Summary: Habla de Jesús sin Palabras

Sin Palabras

Intro: Por la gracia de Dios, tuve la oportunidad de que durante mi adolescencia y juventud estuve siempre muy involucrado en las actividades de la Iglesia. Campamentos, retiros, reuniones, servicios comunitarios y demás actividades llenaban todo mi tiempo. La verdad es que pasábamos mucho tiempo fuera de casa haciendo cosas para Dios. Aunque mis padres estaban muy contentos por nuestro involucramiento, había algo que no les agradaba mucho. Era que, afuera de la casa y con otros, éramos serviciales, pacientes y diligentes, pero en casa, muchas veces éramos todo lo contrario. Por ejemplo, a veces esperábamos ser servidos, explotábamos de impaciencia y éramos negligentes en nuestras responsabilidades. Mi mamá tenía su forma de marcar esta incongruencia entre lo que decíamos y hacíamos. No decía: “Candil de la calle, oscuridad de su casa”. Es muy importante que exista congruencia entre lo que uno dice y lo que uno hace en toda situación o circunstancia en la vida. De otra manera, es difícil creer en las palabras de alguien cuando sus acciones están mostrando lo contrario. Como dicen por allá, “Tus acciones no me dejan escuchar tus palabras”.

Hemos estado hablando este mes de la importancia de compartir las buenas noticias. Las buenas noticias deben llegar más allá de nosotros. Debemos invitar a otros a una relación creciente con Cristo. Debemos contar la historia de lo que Dios ha hecho y hace en nuestras vidas. Pero aunque hablar de Cristo a otros es muy importante, también existe algo de igual importancia: Hablar a otros de Cristo, sin palabras. Es decir, viviendo vidas congruentes entre lo que decimos y hacemos.

Si nos visitas por primera vez, quizá está sea la razón por la que te animaste a venir hoy, porque conociste a una persona, que aunque con sus defectos y virtudes, está tratando de vivir aquello que te ha compartido. O tal vez lo contrario, esto haya sido la razón por la cual no te habías animado a considerar una relación con Dios, porque conoces personas que hablan mucho de Dios, pero viven como si no le conocieran. Esto es muy lamentable, y si esta ha sido tu triste experiencia, te animo a que no juzgues a Dios y su amor por el mal ejemplo que han dado algunos que dicen amarlo. Sino consideres en serio, su amor y perdón que están a tu alcance este día.

Los que estamos en una relación creciente con Cristo debemos hablar a otros de Jesús. Pero hoy queremos animarte a que hables de Jesús sin palabras. Habla de Jesús sin palabras.

Este es el ejemplo y enseñanza que encontramos en la vida de un hombre que dedicó su vida a llevar las buenas noticias más allá de él mismo: el apóstol Pablo. El habló de Jesús con palabras y sin palabras. Encontramos una historia muy interesante de su vida en el capítulo 16 de Hechos.

En el capítulo 16 del libro de Hechos encontramos al Apóstol Pablo en su segundo viaje misionero. En este viaje tenía como compañero principal a Silas que era parte importante de la Iglesia de Jerusalén. Primero fue a algunos lugares donde ya habían predicado y había iglesias para confirmar la fe los hermanos.

Pero encontramos algo interesante, en los versículos 6-8, nos dicen que aunque Pablo y Silas quisieron incursionar en Asia y en Bitinia (dos regiones cercanas a donde estaban), la Biblia dice que el Espíritu Santo no se los permitió. Ellos tenían todo el plan y la disposición para ir a estas regiones donde no había llegado nunca el mensaje, pero el Espíritu Santo tenía otros planes.

Por medio de un mensaje de parte de Dios, entendieron que Dios quería que fueran a la región de Macedonia. Macedonia estaba al norte de Grecia y la ciudad principal de esta región era la ciudad de Filipos.

En Filipos, todo parecía ir bien. Pablo y Silas fueron a las afueras de la ciudad y hablaron de Cristo a un grupo de personas, entre las cuales estaba una mujer llamada Lidia que respondió al mensaje del evangelio porque el Señor abrió su corazón para que escuchase. Esta mujer abrazó las buenas noticias con alegría y hospedó a Pablo y sus compañeros en su casa. Pablo seguía hablando de Cristo con confianza, sabiendo que Dios lo había enviado allá para llevar las buenas noticias del amor de Dios más allá de él mismo.

Pero cuando todo parecía ir a pedir de boca, por causa de una calumnia de unos hombres airados contra el apóstol, éste es llevado ante los magistrados y sin un justo juicio, como correspondía por ser ciudadano romano, fue echado en la cárcel, no sin antes probar muchos azotes.

Los versículos 23-24 nos dicen: “Después de darles muchos golpes, los echaron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los custodiara con la mayor seguridad. Al recibir tal orden, éste los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo.”

Los magistrados no sabían que estaban tratando con ciudadanos romanos y que como tales tenían derechos que debían respetar, a base de verdadero atropellos, los meten a la cárcel y los tratan como reos de alta peligrosidad. El carcelero en cumplimiento de su encomienda, los pone en el calabozo de más adentro y para cerciorarse de que nada ocurriera, los sus pies en el cepo.

¿No se qué hubieras hecho en tales circunstancias? Dios no les permitió ir a donde querían ellos a predicar y ahora que van a donde Dios les indica acaban humillados, golpeados y en una cárcel oscura, húmeda e incómoda como prisioneros de alta peligrosidad. Creo que yo me estaría quejando un poco….¿Y ustedes?

Pero Pablo y Silas siguieron actuando congruentemente con la fe que predicaban. Dice el versículo 25: “A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban”.

A Pablo y Silas continuaron con sus disciplinas espirituales como de costumbre. En vez de quejarse por su situación, decidieron confiar en el Dios que los había enviado a comunicar las buenas noticias y seguros en Su soberanía estaban en comunión con Él.

La Escritura dice que estaban orando y cantando himnos. Siendo ambos judíos, es muy probable que estuvieran cantando en su lengua materna. Además, Himno es una palabra que normalmente en la Biblia hace referencia a los salmos bíblicos. Así que es muy probable que los demás presos no entendían que estaban cantando, sin embargo, la Escritura nos indica que todos los escuchaban.

Imagínense la escena: dos personas con las heridas abiertas todavía de la golpiza injusta que les habían dado, en una celda oscura y totalmente insalubre, con la incomodidad de tener los pies atrapados en un cepo, pero en vez de quejarse, estaban alabando al Dios que predicaban. Esto es un gran ejemplo de congruencia. A la hora de la verdad, como decimos, “a la hora de la hora”, es cuando demostramos realmente nuestra fe. Y es muy importante tener esa congruencia entre lo que predicamos y lo que vivimos. Sin duda esto debió haber sido de impacto para todos los que atestiguaban el evento. Pablo y Silas estaban a hablando de Jesús sin palabras; estaban hablando de Jesús por medio de una vida congruente entre lo que predicaban y la manera que vivían.

La Escritura nos sigue diciendo que de pronto sobrevino un terremoto tan fuerte que removió los cimientos de la cárcel. Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las cadenas.

El pobre carcelero al ver las puertas de la cárcel abiertas de par en par, pensó que esto era su perdición, pues tendría que responder con su vida por los presos que le habían encomendado. Estaba a punto de atentar contra su propia vida cuando Pablo le gritó desde el fondo oscuro de la cárcel: “¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí!”

Entonces el carcelero tembloroso les preguntó: “Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?” y ellos le contestaron con las buenas noticias “Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos” (Hechos 16:31).

Y efectivamente, ese día él y toda su familia recibieron con gozo las buenas noticias del amor de Dios para ellos al enviar al Señor Jesucristo para vivir, morir y resucitar al tercer día y así ellos pudieran tener una relación creciente y viva con Dios.

Pablo y Silas en Filipos habían hablado abiertamente de las buenas noticias del amor de Dios, pero también habían acompañado y respaldado su mensaje con una vida congruente entre lo que predicaban y hacían. Una vida congruente es el mejor respaldo que tienen tus palabras. Por eso, decimos: Habla de Jesús sin Palabras.

Este mismo mensaje es el que el apóstol Pedro le da a las mujeres cuyos esposos no son creyentes. Les dice en 1 Pedro 3:1-2: “Así mismo, esposas, sométanse a sus esposos, de modo que si algunos de ellos no creen en la palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de ustedes que por sus palabras, al observar su conducta íntegra y respetuosa”

Aquí está otra vez este principio espiritual funcionando, compartimos las buenas noticias no sólo con nuestras palabras, sino sobretodo con nuestro comportamiento. Es decir, Habla de Jesús sin Palabras. Las esposas cristianas debían esmerarse por vivir de acuerdo con la Palabra del Señor de tal forma que fuera un testimonio indudable del poder de Dios en sus vidas ante sus maridos no creyentes. Sus propias vidas serían una comunicación clara y objetiva del poder de las buenas noticias del evangelio. Sus vidas deben causar en sus maridos “comezón” de escuchar acerca del Dios que está haciendo tales cambios en la vida de sus cónyuges.

Hablar de Cristo con alguien que no te bien es relativamente fácil. Después de vencer el temor inicial, lo demás va fluyendo con facilidad. Si tienes facilidad de palabra, con un poco de valentía, estarás bastante bien. Pero cuán distinto es hablar de Jesús a aquellas personas que te conocen cercanamente. Aquellos que nos han visto explotar de impaciencia, aquellos que han sido testigos de nuestras incongruencias, aquellos que han sido víctimas de nuestras faltas. Para ellos, quizá somos como una película con la banda sonora en silenciador. Es decir, pueden ver cómo se mueve nuestra boca para hablar pero no escuchan lo que sale de nuestra boca, porque lo que escuchan con mayor volumen es la manera en la que vivimos. Por eso se vuelve tan importante en ese contexto hablar de Jesús sin palabras.

Quizá la gente que no tiene una relación creciente con Cristo más cercana a ti ha escuchado ya demasiadas veces las buenas noticias. Quizá has bombardeado tu derredor con el mensaje una y otra vez, y no ves resultados. Quizá es tiempo de cambiar de enfoque. Enfócate en vivir en obediencia a la Palabra de Dios, para que sin palabras, les hables del Dios de la Palabra, reflejando su carácter en tu vida. Habla de Jesús sin palabras.

A manera de aplicación de esta verdad espiritual me gustaría sugerirte algunas acciones que puedes emprender para hablar de Jesús sin palabras.

1. Cuida tu relación con Dios celosamente. Nuestra relación con Dios debe ser real para que vivir congruentemente. Si no fomentas tu relación con Dios, tarde o temprano será evidente en tu vida. Comienzas a regresar a hábitos pecaminosos del pasado, la tentación te empieza a noquear, tus relaciones con otras personas comienzan a volverse ásperas, tu interés por el Reino de Dios comienza a declinar. Por más que hables a otros de Cristo, tu vida diaria no coincidirá con tus palabras.

Por eso aquilata tu relación con Dios como un tesoro. Aprovecha todos los medios de gracia (oración, estudio de la Escritura, compañerismo cristiano, los sacramentos, etc.) para conocer y amar más al Padre de la Gracia. Comentar… “A solas con Dios”.

2. Cuida tu testimonio diligentemente. . Como hemos dicho, tu vida dirá más que mil palabras. Con nuestro testimonio está en juego la reputación de Cristo. Tú eres el reflejo más cercano de Cristo que tienen tus familiares, amigos, vecinos y conocidos. Por eso, no bajes la guardia en ningún aspecto de tu vida; aférrate de la gracia transformadora de Dios para crecer a semejanza de Cristo.

3. Interésate genuinamente por las personas. Compartir las buenas noticias requiere inversión de tiempo. Tiempo para orar por la persona y tiempo para convivir con la persona. Se trata de desarrollar una relación genuina con el fin de crear un contexto en el que el Espíritu Santo haga su obra progresiva en la persona. Por eso, Interésate en verdad por las personas. Interésate en sus lágrimas y risas, en sus éxitos y fracasos, en sus fortalezas y debilidades. En fin, velas como Cristo las ve.

4. Se genuino con la gente. La gente que es cercana a ti te conoce en verdad. No hablemos como si fuéramos un producto terminado. Todavía estamos en proceso. Reconozcamos nuestras debilidades y luchas. Debemos mostrar a las personas que lo único que hace la diferencia es nuestra relación con Dios. No somos mejores que los demás, lo único que hace la diferencia es la gracia de Dios en nuestras vidas. Compartamos esa gracia con humildad.

5. Confía en que Dios está obrando. No es tu habilidad ni tu esfuerzo lo que logra resultados. No te angusties por tu inexperiencia, tus debilidades o falta de capacidad. La obra es de Dios, confía en él. El obra con nosotros, sin nosotros o a pesar de nosotros, por eso la gloria es sólo suya.

Conclusión: Las buenas noticias deben llegar más allá de nosotros. Como creyentes tenemos el gozo y privilegio de pasar la estafeta del evangelio y pasarla a otras personas. Para esto podemos atrevernos a invitar a las personas a esta relación con Cristo, podemos compartir nuestra historia de lo que Dios ha hecho y sigue haciendo en nuestras vidas, pero sobretodo, nuestra manera de vivir debe ser el discurso más sonoro y vivo del poder del amor de Dios. Por eso, habla de Jesús sin Palabras. Sea cual sea tu situación, tu condición, tu preparación, habla de Jesús sin palabras. Vive para él y para su gloria.