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Summary: Jesucristo, nuestro Mesías, nos trata más como hijos que como súbditos.

Intro. Me cuentan que cuando nací, mis padres aún no habían pensado qué nombre me pondrían. Siendo el cuarto hijo, quizá las opciones obvias ya se habían acabado. Estando aún en la maternidad, mi madre recibió la visita de unos amigos extranjeros, quienes a su vez habían traído a una pareja que también los estaban visitando.

Después de las presentaciones protocolarias, mi madre le comentó a la visita que apenas estaba conociendo que le había gustado su nombre y que me pondrían el nombre de ese señor. Mi madre había escuchado el nombre: Wilberth.

El visitante se mostró muy emocionado con la idea pues él y su esposa no habían podido tener hijos y le encantaba la idea de que alguien se llamara como él, en su honor.

Muy emocionado tomó pluma y papel y escribió su nombre. La sorprendida, entonces, fue mi madre cuando leyó el nombre Wilbur, pero siendo una mujer de palabra, aquí me tienen después de más de 5 décadas de haberme llamado así.

Mi nombre suena extraño para varios; hasta me han preguntado alguna vez, “¿Por qué le dicen Wilbur?” y yo les respondo, porque así me llamo. Decidir el nombre de nuestros hijos es importante porque, de una u otra manera, tendrá algún tipo de impacto en su vida. En mi caso, ha sido mayormente positivo, la misma rareza de mi nombre me ha hecho memorable para varios maestros o personas con las que he tenido contacto a lo largo de mi vida. Se acuerdan con mayor facilidad de “Wilbur” que de otras personas con nombres más populares. Nombrar a nuestros hijos es una tarea importante para los padres.

Este mes, en nuestra serie: “Llamarás su nombre” estamos considerando los nombres muy importantes adjudicados al Mesías según el pasaje de Isaías 9.

Estos nombres son muy importantes porque nos describen quien es nuestro Mesías, quien es nuestro rey, nuestro salvador. Estos nombres fueron pensados cuidadosamente y tienen significados trascendentales para nuestro entendimiento de quién es el rey a quien servimos.

En Isaías 9 se describe la oscuridad en la vivía el pueblo de Dios debido a su lejanía del Señor y los justos juicios que Dios había traído sobre ellos. Pero en medio de ese ambiente desolador y oscuro, habría esperanza. Una gran luz resplandecería sobre ellos. ¿Y de dónde vendría esa luz de esperanza?

Isaías 9:6-7 dice: “Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre. Esto lo llevará a cabo el celo del SEÑOR Todopoderoso”

La respuesta es la llegada de un niño. Generalmente la llegada de un niño es motivo de gran celebración. Pero este niño es especial en gran manera. Es quien trae luz a la gente que anda en oscuridad.

Nos describen a este niño como alguien que tiene autoridad “La soberanía reposará sobre sus hombros”. Es un rey, es el Mesías. Es un consejero admirable (Un gran estratega), Es Dios fuerte (Viene con el brazo poderoso de Dios de su lado), Es Príncipe de paz, (su reino trae paz a la gente y a la comunidad). Es descendiente del Rey David y su imperio no tendrá fin. Y entre estos nombres especiales del Mesías, se incluye también el de “Padre Eterno”. Y es precisamente el nombre que estaremos considerando esta tarde.

Cuando leemos este nombre: “Padre Eterno” inmediatamente nos hace pensar en la primera persona de la trinidad, el Padre. Y si entendemos un poco de la doctrina de la trinidad esto nos puede causar bastante ruido. Pareciera decir este versículo que el hijo es el Padre, puesto que se está refiriendo al Mesías, que es el Señor Jesucristo, llamándolo “Padre Eterno” y con esa mentalidad, se concluiría que la persona del Padre es la misma persona que el hijo.

Si concluimos eso, estaríamos pisando el terreno de la herejía. Porque el Padre no es el hijo, ni el hijo es el padre, aunque son un mismo Dios. La doctrina ortodoxa de la trinidad nos enseña que tenemos un solo Dios que existe en tres personas distinguibles, el padre, el hijo y el espíritu santo.

Así que antes de ser condenados como herejes, debemos rectificar nuestra interpretación de este nombre. Tenemos que ubicarnos en el contexto del pasaje y del Antiguo Testamento. La pregunta importante es de quién está hablando este pasaje. Está hablando del Mesías, en resumen, es un pasaje profético que aterriza finalmente en la persona de Jesucristo, la segunda persona de la trinidad, 100 por ciento Dios, 100 por ciento hombre. Entonces, debemos quedarnos allí muy fijos.

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