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Summary: Dios quiere que le agradezcamos por su amor al someternos completamente a nuestro cónyuge en amor humilde.

Siguiendo con el tema “Fortaleciendo a la familia en este mundo moderno”, me toca a mí hablar con ustedes esta mañana acerca del matrimonio. Esta mañana no les voy a contar todo lo que he aprendido en mis años de estar casado (o sea, después de dos años), sino que hoy vamos a ver lo que dice nuestro sabio y eterno Dios en su Palabra en cuanto al matrimonio.

Pero antes de que veamos lo que dice Dios, ¿porque no damos un vistazo al estado de matrimonio en este mundo moderno? Porque la verdad es que hoy en día parece ser que el matrimonio está fuera de la moda. Aquí en los Estados Unidos la cantidad de parejas viviendo en unión libre subió 72% en los últimos diez años. También hay más divorcios hoy que hace diez años, de hecho ahora más que la mitad de los matrimonios fracasan y terminan en divorcio. Los expertos dicen que 40-65% de esposos y 30-45% de esposas han sido infieles a su cónyuge. En esta edad iluminada, el santo estado de matrimonio está en un estado de ruina.

Pero honestamente, no queremos que nuestros matrimonios fracasen. La mayoría de personas que hacen el intercambio de votos y anillos realmente quieren que dure su matrimonio por toda su vida. Pero pronto se escuchan las palabras: “Ya no nos queremos. El amor se ha desaparecido.” Pero yo propongo esta mañana que la mayoría de personas que dicen eso realmente no entienden lo que es el amor. Fíjense que esta mañana les podría dar yo unos buenos consejos en cuanto a la comunicación matrimonial o qué se debe de hacer para tener un matrimonio feliz, pero no lo voy a hacer. No, esta mañana voy a hablar con ustedes sobre su actitud, sobre lo qué es el amor y después hablaremos brevemente acerca de cómo se aplica ese amor específicamente a marido y mujer.

I. Someteos los unos a los otros

El apóstol Pablo, en los versículos que preceden el texto para esta mañana no solamente está hablando con esposos y esposas, sino con todos los cristianos. Nos anima a todos a ser imitadores de Dios, a que nos comportemos como es digno de hijos de Dios. El nexo entre esa sección que habla con todos los cristianos y la sección que habla específicamente a esposos y esposas es ese pequeño versículo 21 que dice: someteos unos a otros en el temor a Dios.

Sométanse los unos a los otros. La palabra griega para “someterse” literalmente significa: ponerse abajo de otra persona. Dios quiere que nos pongamos abajo de los demás, que mostremos la verdadera humildad, el verdadero amor. Porque eso es el amor: el dar prioridad a las necesidades de otra persona sobre las tuyas, siempre pensando en el bien de la otra persona. Eso es el amor. El amor no es un sentimiento, ni es el romance, ni es el sexo. Aunque todas esas cosas están involucradas con el amor, el amor es mucho más. El amor es más una acción que un sentimiento. ¿Me escucharon? El amor es más una acción que un sentimiento.

¿Por qué amas a tu pareja? “Porque me hace sentir bien. Porque me muestra cariño. Porque me da lo que necesito.” ¿Es eso el amor? ¿“Yo amo porque recibo algo”? Bueno, tenemos un ejemplo del verdadero amor en el texto para esta mañana. Hablando con los esposos Pablo escribió: Amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Y en su carta a los filipenses, Pablo explica ese amor en más detalle: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Eso es someterse. El todopoderoso y eterno Dios nació en un establo humilde a una mujer pobre y su comprometido, un carpintero. Llevó una vida pobre, siendo dueño de solamente la ropa que traía puesto. La noche antes de que murió, mostró a sus discípulos la verdadera humildad en que hizo el trabajo sucio de un siervo, lavando los pies de sus discípulos. Sufrió burlas, azotes, la corona de espinas, los clavos en sus manos. Y aun más, sufrió el infierno en la cruz, el castigo de todos los pecados de todas las personas de todos los tiempos.

Eso es el amor. Y, ¿por qué nos amó Cristo? ¿Fue por algo que hicimos nosotros? No. Somos pecadores que no merecemos su amor. Pero como quiera, él nos salvó por su gracia, es decir, por su amor el que no merecemos. El amor no piensa en lo que recibo yo, sino en dar, en entregarse completamente.

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