Summary: El mandato, la razón, el modelo y el efecto de amarse unos a otros.

Unos a otros: Ámense

Intro: Te ocurrió alguna vez que tuviste una comezón urgente en la espalda y por más que te esforzabas por alcanzar el lugar exacto no lograbas rascarte justo ahí.

En esos momentos si estabas junto a un amigo le decías, “ráscame por favor en mi espalda”. El amigo comenzaba a tratar de adivinar donde estaba tu comezón y tú le decías: “Más arriba…más abajo” y por un rato no le atinaba, pero seguía intentando hasta que por fin llegaba el: “Allí…allí” con un alivio satisfactorio evidente.

La lección profunda de estas experiencias es que hay momentos en la vida en que es indispensable tener a alguien más junto a ti. Al mismo tiempo, hay momentos en la vida en que estar para alguien más no tiene precio. En la vida hay acciones que requieren una mutualidad, una reciprocidad, el estar ahí para alguien más y viceversa.

Hoy comenzamos una nueva serie de sermones llamada: “Unos a otros”. La Escritura, en múltiples ocasiones, nos da instrucciones que no son de carácter individual, sino reflejan una mutualidad. Es decir, no es algo que deba hacerse solo en lo individual, sino son acciones que implican a otros y que implican una reciprocidad.

La iglesia del Señor es un cuerpo y esa interconexión entre unos y otros debe notarse y enfatizarse en varias acciones y actitudes que la Escritura subraya por medio de acciones recíprocas.

El cristianismo no es algo que se viva en solitario. Aunque la relación con Dios es personal, se vive y practica en el contexto de una comunidad. No se supone que podamos aislarnos y tener prácticas religiosas individualistas alejados de toda conexión con otros creyentes, todo lo contrario, la fe en Cristo se vive en una mutualidad con otros cristianos.

Por eso la Escritura abunda con instrucciones que tienen la frase aclarativa del modo en que deben hacerse: “unos a otros”. Es decir, prepárate para practicar esto de manera mutua y recíproca. El cristianismo se vive en comunidad donde las acciones son mutuas y recíprocas.

Este mes estaremos explorando algunos de esos “unos a otros” de la Escritura. Y hoy abrimos la serie reflexionando sobre una de esas instrucciones mutuas más conocidas, pero quizá muy poco entendida a profundidad. Me refiero al mandato de amarse los unos a los otros. Para esto estaremos considerando un pasaje en 1 Juan 4:7-11.

Estaremos considerando este pasaje en 4 bloques y son: 1. El mandato de amarnos unos a otros. 2. La razón de amarnos unos a otros. 3. El modelo del amor unos por otros 4. El efecto de amarnos unos a otros. El mandato, la razón, el modelo y el efecto.

Comencemos considerando El mandato de amarnos unos a otros. Dice 1 Juan 4:7, Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros.

Si tienes algún tiempo siendo creyente en Cristo, seguramente has escuchado esta frase infinidad de veces. Amarse unos a otros es casi un lema del cristianismo. Lamentablemente, es tan repetido que a veces perdemos de vista su importancia extraordinaria y su practicidad inmediata.

Juan, en su epístola, considera necesario repetir una vez más esta instrucción cuya aplicación debe ser mutua. Esto no es algo que una persona deba hacer nada más, sino esto es una práctica que debe ser evidente entre todos los que se consideran “queridos hermanos” o “amados”.

Amarse unos a otros es el mandato directo y explícito. Y cómo no repetirlo en su epístola siendo un mandamiento del Señor tan importante. Ya desde el evangelio de Juan, quedó claro que, si algo recalcó Jesús, fue precisamente este mandamiento.

Como encontramos en Juan 13:34-35: »Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros».

Recordemos un poco del contexto de este pasaje del evangelio de Juan. Estamos en los últimos momentos de Jesús con sus discípulos previos a su crucifixión. Jesús les dijo, a donde yo voy, ustedes no pueden ir. ¿A dónde estaba yendo Jesús? Estaba por ir al monte calvario. Estaba yendo a realizar la muestra más grande de amor que jamás se haya hecho.

Y en ese contexto donde el amor sería modelado en su máxima expresión, Jesús les dice: Tengo un mandamiento nuevo para ustedes, que se amen unos a otros. Todo lo que he hecho y voy a hacer está siendo movido por el amor. Y esto es lo que también debe mover todo lo que ustedes hagan unos hacia los otros.

Un momento. Este no era un mandamiento nuevo, en el sentido de que no se hubiera dado antes. En la ley de Moisés estaba escrito que debían amar a su prójimo como a sí mismos. Incluso Jesús había repetido dichos mandamientos previamente cuando le preguntaron cuál era el más grande mandamiento y el respondió que eran amar a Dios y al prójimo.

Entonces, ¿Por qué dijo Jesús que era nuevo? Esto es lo nuevo: Lo nuevo era la medida para este tipo de amor. Debemos amarnos unos a otros, y el modelo para este amor es el amor de Jesús por nosotros. Lo que debe mover nuestro amor unos a otros, es el amor que Jesús nos ha tenido primero.

Aquel amor que lo estaba llevando a aquel lugar al cual sus discípulos no podían ir con él. El amor que lo llevó a extender sus brazos y como cordero que es llevado al matadero, entregar su vida en rescate por muchos. Esta medida de amor, este estándar para el amor, no tenía precedente. Este es el amor que Jesús modeló ante nosotros.

Si me pregunto cuánto debo amar a cada uno de ustedes, la norma solía ser que tengo que amarlos como me amo a mí mismo. Ese es un estándar bastante alto, porque la mayoría de nosotros no tenemos ningún problema en notar cuanto ya nos amamos a nosotros mismos. Solíamos ser llamados a amarnos tanto como a nuestras vidas.

Pero Jesús eleva la medida. El nuevo estándar es que estamos llamados a amarnos unos a otros en la medida en que Jesús nos ama. Que debemos servirnos unos a otros, teniendo como impulsor el amor que Jesús nos ha tenido. ¿Cuánto nos ama Jesús? Tanto que dio su vida por nosotros. El nuevo estándar, el nuevo mandamiento, es que nos amemos mutuamente de manera tan radical que estemos dispuestos a dar nuestras vidas el uno por el otro.

Regresando a 1 de Juan 4, vemos entonces el trasfondo de esta instrucción. Ese mandamiento de amarnos unos a otros tiene su base en las instrucciones directas del Señor Jesús y el estándar o medida en la que debemos practicarlo es precisamente el amor que Jesús nos mostró. Ese amor mutuo tiene un estándar altísimo y desafiante.

Este es el mandato de amarnos unos a otros, ahora pasemos a la razón de amarnos unos a otros:

Dice 1 Juan 4:7b-8: Porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. 8 El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.

¿Por qué debemos amarnos unos a otros? El versículo comienza con la palabra porque, es decir, dándonos la razón por la que debemos hacerlo.

La razón que provee tiene que ver con nuestra identidad como hijos de Dios. Hay dos realidades de nuestra identidad muy importantes que se hacen evidentes cuando somos capaces de amarnos los unos a los otros.

Primero, si nos amamos unos a otros quiere decir que hemos nacido de Dios. “Todo el que ama ha nacido de él”. Es decir, que en verdad hemos nacido de nuevo por la obra del Espíritu Santo. El que ama está mostrando que proviene de la misma fuente de donde proviene el amor. “El amor viene de Dios”.

El amor es ese sello de autenticidad en tu acta de nacimiento espiritual. Si no eres capaz de amar, quiere decir entonces, que muy probablemente, no hayas nacido de Dios aún.

Que interesante que el sello no sea cuántos datos sabemos de Dios o cuánta información sobre Dios somos capaces de explicar, sino la evidencia de haber nacido de Dios sea si somos capaces de amar.

La segunda realidad de nuestra identidad que se hace evidente cuando amamos es que si nos amamos unos a otros quiere decir que conocemos a Dios. “Y todo el que ama…lo conoce. El que no ama no conoce a Dios”.

El verbo “Conocer” aquí, no ha de entenderse en un sentido greco-romano que sería como saber, o tener conocimiento intelectual de la persona, sino ha de entenderse en su sentido judeo-cristiano. Conocer no es un mero acto intelectual de saber datos de una persona, sino es tener una relación afectiva, cercana y personal con ella.

Es decir, que cuando decimos que conocemos a Dios, estamos diciendo que tenemos una relación afectiva, cercana y personal con él. De ahí, que cuando mi vida no refleja el amor de Dios, ¿Cómo puedo decir que conozco a Dios? ¿Cómo puedo decir que tengo una relación con aquel que es amor?

Es imposible tener una relación con Dios y no ser capaz de amar. Dios es amor y conocerlo, es decir, tener una relación verdadera con él, es estar habilitado para amar.

Entonces, la Escritura nos está diciendo que la razón por la que podemos y debemos amarnos unos a otros es porque hemos nacido de Dios y conocemos a Dios. Nuestro origen y nuestra relación es la que nos habilita e impulsa a amarnos unos a otros.

Bien, hemos visto el mandato y la razón, ahora abordemos El Modelo del amor de los unos a los otros

Dice 1 Juan 4:9-10: Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de] nuestros pecados.

Fíjate de las palabras que se usan en estas declaraciones: Así manifestó…en esto consiste el amor. Es decir, que estas declaraciones intentan hablarnos de algo esencial cuando estamos hablando de amor. Es decir, hay algo a lo que tenemos que hacer referencia si es que estamos hablando del amor que viene de Dios y que muestra el carácter de Dios. Ese “algo” a lo que se refieren las palabras “en esto” debe ser central en todo nuestro pensamiento y práctica del amor.

¿Qué es ese algo a lo que hacen referencia estos versículos?

La Biblia nos enseña que el evento por medio del cual conocemos el amor, que es la evidencia del amor y que es la esencia del amor es lo que hizo Dios por nosotros en el sacrificio de Jesucristo en la cruz. El amor de Dios hacia nosotros se muestra en que NOS DIO lo que más necesitábamos aun a expensas de la vida de Su Hijo.

Estábamos condenados a la muerte eterna, mas Cristo puso su vida por nosotros. Estábamos muertos espiritualmente, mas Dios nos dio vida en Cristo. Estábamos alejados de Dios por el pecado, mas Cristo fue la propiciación por nuestros pecados. Todo lo que más necesitábamos nos fue dado por Dios aun a expensas de la vida de Cristo.

En resumen, el amor verdadero, bíblico y divino esencialmente es modelado y manifestado por la vida y persona de Jesucristo.

Dios hizo algo maravilloso; no sólo nos indicó o instruyó acerca del amor, sino nos dio la lección más objetiva y práctica que pudiéramos recibir: nos dio a su hijo. Jesús vino a este mundo y vivió, murió y resucitó para ser el Señor. Y puesto que él lidió con nuestro problema más grande que es el pecado, podemos ahora nosotros tener la fe y la esperanza de ser transformados, por gracia y por el poder de Dios, cada día más a semejanza de Jesucristo.

Juan nos dice, Si algo es el amor es lo que a continuación les digo”. El amor no consiste en algo que nosotros hayamos hecho hacia Dios, sino en algo que hizo Dios hacia nosotros. Dios, quien es el origen, la esencia, la substancia, la medida del amor…..nos amó…y ¿qué hizo? Tomando la iniciativa, envió a su hijo. Este es el regalo más grande, más especial, más sorprendente que jamás puedas recibir: el amor de Dios manifestado en Su hijo Jesucristo.

Entonces, si queremos aprender a amarnos unos a otros, tenemos que ver al modelo perfecto de amor que es Jesucristo. Este es el verdadero amor. No las copias piratas que intentan vendernos por todos los medios posibles.

Este amor tiene ciertas características observables en estos versículos:

Primero el amor da: Dios manifestó su amor en que dio a su hijo. Juan dice…“Envió a su Hijo al mundo”. El amor no se trata de estar viendo qué voy a recibir, sino se trata de lo que voy a dar. Claro, al dar recibimos muchísimo, pero el amor cumple su propósito al dar.

Segundo, el amor beneficia al otro. Dice juan que Dios envió a su hijo al mundo “para que vivamos por medio de él”. El amor no piensa primero en el beneficio personal, sino en el beneficio del que es amado. Gracias a la obra del Señor hoy podemos vivir. Fuimos directamente beneficiados y bendecidos a expensas de la vida de Cristo. Esto es amor verdadero.

Tercero, el amor toma la iniciativa. Juan dice que el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios primero, y luego como resultado, él se fijó en nosotros. Todo lo contrario, la iniciativa vino de parte del Señor. Nosotros éramos enemigos de Dios, pero él nos amó y envió a su hijo. Tomó la iniciativa. Todo nuestro a amor a Dios es el resultado del amor que hemos recibido.

Y por último, El amor se sacrifica por el otro. Claramente, el amor tiene un alto costo. Implica negarme a mí mismo. Implica sacrificar mi comodidad y preferencias. Esto es lo que hizo Dios por nosotros y a esto, la biblia le llama amor. “envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados”.

Cuando hablemos del amor unos a otros, tenemos que poner a Jesús en el centro. Cualquier modelo de amor a nuestro alrededor queda corto con respecto al estándar bíblico. Cuando te preguntes si estás amando o no, mira a Jesús y podrás tener el referente perfecto para evaluar tu vida.

La expectativa de la Escritura es que el amor unos a otros sea practicado siguiendo la pauta del amor de Cristo con el que hemos sido amados.

Bien, hemos visto, el mandato, la razón y el modelo del amor unos a otros. Nos resta hablar del efecto de Amarnos los unos a los otros:

Dice 1 Juan 4:12 Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente.

Es tremendo lo que dice aquí la Escritura. Está implicando que una de las principales maneras en las que el Dios invisible, se hace visible, es cuando hay personas sujetas al señorío de Jesucristo que se aman unas a otras. La presencia y el amor de Dios se manifiesta cuando nos amamos unos a otros. Se hace visible lo invisible, porque no sería posible que ocurra de otra manera. Si es verdadero amor bíblico, tiene que estar Dios presente. Esto no sale de manera natural en nosotros, sino es la obra y presencia del Señor.

El efecto que se da cuando nos amamos unos a otros es que el mundo puede ver al Dios que nadie jamás ha visto. ¡Qué testimonio tan grande de la existencia, poder y presencia de Dios podemos dar cuando nos amamos unos a otros!

En conclusión, hermanos, 1 Juan 4:11, después de habernos hablado del mandato, la razón, el modelo y el efecto, nos dice, con toda claridad: Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.

¿A cuántos cursos tienes que ir para poder aplicar esta instrucción? ¿Cuántos años tienes que haber sido creyente para poder aplicar esta instrucción? No muchos…Es una instrucción sencilla y práctica. Por lo tanto, hermanos, amémonos unos a otros.

Si estás en una relación creciente con Cristo, esta sencilla instrucción puede revolucionar tu vida, tu matrimonio, tu familia, tu iglesia, tu entorno.

Si has experimentado el amor de Dios, si has conocido a Dios, entonces conoces el amor verdadero y puedes amar como Dios ama.

Esto quiere decir que tus palabras, acciones y actitudes hacia tu cónyuge pueden ser diferentes. En vez de palabras de amargura, irritación y desdén puedes dar palabras de ánimo, paz y respeto.

Joven, esto quiere decir, que en Cristo y por gracia, puedes someterte como hijo a tus padres dándoles un lugar de honor.

Esto quiere decir que puedes abandonar el rencor y la enemistad y buscar la paz con esa persona que hace mucho tiempo no hablas y siempre evitas en las reuniones.

Esto quiere decir que, en lugar de demandar, buscar tu ventaja y acaparar en tu relación con tu prójimo, puedes servirle, buscar su beneficio y compartir tus bendiciones con él o ella.

Esto quiere decir que en cada relación, interacción y comunicación puedo reflejar el carácter de Dios al amar a mi prójimo con amor verdadero, con amor de acuerdo con la medida de Dios. Porque él nos ha amado y le conocemos.

La implicación es que, si hemos recibido tal amor de parte de Dios, si hemos sido amados por Dios de la manera en la que dice la Biblia, entonces, el deber, la implicación, el compromiso, la conclusión, la aplicación es amarnos unos a otros para la gloria de Dios.