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Summary: En el reino de Cristo, la grandeza radica en ser como él.

Un poco antes de la pandemia comencé a descubrir un gusto, que no sabía que tenía, por la cocina. Comencé con cosas muy sencillas como una carne molida que se fue sofisticando un poquito. Al llegar la pandemia y estar más tiempo en casa, pues se descaró mi afición a cocinar y descubrí que es algo que disfruto mucho.

Poco a poco fui disfrutando el proceso, desde la compra de los ingredientes, hasta su preparación y presentación final a los comensales. Disfruto el tiempo que paso con mi esposa juntos en la cocina conversando de mil temas. También descubrí cuánto disfruto ver a mi familia comer algo que preparé con mis propias manos. Todo esto está maravilloso, hasta que comencé a notar un disfrute que puede tener tintes de búsqueda y usurpación de gloria.

Me he descubierto, en ocasiones, con un hambre de elogios por mi comida, por un deseo de que piensen que tengo un don especial para esto, que me llenen de halagos y de ser conocido como el pastor chef.

Así de sutil es nuestro corazón idólatra y usurpador de gloria. En qué momento se puede pasar de un disfrute que me lleva a glorificar a Dios y agradecerle por estas bendiciones de servir a mi familia y a los que se sientan a la mesa, a usurpar y demandar gloria para mí mismo, y los frutos malos consecuentes cuando no recibo lo que mi corazón desea.

Pero estoy seguro que no estoy solo en esto. Tenemos un problema serio. Seamos francos. Nos gusta tener la grandeza, la gloria personal. Nos gusta llevarnos los aplausos. ¿Acaso no te gusta la sensación de poder? ¿de tener el control? ¿De que te den el reconocimiento? ¿De figurar? ¿Acaso no te gusta ver tu nombre con luces en una marquesina? ¿Sentirte independiente? ¿Sentir que no necesitas a nadie? ¿Sentir que eres conocido? ¿Teclear tu nombre en google y ver cuántas entradas hay con tu nombre? ¿Acaso no te gusta?

¿Acaso no te gusta que le den likes a tus publicaciones en las redes sociales o que haya solo comentarios positivos de lo que dices?

Por supuesto que nos gusta. Y no sólo nos gusta, lo buscamos activamente. Desde la caída de la humanidad en el pecado, en vez de vivir de acuerdo con nuestro propósito de dar gloria a Dios en todo y por todo, nuestra tendencia es buscar nuestra propia gloria. Es construir nuestro propio imperio. Somos buscadores de nuestra propia gloria y grandeza. Nos gusta pensar que esta vida y el universo gira alrededor de nosotros, por nuestra grandeza y gloria.

¡Cuánto necesitamos aprender de Jesús! Pero saben, no somos los únicos, los mismos discípulos de Jesús fueron enseñados por él en maneras prácticas y relevantes. Ellos también tenían el mismo problema y tendencia que nosotros. Ellos también pensaban en ellos mismos primero y querían el reconocimiento y gloria de los demás. Ellos tenían también una idea de la grandeza que tenía que ser corregida y Jesús lo hizo. Y lo hace también en nosotros.

Ellos y nosotros necesitamos aprender que la grandeza es algo muy distinto a la idea que tenemos, sino que, En el reino de Cristo, la grandeza radica en ser como Él.

Hemos estado considerando pasajes en el evangelio de Marcos y hoy continuaremos aprendiendo de la lección que Jesús dio a sus discípulos acerca de la verdadera grandeza. Descubriremos que, nuestra idea de grandeza está muy lejos de lo que es en verdad en el reino de Cristo. Porque mientras más nos parezcamos a Jesús más grande seremos.

Para aprender tan necesaria lección vayamos al Evangelio de Marcos en el capítulo 9 y para entender mejor nuestro pasaje veamos un poco del contexto de este capítulo.

En el capítulo 9 encontramos varios eventos muy importantes reportados antes del evento mismo que consideraremos. El capítulo 9 inicia narrando la transfiguración de Jesús, en la que Pedro, Jacobo y Juan tuvieron un atisbo de la gloria y grandeza de Jesucristo. Luego, al bajar del monte, encontró que los discípulos estaban en el lío de no haber podido sacar fuera un demonio y tenían encima a la multitud. Jesús los reprende por su falta de fe y echa fuera al demonio.

Posterior a esto, Jesús tuvo un momento muy íntimo y especial con sus discípulos. Les anunció por segunda vez lo que iba a acontecer en los últimos días de su ministerio en la tierra. Es interesante que Jesús, por lo menos, habló tres veces de esto según nos reporta Marcos. Lo hace en el capítulo 8, el en 9 y en el 10.

En Marcos 9:30-32 dice así: 30 Dejaron aquel lugar y pasaron por Galilea. Pero Jesús no quería que nadie lo supiera, 31 porque estaba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Lo matarán, y a los tres días de muerto resucitará».32 Pero ellos no entendían lo que quería decir con esto, y no se atrevían a preguntárselo.

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