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Summary: La misión de mi vida, como discípulo, es hacer más discípulos de Jesús.

Hace muchos años, encontramos a mi hijo Josué enfrente del espejo intentando peinarse. Tendría unos tres o cuatro años y se pasaba el peine por el cabello y luego lo sacudía varias veces. Cuando su mamá le preguntó qué estaba haciendo, el respondió: “Me estoy peinando”.

En ese momento, nos dimos cuenta de lo que estaba pasando. En ese tiempo estaba yo enfrentando una aguda lucha con la psoriasis y la tenía en el cuero cabelludo. De tal manera que siempre tenía como una especie de escamas de piel muerta en el pelo. (Ahora no tengo escamas y tampoco pelo).

Pero cuando yo me peinaba, golpeaba el peine contra el lavabo para cayeran las escamas que había recolectado y repetía este proceso varias veces. Josué me había observado y había imitado mis movimientos pensando que esa era la manera normal de peinarse.

Fue una de las primeras veces que me di cuenta que había alguien aprendiendo de mí, estuviera yo o no consciente de ello.

Los que tenemos el privilegio de ser padres tenemos varios pares de ojitos aprendiendo de nosotros con todo lo que hacemos, decimos y mostramos todo el tiempo. Tenemos nuestros discípulos en casa. ¡Qué gran responsabilidad tenemos como padres cristianos, de discipular a nuestros hijos!

Pero, aunque los padres tenemos esta gran responsabilidad de forjar a nuestros hijos como discípulos, la verdad es que esto del discipulado no se circunscribe a los que tenemos hijos. Sino es un llamado para todo aquel creyente que se considera discípulo de Jesús.

Efectivamente, en nuestra serie de sermones: “Discípulos de Jesús” estamos considerando lo que es e implica el hecho de llamarnos así.

Como veíamos la semana pasada, la mera asistencia regular a una reunión cristiana, haber crecido en una familia cristiana por generaciones, tener un buen acerbo de conocimiento bíblico, procurar una vida moralmente buena y ser miembro oficial de una iglesia cristiana, aunque son cosas muy buenas y grandes bendiciones para quien las posee y practica, no nos convierten automáticamente en un discípulo de Jesús.

Sino como vimos, lo que hace evidente que eres un discípulo de Jesús es para quien vives, con todo lo que esto implique en la vida diaria. Ser discípulo de Jesús, es vivir para él y no para mí.

Pero no sólo es importante entender que soy discípulo de Jesús, sino también es importante entender la misión que tenemos como sus discípulos. Porque la misión a la que somos llamados no se vive un día a la semana, sino es 24/7 por el resto de tu vida.

Hoy estaremos considerando esa misión que tenemos como discípulos de Jesús y lo podríamos resumir así: La misión de mi vida, como discípulo, es hacer más discípulos de Jesús.

En donde el Señor me haya colocado estratégicamente, con las personas con las que tengo contacto, con las personas que aún no conocen de Jesús en mi entorno inmediato y más allá de mí, soy llamado a ser un discipulador, alguien que invierte su vida, dones y recursos con tal de que personas inicien, afiancen y maduren en su relación con Cristo y su iglesia, como discípulos de Jesús.

Qué hermosa experiencia es entender que eres discipulador y vivir de esta manera. Yo recuerdo que uno de los momentos de mi vida en los que pude experimentar esta experiencia de una manera muy vívida (antes de iniciar un ministerio pastoral) fue en el tiempo de mi preparatoria.

Recuerdo que nuestros líderes nos decían: “Ustedes vienen a la escuela a hablar de Cristo y de paso a estudiar”. Algunos tomaron muy literalmente estas palabras y no estudiaron y tampoco acabaron la preparatoria. Pero lo que estas palabras significaban era que viéramos nuestras vidas y circunstancias como oportunidades dadas por Dios para hacer discípulos en su reino.

Así que, parte de mi rutina semanal, además de poner todo empeño por ser un buen estudiante, era dedicar tiempo, esfuerzos y recursos para ayudar a otros compañeros a conocer a Jesús y seguirlo como sus discípulos. Así, por ejemplo, en la mayoría de los descansos, en vez de ir a pasar el rato, nos dedicábamos a reunirnos con otros compañeros a los que estábamos compartiendo el evangelio, para leer una porción de la Escritura, enseñarles y animarlos a dar un siguiente paso en su relación con Cristo o para hablar de alguna circunstancia que estuvieran pasando y dar consejo de acuerdo con el evangelio.

Así transcurrió mi preparatoria. Fue maravilloso descubrir desde la juventud que hay algo más por lo cual vivir que sólo pasar un rato divertido, que hay algo más por lo que vale la pena cansarte y esforzarte. Que, si ya eres discípulo, la misión de tu vida como tal, es hacer más discípulos de Jesús.

Cuando queremos hablar de este desafío de la iglesia de Cristo, enseguida viene a nuestra mente un pasaje muy conocido y que es precisamente el que estaremos considerando este día. Lo encontramos en Mateo 28:16-20.

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