Summary: Acepta tus sufrimientos sabiendo que Dios está presente y tiene todo bajo su control.

¿No sé cuántos de nosotros tuvimos o hemos visto un juguete educativo para niños pequeños bastante complejo, que tiene varios lados con formas por donde tienes que pasar objetos geométricos? No puedes meter el cubo en la forma de la circunferencia, Ni la pirámide en el círculo. La primera vez que lo tienes, se te hace difícil completarlo, pero a través de la experiencia de usarlo llegas a afinar tus habilidades.

No siempre es fácil encontrar la forma correcta y a veces nos pasamos mucho tiempo frustrados tratando de dar sentido a las cosas. Este juguete, en muchos sentidos, me recuerda al sufrimiento, el tema del que estaremos hablando todo este mes.

El sufrimiento en la vida no es un tema sencillo. Como este juguete, el sufrimiento es asunto complejo. Tiene varios lados y varios ángulos para entenderlo. Al igual que este juguete, el sufrimiento es frustrante cuando no podemos dar sentido a lo que pasa; pero igual que el juguete, mientras más experimentemos con él, podemos afinar aún más nuestras habilidades para vivir una vida para Dios.

Por eso, en nuestra nueva serie de sermones: “En valle de sombra”, estaremos considerando varios pasajes de un mismo libro de la Biblia. De hecho, cuando pensamos en el tema del sufrimiento, una parada obligatoria, es el libro en que estaremos basando los sermones de este mes.

Hay personajes bíblicos que son conocidos por algo en particular. Si pensamos en fe, pensamos en Abraham; si pensamos en valentía, pensamos en David, pero si pensamos en sufrimiento, tenemos que pensar en Job y el libro de la Biblia que es llamado por su nombre. La temática principal de sus 42 capítulos, es básicamente, el sufrimiento. Son amplias reflexiones sobre por qué razón sufrimos. Y aunque el personaje del libro jamás llega a enterarse o a entender por qué sufrió, al final queda satisfecho, confiando en la sabiduría de un Dios soberano, todopoderoso y bueno.

Y es que como veremos, no siempre vamos a entender la razón específica de nuestro sufrimiento, pero siempre podremos darle sentido a nuestra vida, a pesar de los sufrimientos, si mantenemos nuestra confianza inamovible en el Dios que es más sabio que nosotros, es poderoso y bueno.

¿Cómo respondemos tú y yo ante el sufrimiento? ¿Qué pensamientos vienen a tu mente y a la mía cuando enfrentamos aflicción? ¿Cómo actuamos cuando nuestra fe es sometida a prueba? ¿Cómo respondemos cuando el horno del artesano aumenta el calor y el metal comienza a ponerse al rojo vivo? ¿Cuáles son tus pensamientos y tus cuestionamientos en esas circunstancias acerca de Dios, de ti mismo y de todo lo que te rodea?

Cuando estamos atravesando por sufrimiento (sueños frustrados, enfermedad, relaciones complicadas, desempleo, rechazo, burlas, etc.) pueden venir a nuestros corazones varios cuestionamientos que reflejan nuestras creencias. Por eso este mes estaremos tratando de encontrar directrices sabias para nuestras preguntas cuando estamos sufriendo en el único lugar donde podemos encontrarla y es en la Escritura.

Como ya dijimos uno de los libros bíblicos cuyo tema central es el sufrimiento es precisamente el libro de Job. Si haces tu A SOLAS CON DIOS seguramente estarás leyendo varios pasajes de este libro. Una buena idea este mes sería leer una o varias veces todo el libro de Job.

El libro de Job forma parte de la literatura poética de la Biblia. Está ambientado en una región fuera del territorio de Israel llamada Uz; ninguno de los personajes, son israelitas y no sitúa el relato en un período específico o claro de la historia de la humanidad.

Su estructura como libro, está bastante bien definida. Comienza y termina con un prólogo y un epílogo narrativos, y en medio primero hay una serie de diálogos filosófico en poesía entre Job y sus amigos, seguidos de unos discursos o monólogos dados por Dios a Job.

Pero como ya dijimos el tema principal de todo el libro es el sufrimiento. Y una de las primeras preguntas que surgen cuando estamos sufriendo es ¿Por qué si estoy en una relación con Dios ¿estoy sufriendo esto? ¿Dónde está Dios cuando sufro? ¿Qué está haciendo Dios mientras sufro? ¿Será que estoy viviendo esta circunstancia porque Dios se vio sobrepasado por ella o cómo le doy sentido a todo esto que estoy viviendo? ¿Dónde está Dios?

Es decir, solemos pensar que si estamos con Dios no vamos a sufrir. O sea, que nuestro sufrimiento es incompatible con la presencia y poder de Dios en nuestras vidas. Esta es una de las primeras enseñanzas que nos deja el libro de Job. Puedes estar en una maravillosa relación con Dios y aún así sufrir. Una relación con Dios, entre la primera y segunda venida de Cristo, no te exime o excluye de la posibilidad del sufrimiento.

Si habías firmado a esto del cristianismo porque pensabas que era un escudo o seguro anti sufrimiento, temo desengañarte y decirte que no es así. Entre la primera y segunda venida de Cristo, cualquier persona, en cualquier momento, puede experimentar sufrimiento. Podemos esperar el sufrimiento y de hecho, debemos aceptar esta realidad, puedes sufrir de muchas maneras aunque estés en una correcto y maravillosa relación con Dios.

Entonces ¿Cuál es la diferencia? La gran diferencia entre el creyente que sufre y el no creyente que sufre, no son la intensidad, frecuencia o magnitud de los sufrimientos, sino la esperanza y convicción que podemos tener en medio de nuestros sufrimientos. Y esta esperanza y convicción te hace recibir o aceptar el sufrimiento de una manera muy distinta al que no tiene esa misma confianza en nuestro Dios.

Así que este día decimos, “Acepta tus sufrimientos sabiendo que Dios está presente y tiene todo bajo su control”.

Vayamos al libro de Job para profundizar sobre esta idea. Son pocos los pasajes en los que la Escritura levanta el telón y nos permite ver qué está ocurriendo tras bambalinas. Uno de esos pasajes lo encontramos en el libro de Job en los dos primeros capítulos.

Y en particular El capítulo 1 de Job comienza presentándonos a un hombre llamado Job y dice Job 1:1-3

En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job. Tenía siete hijos y tres hijas; era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas, y su servidumbre era muy numerosa. Entre todos los habitantes del oriente era el personaje de mayor renombre.

Se le describe como un hombre (v.1) “recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal”. Job tenía 10 hijos e hijas. Tenía 7000 ovejas, 3000 camellos, 500 yuntas de bueyes, 500 asnas y muchos siervos.

Por esta descripción inicial podemos pensar que todo marchaba muy bien con la vida de Job. Tenía una relación con Dios, tenía una hermosa familia y mucha prosperidad material. Job estaba viviendo algo mayor que el sueño americano. ¿Quién podría esperar que algo saliera mal?

Después de esta presentación de Job y su situación de vida, el pasaje cambia de escenario. A partir del versículo 6, somos transportados a la corte celestial en la que los ángeles están dando como una especie de reporte ante Dios y nos dice la Biblia que Satanás se presentó entre ellos. Y nos dice la Biblia:

(v.7-12) “Y el Señor le preguntó: ¿De dónde vienes? – Vengo de rondar la tierra y de recorrerla de un extremo a otro – le respondió Satanás. ¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? – volvió a preguntarle el Señor – No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal. Satanás replicó: “¿Y acaso Job te honra sin recibir nada a cambio? ¿Acaso no están bajo tu protección él y su familia y todas sus posiciones? De tal modo has bendecido la obra de sus manos que sus rebaños y ganados llenan la tierra. Pero extiende la mano y quítale todo lo que posee, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara! Muy bien – respondió el Señor – todas sus posesiones están en tus manos, con la condición de que a él no le pongas las manos encima”.

Aparece en la corte celestial un personaje que se le llama: Satanás, que más que un nombre propio, es una descripción de su función. Es un adversario. Es el que se opone. Y aquí este Satanás, este adversario, inmediatamente contrapuntea a Dios en sus comentarios favorables sobre Job.

Claramente, el adversario está tratando de desacreditar la evaluación de Dios sobre Job, cuestionando la vida de bendición y de ausencia de sufrimiento que Job había llevado. En pocas palabras le dice: Si siempre le has bendecido, si nunca ha sufrido, cómo sabes de qué está hecho en realidad.

Y la verdad es que debemos reconocer que cuando todo va bien en nuestras vidas podemos pensar que tenemos una gran confianza en Dios, pero es en los momentos de sufrimiento cuando en realidad esa confianza se muestra en su expresión real y evidente.

Una cosa es decir, Dios es soberano y está presente en nuestras vidas cuando estamos tomando nuestro cafecito rico y caliente en una habitación con aire acondicionado, y otra, cuando hemos experimentado algún tipo de pérdida, hay carencias serias, hay dolor físico intenso o están ocurriendo cosas que no alcanzamos a entender su propósito.

Este adversario conoce cómo funciona el corazón humano y sabe de qué pie cogíamos y con toda la premeditación, alevosía y ventaja pone sobre la mesa un esquema para hacer caer a Job y toda la confianza en Dios que representaba.

Sabemos lo que pasó después. Vino un mensajero para Job que le dijo que habían robado todos sus bueyes y asnas, y los ladrones habían matado a sus criados. Otro mensajero llegó y le dijo que había caído un rayo y sus ovejas y sus pastores habían muerto calcinados. Un tercer mensajero llego inmediatamente y le dijo que otros ladrones habían robado todos sus camellos.

Por último, un mensajero más llegó y le dio la noticia que estando todos sus hijos celebrando en la casa del hijo mayor, vino un viento muy fuerte y tiró la casa sobre ellos…todos murieron.

Aquí tenemos a Job, el varón recto, justo y rico, en un abrir y cerrar de ojos…en la ruina económica total y sin hijos. ¿Cómo es que pasó esto? La respuesta del pasaje es: Satanás lo hizo. Ah…pero no perdamos de vista el punto más importante. Ciertamente podemos culpar a Satanás de este sufrimiento en particular (nos lo muestra la Biblia), pero nunca pensemos que él hizo lo que se le dio la gana. ¡No! Él pudo hacer y se sujetó exclusivamente sólo a aquello para lo cual le dieron permiso. La condición de Dios fue que no tocara su vida y Satanás respetó esa restricción.

Por eso, no importa la fuente del sufrimiento que estemos pasando, quizá sea provocado por Satanás mismo, como en este caso, o puede ser causado por el pecado de alguien más en nuestra contra o incluso por nuestras propias malas decisiones, lo que es importante establecer de entrada es que Dios siempre está presente y tiene todo bajo su control.

En este caso, vemos claramente que Satanás no es un rebelde independiente. Satanás no va a hacer lo que le dé la gana. Antes de causar algún sufrimiento tuvo que pedir permiso a quién sí es el Soberano. ¿Entonces quién tiene el control después de todo?

Satanás no tiene el control, Dios es quien lo tiene. Esto debe traer consuelo y ánimo en medio de tu sufrimiento. Satanás puede hacerte sufrir, pero Dios no se durmió, ni lo engañaron, ni le vencieron. Dios dio permiso porque tiene un propósito para todas las cosas, e inclusive utiliza el sufrimiento para lograr sus objetivos.

Pero hay que hacer una aclaración importante aquí. Ciertamente, Dios tiene toda circunstancia en sus manos, pero él no es quien incita al mal, o es quien hace que las personas pequen. Cada quien es responsable de sus decisiones morales y dará cuenta a Dios por eso.

No podemos justificar el pecado de nadie con esta enseñanza. El pecado siempre estará mal y siempre es condenable, pero en la soberanía de Dios aún esas malas decisiones pecaminosas de los agentes morales, son canalizadas o encausadas para que al final, el perfecto plan de Dios y su propósito santo, se cumpla.

Y eso es lo que debemos siempre recordar en medio de nuestros sufrimientos, en medio de nuestros cuestionamientos acerca de dónde está Dios cuando estoy sufriendo. Recuerda siempre lo que la Escritura enseña: Acepta tus sufrimientos sabiendo que Dios está presente y tiene todo bajo su control.

Aunque no lo entiendas, aunque no lo alcances a ver con claridad ahora mismo, aunque sea complicado enfrentar la vida, recuerda siempre que Él está aquí y ahora. No se fue de vacaciones, ni le rebasó la situación. No huyó y te dejó solo. No se ha dormido. Él está presente y tiene esa circunstancia que estás viviendo bajo su control total y está llevando tu historia hacia dónde él quiere llevarte. En nuestros sufrimientos somos llamados a sostenernos con esta verdad.

De hecho, le salió completamente contraproducente el plan a Satanás, ¿Sabes cómo respondió Job ante esta prueba?

Job 1:20-21 Al llegar a este punto, Job se levantó, se rasgó las vestiduras, se rasuró la cabeza, y luego se dejó caer al suelo en actitud de adoración. Entonces dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El SEÑOR ha dado; el SEÑOR ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del SEÑOR!»

En vez de producir que Job renegara de Dios, lo que se logró es que Job creciera en su confianza en el Señor.

No es que Job fuera estoico. Nos dice que se rasgó los vestidos y se rasuró la cabeza. No es como que Job estaba en negación del sufrimiento, o haciéndose al fuerte de que no le dolía en el alma lo que acababa de pasar.

Los vestidos rasgados y la cabeza rasurada eran señales de profundo dolor y tristeza. Eran señales de que Job estaba reconociendo su alma hecha pedazos. Pero al mismo tiempo sus acciones muestran una profunda fe real en el Dios que está presente y que tiene todo bajo su control. Mostró sus colores verdaderos en el valle de sombra.

Sólo alguien que confía que Dios está presente y tiene todo bajo su control puede exclamar: “Dios dio, Dios quitó, Bendito sea el nombre del Señor”. Es decir, pase lo que pase, sufra lo que sufra, sé que Dios tiene todo bajo su control y nunca me dejará. Si está permitiendo esto en mi vida, puedo confiar de que está cumpliendo algún propósito en su infinita sabiduría. Él sabe qué darme y qué quitarme. Yo siempre confiaré y le alabaré por siempre pase lo que pase”.

Esto es vivir confiando en un Dios soberano. Seguimos confiando en Dios en el dolor, en medio del dolor y a pesar del dolor porque él es bueno, está presente y tiene todo bajo su control.

Satanás no tuvo éxito en su primer intento y volvió a arremeter contra Job delante de Dios. Dios le concede otra vez permiso para poder tocar la salud de Job y en ese permiso otorgado le pusieron restricciones que él cumplió al pie de la letra. Tocó su cuerpo y tuvo una enfermedad en su piel de la cabeza a los pies, pero no atentó contra su vida, tal y como Dios le había ordenado.

Satanás tiene que pedir permiso y se circunscribe a lo que le hayan concedido. ¿Quién es el jefe entonces? ¿Quién está en el control de las cosas? ¿Los propósitos de quién se cumplen al final de cuentas?

En esto del sufrimiento hay mucho misterio. No siempre vamos a saber cuál es la fuente directa de nuestro sufrimiento. No siempre vamos a entender perfectamente la razón por la que estamos sufriendo. No siempre vamos a saber a ciencia cierta por qué nosotros estamos sufriendo cuando nuestro vecino está como si nada. Pero lo que sí podemos saber y tener certeza es en el hecho de que Dios está presente y tiene todo bajo control cuando sus hijos están sufriendo.

¿Sabes? Job nunca se enteró de todo esto. Nosotros, como lectores de la Palabra, sí nos enteramos que en el caso de Job sufrió directamente por la mano de Satanás. Pero no importó, no tuvo que saber la fuente del sufrimiento, él arregló y lidió con estas condiciones de su vida directamente con quién debía tratar. Al final, su sufrimiento causado por Satanás, resultó en un amor y conocimiento más profundo del Dios que le amaba y le bendecía, y que tenía todo bajo su control.

Tenemos un Dios que tiene todo bajo su control, incluso sobre el actuar del diablo. Esto es tan así, que hombres malvados llevaron a su Santo Hijo Jesucristo a la cruz, y aunque todos éstos (y nosotros) somos culpables del derramamiento de la sangre de Cristo, al mismo tiempo estaba cumpliendo su bendito plan eterno de salvación, a través de las decisiones de agentes morales responsables.

Y gracias a la vida, muerte y resurrección de Jesucristo hemos sido reconciliados con el Padre. Gracias a su sufrimiento que estuvo bajo el control de Dios, ha traído para nosotros tan grande salvación. Hermanos, Dios tiene todo bajo su control.

Es porque Jesucristo, el varón de dolores, ha vencido que nosotros podemos aspirar a enfrentar los sufrimientos con fe, esperanza y la seguridad de que nada nos puede separar de su amor. Él es nuestro refugio seguro en las tribulaciones.

No siempre podremos identificar qué sufrimiento es causado por Satanás, pero de lo que siempre podemos estar seguros, es que hubo alguien que tiene verdaderamente el control sobre todas las cosas, que dio el permiso para que eso suceda. Satanás no podrá salirse de las restricciones que Dios le ponga o de los límites que Dios establezca.

Aunque es un enemigo poderoso, no es un enemigo que hace lo que le da la gana. Nos puede hacer sufrir, pero antes tiene que pedir permiso. Dios es quien tiene verdaderamente el control de todo. Y él todo lo hace con un propósito. No desperdicia el tiempo, ni nuestro sufrimiento. Por eso, podemos confiar en él y no temer, porque él está con nosotros.

Debemos aceptar el Sufrimiento como una realidad en nuestras vidas. No siempre podemos entender la fuente exacta de donde provienen, pero si lo vemos con los ojos de la fe, como hijos de Dios siempre podemos ver la mano del Padre obrando en nuestras vidas, en, con y por medio del sufrimiento.

Si estás sufriendo burlas, persecución, injusticia, rechazo por tu fe en Cristo, Dios te dice: “No temas, Yo estoy contigo”.

Si estás sufriendo por las consecuencias de tu propio pecado, te has arrepentido y Dios te ha perdonado, pero aun así estás sufriendo las consecuencias de las malas decisiones, Dios te dice: “No temas, Yo estoy contigo”.

Si has sido objeto del pecado de otra u otras personas, has sido víctima de la maldad de otros, Dios te dice: “No temas, Yo estoy contigo”.

Si estás sufriendo enfermedad, muerte, pérdidas por el caos de vivir en un mundo caído, Dios te dice: “No temas, Yo estoy contigo”.

Si es el enemigo, Satanás, quien ha desatado sus dardos contra ti, Dios te dice: “No temas, Yo estoy contigo”.

No temas, Yo estoy contigo… Tu sufrimiento está en las manos de un Dios soberano que siempre sabe lo que hace. No temas…él está contigo. ¿Dónde está Dios cuando sufro? Dios está contigo y tiene todo bajo su control.