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Summary: Cuando nos reunimos somos grandemente edificados por la palabra y por los sacramentos que fueron instituidos por Cristo mismo, para señalar, sellar y simbolizar la gracia de Dios y sus bendiciones proclamadas en el evangelio, lo cual hace que los sacramentos sean algo muy serio.

A partir de marzo de 2020, nuestra vida de adoración comunitaria se vio afectada. ¿Te acuerdas cómo eran tus domingos antes de esa fecha? Quizá comenzabas a prepararte desde el sábado para pensar bien la logística familiar para acudir a la reunión de adoración del día siguiente. Quizá tenías ya una tradición familiar para ese día, en cuanto a qué hora levantarse para llegar a tiempo, qué desayunaban, etc.

Llegar al culto, adorar al Señor juntos, quizá participar estudiando la Escritura en un grupo pequeño, saludar a los hermanos y quizá luego convivir con otras familias de la comunidad, formaban parte especial de la experiencia del día de adoración comunitaria.

Pero de pronto, nos vimos aislados, tuvimos que mantener la distancia, dejamos de reunirnos presencialmente, comenzamos a tener nuevas rutinas dominicales. Muchos de nosotros, hicimos lo más que pudimos para mantenernos conectados con nuestra comunidad, otros simplemente, tiramos la toalla y perdimos la poca conexión comunitaria que las circunstancias nos permitían.

Ahora, que poco a poco, estamos regresando y que todavía no estamos en el punto en que nos gustaría estar, podemos observar que muchos de nosotros no tenemos ese mismo entusiasmo o fervor que solíamos tener para reunirnos cuando esto ya es posible.

Hay algunos de nosotros que no podemos reunirnos por razones muy estrictas y claras de salud, pero siendo sinceros, hay muchos de nosotros, que sí podemos tomar ciertos riesgos razonables para reunirnos, y de hecho, somos muy prontos en tomarlos en cualquier otro contexto, menos en el contexto de la comunidad en adoración.

Como que, para varios de nosotros, algo que permitimos que esta pandemia nos robe, es el fervor, es la intencionalidad, es el enfoque en adorar en comunidad. La transmisión es una buena herramienta que seguiremos usando, pero nunca será un sustituto de la adoración comunitaria presencial, para aquellos que tenemos la posibilidad real y palpable de experimentarla. No nos conformemos con menos, sino siempre busquemos las mejores maneras (prudentes, sabias, cuidadosas) de participar en manera presencial en la adoración en comunidad.

Por eso este mes, estamos abordando diversos aspectos de la adoración en comunidad, para resaltar la importancia que ésta tiene para el crecimiento y desarrollo del creyente en Cristo.

En semanas pasadas estuvimos abordando la importancia de la adoración, también, la centralidad del evangelio en la adoración y hoy estaremos recalcando el papel importante que tienen los sacramentos para el creyente en el contexto de la adoración en comunidad.

Es decir, ¿Qué son los sacramentos y por qué es importante para el creyente participar en ellos en el contexto de la adoración en comunidad?

Para reflexionar sobre esto vamos a explorar las palabras que el apóstol Pablo expresó a la iglesia de Corinto allá en el capítulo 11 de la primera epístola a los corintios.

La Iglesia de Corinto fue fundada por el Apóstol Pablo. Según nos relata Hechos 18, el apóstol pasó de Macedonia a Grecia, y fue de Atenas a Corinto. Habiendo dejado a Silas y a Timoteo en Macedonia, Pablo estaba solo. Estaba llegando de Atenas donde su proclamación había hallado poca acogida, pero el Señor le animó diciéndole que allí, en Corinto, tenía un pueblo numeroso; y en efecto, el Apóstol se quedó allí por un espacio aproximado de 18 meses.

Pablo vio levantarse a su alrededor una iglesia numerosa, compuesta en gran parte de gentiles, pero que contenía también judíos; Pero el apóstol se ausentó y se estableció en Éfeso, donde residió por tres años y durante los cuales escribió la epístola a los Corintios.

¿Qué sucedió durante su ausencia? La Epístola nos describe los tipos de problemas que se habían desarrollado en la Iglesia de Corinto. Entre otras cosas, había división, desorden moral, confusión en cuanto al matrimonio, a lo ofrecido a los ídolos, a los dones espirituales, la resurrección y de la práctica de los sacramentos. Pero una de las raíces que constantemente aparecía en todas estas problemáticas era la falta de entendimiento que tenía esta iglesia de la importancia de la unidad: la unidad relacional, la unidad doctrinal, la unidad ministerial.

No tenían mucha consciencia de la importancia de ser comunidad que vive y adora al mismo Señor. No podían ver con facilidad cómo las acciones de cada miembro afectan directamente a todo el cuerpo. Entonces, vemos este énfasis en el tratamiento que se hace de cada problemática en particular.

En pocas palabras, la Iglesia de Corinto no era muy distinta a nuestras iglesias. También a nosotros se nos hace un poco complicado vernos como parte de ese cuerpo y aprender a vivir en él para la gloria de Dios. Se nos hace difícil dejar de vernos como individuos, y vernos en nuestra conexión comunitaria. Y sobre todo en el asunto de la adoración.

Corremos el peligro de pensar que esto del aislamiento social aplica para la adoración aun cuando ya no haya pandemia. Pero en toda la epístola, se recalca la importancia de esa unidad eclesial, comunitaria y doctrinal en la que los sacramentos ocupan un lugar muy importante.

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