Summary: Coceptos bíblicos del matrimonio

Y vivieron felices…

Intro. Este mes estamos hablando de las complejidades de la dinámica de la relación entre él y ella. La semana pasada quedó muy claro que no todos vamos a casarnos, es más, que no todos debemos casarnos. La soltería es un estado santo, deseable y que glorifica a Dios. Porque no importa si estás soltero o casado, lo más importante es tu relación con Dios.

Hoy nos enfocaremos en el matrimonio, desde la perspectiva bíblica. Si eres soltero, por favor, no digas, esto no tiene nada que ver conmigo. Es muy importante que comprendas lo que la Biblia dice por si algún día recibes el llamado a la vocación matrimonial. También, estás rodeado de personas que sí están casadas y siempre un consejo bíblico es pertinente para las personas que están casadas y que están en tu círculo de influencia. Sea como sea, si en este momento te encuentras soltero, no te desconectes, sino pon atención a la Palabra de Dios que también es relevante para ti.

Hablando de matrimonio, este próximo miércoles 12 de mayo, mis padres cumplirán 50 años de casados. Estos acontecimientos familiares son muy especiales, no sólo porque es un privilegio tener a tus padres con vida, sino porque los matrimonios longevos van siendo cada vez más escasos en nuestro entorno.

De acuerdo con estadísticas del INEGI, correspondientes al año 2004, el estado de Yucatán ocupaba el tercer lugar a nivel nacional en incidencia de divorcios. La media nacional en índice de divorcios era del 11.3%; nuestro estado registraba un 23.4%. Esto nos indica que cada vez va siendo más difícil tener un matrimonio que perdure. La mayoría de los divorcios, según estas estadísticas, se dan durante los primeros siete años de matrimonio.

Todos sabemos que la meta de todo el que se casa no es sólo tener un matrimonio que perdure, sino uno que perdure y sea sólido y significativo. Sin embargo, en la realidad, vemos que el matrimonio es algo muy frágil y que lamentablemente, no todos llegan a donde los involucrados deseaban llevarlo. Las buenas noticias para nosotros es que la Biblia, precisamente, nos muestra cómo lograr esta meta que parece ser cada vez más inalcanzable en nuestros días.

Uno de los obstáculos para tener ese matrimonio perdurable y sólido es tener una falsa idea o concepto del matrimonio. Muchos que se casan entran al matrimonio teniendo ideas, conceptos y expectativas no bíblicas del matrimonio.

Por ejemplo, uno de esos conceptos equivocados y que se refleja en el matrimonio de muchas personas es ver el matrimonio como un simple contrato legal. Ciertamente, el matrimonio, en su formalidad legal y social, se define como un contrato…se dice: contrato de matrimonio.

El problema es que aun los creyentes entran al matrimonio pensando que éste es un simple contrato legal. El peligro de verlo así es que podemos entrar a una mentalidad de “clientes y prestadores de servicios” o de “patrones y empleados”. Según esta mentalidad, los contratos se hacen principalmente para que no haya problemas y protegerse de abusos entre las partes. El problema es que si entras al matrimonio con esta mentalidad, entonces:

• Presupones que tu cónyuge es alguien de quien te tienes que cuidar o proteger. Como el patrón no quiere que el empleado abuse y viceversa, así también el esposo y la esposa con esta mentalidad, entran al matrimonio viéndose como contrincantes en vez de como aliados.

• Condicionas tu aportación al cumplimiento responsable de la otra parte. Se espera que cada cónyuge cumpla su parte del contrato, es decir, es un arreglo de 50%-50%. Si no cumples tu parte, yo no tengo por qué cumplir la mía.

• Las partes se perciben como dos individuos. En un contrato, el vendedor nunca deja de ser el vendedor y el comprador, tampoco deja de serlo. Así los matrimonios que adoptan la mentalidad de un contrato, no alcanzan a verse como una unidad orgánica, sino enfatizan su individualidad. Hablan de tú y yo, en vez de nosotros.

Aunque la figura legal del matrimonio en nuestra sociedad es la de un contrato, debemos tener cuidado de no caer en esta mentalidad ni de practicar las implicaciones de la misma. En vez de eso, aquellos que tienen una relación con Cristo, aquellos que creen en Jesús, deben tener y practicar una perspectiva bíblica del matrimonio.

Entonces, ¿Cómo es el matrimonio según la Biblia?

Desde la perspectiva bíblica el matrimonio es mucho más que un contrato. El matrimonio es un pacto. Para entender mejor esto, vayamos a Génesis 2. Este pasaje nos muestra cuál es el origen y características del matrimonio.

El matrimonio es un pacto entre un hombre y una mujer. En nuestros días es muy importante recalcar y enfatizar esto. Para que sea verdaderamente matrimonio bíblico es entre un hombre y una mujer. Cualquier otro arreglo puede ser llamada de muchas formas, pero no es un matrimonio según la Biblia, con sus deberes y derechos correspondientes.

Veamos algunas características de este pacto entre un hombre y una mujer.

Génesis 2 de los versículos 15-22 nos relata cómo Dios formó al varón y lo puso a trabajar en el huerto del Edén. En el huerto también Dios le dio la tarea al varón de poner nombre a todos los animales.

El versículo 2:20 nos dice: “Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él”. Al estar realizando esta tarea, el hombre tuvo un descubrimiento importante: “no se halló ayuda idónea para él”. Por eso Dios hizo una declaración especial: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él (v 18)”.

Tenemos que entender, por el contexto, que el hombre no estaba solo en el sentido emocional del término. Es decir, que el hombre no se sentía solo. El hombre estaba con Dios todo el tiempo. No podríamos sentirnos solos en tal situación; eso es equivalente a estar en el cielo. El hombre no se sentía solo, sino que no tenía a alguien más que le ayudara para cumplir con la misión que Dios le había encargado. A esto se refería Dios cuando dijo que no era bueno. El hombre solo nunca podría cumplir la misión de Dios.

Dios no le dio una “compañera” idónea, como hubiera sido necesario si Adán se hubiera sentido solo. Sino Dios le dio una “ayuda” idónea para que Adán pudiera cumplir con la misión que Él le encomendó. Como vemos, esta ayuda no pudo venir de los otros seres vivientes, sino tenía que ser de alguien igual en dignidad que Adán. Por eso, Dios diseñó una provisión especial para este propósito.

Los versículos 21 y 22 nos dicen: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”

Y es aquí donde vamos viendo una primera característica de este pacto entre un hombre y una mujer. El matrimonio es un pacto de dos unidos por Dios.

Dios proveyó una ayuda idónea a Adán para que cumplieran juntos la misión que le había encomendado a la raza humana. Dios hizo a Eva y la trajo al hombre. De principio a fin, el matrimonio es de invención divina. Dios es el que nos une.

Esta es una realidad de todos los matrimonios, aunque sólo hayas tenido una ceremonia civil para casarte, has sido unido por Dios. Dios tomó muy en serio esas firmas que pusiste ante las autoridades civiles. Todo matrimonio ha sido unido por Dios. Así el esposo y la esposa deben ver que más allá de ellos, hay alguien más involucrado en su relación: Dios.

De ahí la seriedad del matrimonio. No es algo para jugar o para tomarse a relajo o a la ligera. Es un pacto, divinamente establecido y sellado, entre un hombre y una mujer. Dios es quien une al esposo y la esposa. De allí que sea algo tan serio el tratar la unidad del matrimonio a la ligera.

El mismo pasaje nos provee otra característica de este pacto divinamente establecido entre uno hombre y una mujer. El versículo 23 nos dice: Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada.

El matrimonio es un pacto de dos iguales en dignidad. Cuando Adán mira por primera vez a Eva, inmediatamente reconoce que no está ante un ser distinto o inferior a él. Adán reconoció que estaba ante un ser igual a él en dignidad y lo sella diciendo que es “hueso de sus huesos y carne de su carne”. Ella es igual a mí.

De hecho, si notamos es muy extraña la palabra “varona”. Esa palabra no existe en español. Pero los traductores bíblicos están queriendo reflejar lo que está sucediendo en el hebreo. En el Hebreo, de manera semejante al español, el femenino se forma cambiando la terminación del sustantivo masculino, y así Adán estaba diciendo, esta es “varona” porque del varón fue tomada. Es decir, no es un ser distinto a mí, sino igual, sólo que en distinto sexo.

El pacto matrimonial no se establece entre oponentes que buscan la primacía. Aunque tienen distinta función en el matrimonio, el esposo y la esposa son de igual dignidad delante de Dios. Esto debe quedarnos claro. El matrimonio no se trata de pelear por quién es el que es superior al otro. El hombre no debe humillar a la mujer como inferior en dignidad, ni la mujer tiene que estar tratando de mostrar que es superior al hombre.

Dios ha establecido que el pacto matrimonial se realice entre un hombre y una mujer que son iguales en dignidad delante de Dios. Ambos deben ser tratados con respeto, con cariño, con dignidad porque ambos son hechos a imagen de Dios. Ciertamente, tienen funciones distintas en el matrimonio, pero son iguales en dignidad y valor.

Dos unidos por Dios; dos con la misma dignidad y hay una tercera característica del matrimonio en este pasaje. El matrimonio es un pacto de dos que se vuelven uno. Dice el versículo 24: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

Dejar a los padres y unirse al cónyuge es un proceso importante y necesario. Al casarnos, la relación con nuestros padres cambia fundamentalmente. Siempre tendremos que honrarlos y respetarlos, pero ahora estamos unidos a una nueva persona y esa relación se describe como “una sola carne”. Jesús hablando de esta relación explica que los cónyuges, “Ya no son más dos, sino una sola carne; Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6).

Esto nos muestra que el matrimonio no es un arreglo del 50% de cada cónyuge, sino que se trata del 100% de cada uno. Es una fusión de un hombre y una mujer.

Ninguna otra relación humana es más íntima, más estrecha, más cercana que el matrimonio. De ninguna otra relación humana la Biblia habla como de “una sola carne”. No eres una sola carne con tus padres, tus hermanos, tus hijos, tus amigos; Dios dice que sólo lo eres con tu cónyuge. Por lo tanto, con ningún otro ser humano debes tener una relación más íntima y cercana que con tu cónyuge. Nadie del sexo opuesto debe ser tu mejor amigo o amiga sino tu cónyuge. Con ningún otro ser humano debes estar más de acuerdo, más en sintonía que con tu cónyuge…sólo con él o ella eres una sola carne, con nadie más.

Este es el desafío y llamado para todos los hombres y mujeres que entran al matrimonio: ser una sola carne. Dios quiere que las personas que entran al matrimonio ya no se vean como dos personas separadas, con propósitos distintos, con vidas en direcciones distintas, sino como dos que se vuelven uno en todo.

Ahora bien, aquí es importante agregar algo más a todo lo que hemos dicho. Ciertamente, el matrimonio es un pacto entre un hombre y una mujer iguales en dignidad, establecido y sellado por Dios, que los une en una sola carne. Ahora la pregunta sería cuál es el propósito de todo este pacto.

Para responder a esto debemos leer un pasaje del Nuevo Testamento que hace eco a Génesis 2:24. Efesios 5, es un pasaje muy leído y comentado cuando queremos hablar del matrimonio. Allí leemos estas palabras v.31-32 “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio, mas digo esto respecto de Cristo y de la Iglesia”.

Efesios 5 es quizá el pasaje más usado para hablar acerca del matrimonio. Allí el Apóstol Pablo expone los deberes de los cónyuges y en ese contexto, del matrimonio, llega a los versículos 31 y 32.

Normalmente pensamos en estas palabras, como refiriéndose al esposo y la esposa: “dejar a los padres” y “unirse” para ser una sola carne. (Y es cierto, como ya hemos visto).

Pero aquí la Biblia nos muestra algo de estas palabras que no habíamos visto antes. Nos muestra que el matrimonio se trata de mucha más que una hombre y una mujer uniéndose legítimamente delante de Dios…se trata de Cristo y su Iglesia. “digo esto respecto de Cristo y la Iglesia”.

Es decir que el matrimonio fue diseñado por Dios para ser una ilustración, un retrato, un ejemplo, un reflejo de la relación entre Cristo y su iglesia.

Es decir, que la reputación, la buena fama, la gloria de Cristo y su Iglesia están en juego con nuestros matrimonios.

Es decir, que más allá de nuestra felicidad, comodidad, deleite, buenos momentos, avances y logros en nuestros matrimonios, Dios nos une para que Cristo sea glorificado, para que Cristo sea más famoso, para que Cristo sea más adorado. Por eso el matrimonio es tan honroso, porque refleja la unión de Cristo con su Iglesia.

Entonces, los que se casan deben tener en mente que el matrimonio no es simplemente para escapar de la soledad, o para tener una familia, o para ser felices. El matrimonio tiene el propósito de glorificar a Dios. De que tú como esposo trates a tu esposa como Cristo amó a la iglesia, y que tú como esposa respetes a tu esposo como la Iglesia se sujeta a Cristo.

Seamos casados o solteros, debemos tener bien claro que el matrimonio es un pacto, divinamente establecido, que une a un hombre y una mujer para glorificar a Dios, reflejando la relación de Cristo y su iglesia.

Si eres soltero y anhelas casarte, es algo muy bueno lo que deseas, pero cerciórate de tener un concepto bíblico del matrimonio y no te conformes con las falsas representaciones que el mundo a nuestro alrededor quiere vendernos. Recuerda que no tienes que casarte para estar completo. En Cristo lo estás. Pero si decides casarte, entiende que estás renunciando a ti para ser de y para otra persona para que juntos reflejen la gloriosa relación de Cristo y su iglesia.

Si eres casado, entiende que estás en una relación muy especial. Tienes el privilegio de ser juntamente con tu cónyuge un reflejo de la relación entre Cristo y su iglesia. Cuida tu matrimonio, no lo tomes a la ligera ni lo descuides. Es una alta prioridad para ti y para tu cónyuge. Hay mucho en juego en esta relación; más allá de tu felicidad o bienestar, está la honra y gloria de Cristo y su iglesia.

Por la gracia de Dios que obra en nosotros, tengamos un concepto correcto del matrimonio y los que ya estamos casados, vivamos como una sola carne con la mujer o el hombre que Dios nos ha dado para que le glorifiquemos hasta que la muerte nos separe.