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Summary: Este mensaje tiene la intención de ser un estímulo para aquellos cuya confianza en el gobierno de la iglesia, la confianza en las restricciones de adoración y/ o la confianza en varios dogmas se ha sacudido o está vacilando.

Hay ciertos principios generalmente aceptados o creencias centrales derivadas del Nuevo Testamento que generalmente se aceptan entre los cristianos; por ejemplo, la impecabilidad de Cristo, Su divinidad, Su gracia en la cruz, la expiación sustitutiva, etc. Estas creencias centrales constituyen un cuerpo de doctrina bíblica que define lo que significa ser cristiano. Debido a que se considera que son las enseñanzas inmutables de Cristo derivadas de la Biblia, no puede suavizarse para ser más aceptable entre los no creyentes. La doctrina importa.

Aunque la doctrina importa, la Biblia advierte contra las doctrinas que crean cargas innecesarias. En Marcos 7: 6b-7 Jesús dijo: «Esta gente me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; en vano me adoran». El escritor de Hebreos aconseja en Hebreos 13: 9, «no se dejen llevar por ninguna clase de enseñanzas extrañas. Conviene que el corazón sea fortalecido por la gracia, y no por alimentos rituales que de nada aprovechan a quienes los comen”. Y en Mateo 23: 4 y 23: 13, Jesús criticó a los que cargan a las personas con doctrinas difíciles: «atan cargas pesadas y las ponen sobre la espalda de los demás, pero ellos mismos no están dispuestos a mover ni un dedo para levantarlas(...) ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Les cierran a los demás el reino de los cielos, y ni entran ustedes ni dejan entrar a los que intentan hacerlo».

Afortunadamente, las doctrinas bíblicas son bastante directas, a diferencia de las doctrinas enseñadas por los escribas y fariseos de la época de Jesús. Jesús dijo en Mateo 11: 28-30: «vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana».

Si tienes dudas con respecto a la eficacia de la doctrina de la iglesia, puede haber una razón para ello. Puede haber un problema con la doctrina o la manera en que se le presenta. No te dejes engañar por las doctrinas del hombre. Busca la doctrina pura y simple de Dios que se encuentra solo en Jesucristo. Si alguien está enseñando doctrinas que no están de acuerdo con las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, esa persona está «llena de vanidad, no sabe nada; tiene un anhelo mórbido por la controversia y las disputas sobre las palabras, que producen envidia, disensión, calumnias, sospechas bajas y disputas entre hombres que están depravados y desprovistos de la verdad» (1 Timoteo 6: 4-5). Siéntete libre de alejarte de tales maestros, yendo directamente al Nuevo Testamento y dándole al Espíritu Santo la oportunidad de iluminar tu comprensión. «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» (2 Timoteo 3: 16-17).

Ahora, déjame hacerte una pregunta: ¿eres salvo? No te dejes confundir o intimidar por esta pregunta. No pregunto si aceptas todas las doctrinas propuestas por esta o aquella autoridad eclesiástica. Te pregunto si te sientes unido a Dios, reconciliado, entiendes la expiación sustitutiva de Jesucristo y lo aceptas como un regalo gratuito que Dios te ha dado directamente. Tu única obligación es amar. El amor es el mandamiento principal dado a todos los discípulos por Jesús. El amor no es solo el mayor bien, es la cualidad más central y duradera de quienes somos: es la parte de nuestra identidad que es capaz de soportar todas las dificultades, incluso cuando otras cosas, nuestro intelecto, nuestra reputación, nuestra voluntad, nuestra confianza, incluso nuestras creencias más apreciadas pueden fallar. Como dice el apóstol Pablo, la fe, la esperanza y el amor perduran, pero el mayor de ellos es el amor.

Sé que hay cosas que pueden hacernos dudar, momentos en que incluso podríamos preguntarnos si hemos perdido nuestra fe. Recuerda, el amor perdurará incluso cuando nuestra fe se vea sacudida y nuestra esperanza parezca perdida. Y, mientras somos salvos por la respuesta fiel a la voz del Señor, aceptando su plan de salvación cuando se le ofrece, lo más importante por lo que somos sostenidos es el amor de Dios por nosotros y por nuestro amor que se ha avivado luego de que Él nos hubo amado.

¿Crees? Como señala el apóstol Santiago, «incluso los demonios creen» (Santiago 2: 19). Siendo ese el caso, la creencia en sí misma no es necesariamente el boleto a la vida eterna. La última pregunta bien podría ser: ¿amas fielmente a Dios y estás agradecido por su regalo de una nueva vida? ¿Puedes decir que sí, a pesar de que hay nubes de preguntas que oscurecen tu comprensión de las diversas doctrinas de la iglesia? Si puedes, esto es lo que significa ser «salvo».

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