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Summary: Juntos y enfocados logramos grandes cosas para Dios

Enfócate en tu Tarea – 240/06/07

Nehemías 3-4

Intro: En algún lugar en casa de mis padres aun debe estar una medalla plateada con la figura a relieve de un atleta griego coronado con laureles y con la leyenda: “Campeón Goleador”. Esa era mi medalla…por supuesto, en un campeonato en el que participé cuando estaba en primero de primaria. ¡Qué días de gloria! Los pequeños porteros no podían parar el balón que venía hacia ellos con una fuerza descomunal. Fui la estrella del equipo ese año (cuando menos así lo pensaba yo). Por lo mismo, al siguiente año para el campeonato escolar, organicé mi equipo confiado que repetiría la hazaña. Mi equipo de segundo año de primaria no podía fallar pues me tenían a mí, el que ostentaba el título de campeón goleador. Pero ese año las condiciones cambiaron. La inscripción costaba $13 pesos (los reuní entre los integrantes), sería a muerte súbita (perdías un partido y estabas eliminado), jugaríamos con equipos de todas las categorías o grados (primaria y secundaria). Pero aun así, no tenía temor porque yo estaba en el equipo de segundo año de primaria. Nuestro primer partido fue contra un equipo de segundo de secundaria. Comencé jugando como delantero, pero los goles sólo caían en nuestra portería. Todas mis habilidades y tiros “imparables” fallaron ese día. Así que decidí que sería mejor cambiarme a la portería. Entonces, hice un cambió y me fui a la portería, sólo para ver pasar muchos balones más a través del marco. Perdimos todo, el partido, nuestro dinero, nuestro orgullo. Pero ese día aprendí algo muy importante: Una persona sola no hace un equipo. Por más habilidoso que seas, por más entrenamiento que tengas, por más disciplinado que seas, si trabajas solo, no lograrás lo mismo que un equipo de personas trabajando juntas y enfocadas.

Pero la verdad es que encontramos dificultad para hacer las cosas en equipo…¿No es cierto? ¿Acaso no recuerdas los trabajos de Equipo de la escuela? ¿Eran reuniones más bien para jugar que para trabajar? Al final alguien hacía a la carrera el trabajo y eso sí…todos firmaban.

Jugar en equipo también presenta dificultades. Hay personas que quieren destacar a costa de los demás. Los famosos “personalistas” y “Estrellitas” siempre abundan en los equipos.

Vivir en familia también presenta sus desafíos. Una familia debe verse como un equipo, pero lamentablemente, a veces, no todas las familias tienen esta mentalidad. Más bien hay un ambiente de competencia, envidia, separatismo e individualismo. Vivir y trabajar en equipo no es algo que nos venga con naturalidad.

Pero donde este problema se hace más evidente es en el ministerio o servicio que prestamos como iglesia. Por definición la palabra iglesia nos habla de una comunidad. Una comunidad donde una de las presuposiciones básicas es esa mentalidad de equipo. Pero aun así, no deja de ser difícil el organizarnos, coordinar nuestros esfuerzos y dones y encaminarlos para la consecución de los objetivos. A veces nos es difícil entender que una sola persona no forma un equipo. Por más dones o habilidades que tengamos, por más experiencia que tengamos, siempre necesitaremos hacer las cosas como equipo, como cuerpo, como comunidad.

Por eso, si queremos realmente ser efectivos para lograr grandes cosas en la iglesia, en la familia o en cualquier ámbito de la vida tenemos que tomar muy en serio conjuntar nuestros esfuerzos con los de los demás. Esto implica que dejemos de pensar que podemos solos lograr los proyectos. Que tenemos todas las capacidades necesarias para alcanzar la meta. Que somos autosuficientes.

El plan de Dios para su pueblo es diferente. Dios ha conformado las cosas de tal manera que trabajemos en todos estos ámbitos (y especialmente en la iglesia) juntos y enfocados.

Por eso la verdad que deseamos llevarnos y practicar en la iglesia, en la casa, en el centro laboral, etc. es esta: “Juntos y enfocados logramos grandes cosas para Dios”.

Esta fue la experiencia del pueblo de Dios en los tiempos de Nehemías. Recordemos que a Nehemías, el copero del rey persa más poderoso sobre la tierra, se le había concedido permiso y apoyo para que regresara a Jerusalén a reconstruir los muros y puertas de la ciudad. Nehemías había visto la necesidad, se había atrevido a aprovechar su oportunidad, había llegado a Jerusalén y con su ejemplo y palabras había desafiado a todos los habitantes para trabajar (Todo esto lo encontramos en los capítulos 1 y 2 de Nehemías).

Ahora bien, cuando llegamos al capítulo 3, hallamos uno de esos capítulos en los que tenemos la tendencia de saltarlos cuando los encontramos. Es uno de esos capítulos con listas de nombres. Es una especie de bitácora que registra quienes edificaron la muralla y qué parte de la muralla o las puertas construyeron. Así encontramos por ejemplo en los primeros versículos 1-3:

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