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Summary: Todos nos presentaremos ante el trono de Dios para ser juzgados.

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En las últimas dos lecciones hemos estado de viaje. Bueno, en verdad, hemos estado aquí en este salón. Pero hemos viajado con nuestras mentes y nuestros corazones. Viajamos hasta el mismo trono de Dios.

En la primera lección estuvimos con Isaías cuando él vio al Rey entronado en su gloria. En la segunda fuimos con el apóstol Juan hasta el trono de Dios donde vimos al Cordero vencedor, al Cristo que triunfó sobre la muerte y que reina desde el cielo. Hoy tenemos otro destino. Hoy viajaremos al futuro.

Al principio de cada estudio, hemos leído de Colosenses capítulo 3:

Colosenses 3:1-2 Siendo, pues, que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Ocupen la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra…

Nosotros, como cristianos, estamos convencidos que el mundo que llaman “real” no es tan real como creen. Nosotros sabemos que hay otra realidad que por ahora no se ve, pero que un día se hará realidad en las vidas de todo el mundo. Leamos un poco en Mateo capítulo 25:

Mateo 25:31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; y todas las naciones serán reunidas delante de él. El separará los unos de los otros, como cuando el pastor separa las ovejas de los cabritos; y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

En este pasaje, Jesús nos está hablando del futuro, del juicio final.

Era común (y dicen que todavía es) que los pastores pastorearan juntos los cabritos y las ovejas. Al caer la noche, los separaban, llevando los cabritos a un lugar protegido y dejando las ovejas en el campo abierto.

vs. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “¡Vengan, benditos de mi Padre! Hereden el reino que ha sido preparado para ustedes desde la fundación del mundo.”

Quiero que traten de imaginar esta escena. Estar delante del Señor y que nos diga: “Vengan, entren al reino.”

vs. 35 Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; estuve desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a mí.

Somos salvos por la fe y no por las obras. Eso es muy cierto. Pero la Biblia también enseña que seremos juzgados según lo que hayamos hecho. Permítanme citar algunos pasajes:

II Corintios 5:10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba segúno lo haya hecho por medio del cuerpo, sea bueno o malo.

Juan 5:28-29 No se asombren de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán, los que hicieron el bien para la resurrección de vida, pero los que practicaron el mal para la resurrección de condenación.

Santiago, en su carta, nos enseña claramente que la fe sin obras es muerta. Y en capítulo 1 nos dice:

Santiago 1:27 La religión pura e incontaminada delante de Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y guardarse sin mancha del mundo.

Nos juzga con esta criteria: si ayudamos a los menos afortunados

y no las que solemos usar.

vs. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti?” Y respondiendo el Rey les dirá: “De cierto les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron.”

Se ve que esta gente no realizó estas obras para ganar ningún premio. Ni se dieron cuenta cuando lo hicieron. Vivieron sus vidas de tal forma que tales acciones eran normales.

LO QUE HACEMOS AL MÁS PEQUEÑO, LO HACEMOS A JESÚS.

vs. 41 Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; fui forastero, y no me recibieron; estuve desnudo, y no me vistieron; enferno y en la cárcel, y no me visitaron.” Entonces le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?” Entonces les resonderá diciendo: “De cierto les digo que en cuanto no lo hicieron a uno de estos más pequeños, tampoco lo hicieron a mí.”

Esta gente no se daba cuenta de la maldad que estaban haciendo. Sus pecados eran pecados de omisión.

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