

Proverbios 1:7 dice: El temor del SEÑOR es el principio de la sabiduría; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción. (NBLA)

Si uno quiere ser sabio, lo primero que necesita es tener como base, el temor del Señor. Los necios, no tienen temor del Señor, por eso desprecian la sabiduría e instrucción que hay en él.

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