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Summary: Es un amor que trasciende el tiempo y el espacio, extendiéndose desde las profundidades de la eternidad para abrazarnos a todos y cada uno de nosotros en su tierno abrazo.

El Glorioso Resplandor de Su Amor

Escritura: Juan 3:14-21

Introducción: Es un amor que trasciende el tiempo y el espacio, extendiéndose desde las profundidades de la eternidad para abrazarnos a todos y cada uno de nosotros en su tierno abrazo.

Reflexión

En un mundo arremolinado por el caos y el clamor, donde la cacofonía de la vida diaria amenaza con ahogar los susurros de lo divino, existe un rayo de esperanza, una invitación eterna a reflexionar, regocijarse y redescubrir la profunda esencia del amor. Es un llamado que resuena a través de los siglos, resuena en la vasta extensión de la existencia humana, atrayendo corazones y almas a su abrazo. Hoy, cuando el sol sale de nuevo, la Iglesia extiende su mano suave, invitándonos a hacer una pausa, a reflexionar, a sumergirnos en el amor ilimitado de Dios por su creación.

Mientras nos encontramos en el umbral de esta sagrada invitación, echemos la mirada al tapiz de la eternidad, tejido con hilos de la gracia divina y la fragilidad humana. En su corazón se encuentra la quintaesencia del amor, un amor tan puro, tan desinteresado, que desafía los límites de la comprensión mortal. Es un amor que trasciende el tiempo y el espacio, extendiéndose desde las profundidades de la eternidad para abrazarnos a todos y cada uno de nosotros en su tierno abrazo.

En este momento de reflexión, viajemos de regreso a los albores de la creación, a ese momento fatídico en el que el universo tembló bajo el peso de la intención divina. Porque fue en ese instante sagrado que Dios, en Su infinita sabiduría y compasión ilimitada, decidió concedernos el regalo más grande de todos: Su único Hijo. En la silenciosa quietud de ese acto sagrado, los cielos mismos se inclinaron en reverencia, mientras el amor encarnado descendía de lo alto para caminar entre nosotros.

Por eso, queridos amigos, atendamos el llamado a creer en el Hijo de Dios, encarnación viva de su insondable amor por la humanidad. Abramos nuestro corazón para recibir la gracia y la misericordia que fluyen libremente de sus manos extendidas, sabiendo que en Él encontramos redención, salvación y vida eterna. Porque es a través de la fe en Cristo que nos unimos a la fuente misma del amor, convirtiéndonos en herederos de un reino no de este mundo, sino del próximo.

Pero la creencia por sí sola no es suficiente, porque el verdadero amor exige más que el mero asentimiento; requiere acción, sacrificio y devoción inquebrantable. Y así, al contemplar la profundidad del amor de Dios por nosotros, inspirémonos para vivir vidas de gratitud y compasión, para extender el mismo amor y gracia a nuestros semejantes. Amemos no con un amor que busque retornos inmediatos, sino con amor ágape, con amor sacrificial, dando generosamente de nosotros mismos como Dios dio de su único Hijo.

En un mundo plagado de división y discordia, donde el egoísmo reina supremo y la empatía escasea, seamos faros de luz que brillen con el radiante amor de Cristo. Extendamos la mano a los marginados y olvidados, a los oprimidos y desesperados, ofreciéndoles no juicio ni condenación, sino gracia y misericordia. Seamos agentes de reconciliación y sanación, salvando los abismos que nos separan y construyendo puentes de comprensión y empatía.

Porque al final, queridos amigos, es el amor el que todo lo conquista, el amor que nos une como una sola familia humana, el amor que transforma los corazones y las mentes, y el amor que perdura por toda la eternidad. Así que abracemos esta invitación divina con brazos y corazones abiertos, permitiendo que el amor de Dios fluya a través de nosotros y hacia el mundo, hasta que cada rincón de la creación esté lleno del glorioso resplandor de Su amor.

Y así, mientras nos encontramos en el umbral de este momento sagrado, respiremos profundamente y dejémonos envolver por la magnitud absoluta del amor de Dios por nosotros. Alegrémonos al saber que somos hijos amados del Altísimo, queridos y adorados sin medida. Y salgamos de este lugar, renovados y rejuvenecidos, dispuestos a compartir el amor ilimitado de Dios con todos los que encontremos. Porque al final, es el amor el que prevalecerá, el amor que perdurará y el amor que finalmente nos llevará a casa.

Que el corazón de Jesús viva en el corazón de todos. Amén …

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