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Summary: Sólo en el Evangelio encontramos el concepto correcto de nosotros mismos.

De niño, les tenía pavor a los micrófonos. No me gustaba escuchar mi voz amplificada y la idea de hablar ante una audiencia me dejaba paralizado. Por eso, generalmente me escondía de la esposa del pastor de mi iglesia, que cuando se acercaba el día de las madres, comenzaba a repartir a los niños pequeños poemas que ella escribía para que los declamaran en el festival que se organizaba para las mamás de la iglesia.

En una ocasión, por más que la traté de evadir, me atrapó y me entregó un pequeño poema de apenas 5 o 6 versos. Recuerdo que comenzaba con una exclamación de la palabra: “Madre”.

Por varios días estuve practicando mi poema y conforme se iba acercando la fecha del festival, la ansiedad crecía a todo lo que daba. Por fin llegó el día. Lo repasé y repasé desde la mañana hasta momentos antes de salir al escenario.

Cuando llegó mi turno, me paré frente al micrófono, miré a la audiencia y exclamé: “Madre”. Y después de esto, mi mente quedó completamente en blanco. No recordaba absolutamente nada. Pasaron unos segundos que para mí parecieron horas y como no pude continuar, salí corriendo del escenario para irme a llorar de vergüenza a un lado del edificio.

Me sentía un fracaso. No quería que nadie me viera ni me dijera nada. Me repetía a mí mismo que yo no servía para eso de hablar en un micrófono en público. Sin duda, esa experiencia me caló por muchos años.

Seguramente, también puedes recordar experiencias similares en tu vida, o bien, interacciones con personas o con tus coetáneos que marcaron tu vida de muchas maneras. Algunas para bien, y muchas otras para mal. Pero sea como sea, estas experiencias e interacciones han contribuido para que nos vayamos forjando una imagen de nosotros mismos, un concepto de nosotros mismos, un auto concepto.

En mi caso, con experiencias como estas, mi auto concepto era de una persona incapaz de hablar en público, que no puede controlar sus nervios y que hace el ridículo con facilidad. Nada bonito… ¿verdad?

Pero, así como estas experiencias un tanto negativas forjaron parte de mi auto concepto, también podría conversarles muchas anécdotas que en lugar de convencerme de algo negativo acerca de mí, fueron todo lo contrario. Es decir, que, en vez de tener un concepto erróneo negativo de mí mismo, me llevaron a tener un concepto erróneo de mí mismo, engañándome de que yo era superior a los demás en algún aspecto y me encantaba cacarearlo y restregarlo en la cara a los demás.

Todos tenemos un concepto de nosotros mismos que se va forjando por nuestras interacciones en la vida con las personas que consideramos importantes. Sus opiniones, comentarios y aseveraciones acerca de nosotros nos van convenciendo de algunas cosas acerca de nosotros, sean verdaderas o falsas.

Este mes, en nuestra nueva serie de sermones, “Sacrificio Vivo”, estamos considerando las implicaciones de haber creído en Jesucristo como el Señor y haber comprometido nuestra lealtad sólo a él.

Si eres creyente verdadero, Cristo no sólo tiene una parte de ti, sino es todo para ti.

No hay aspecto, porción, área, esfera, ámbito, contexto, en nuestras vidas en las que Cristo no sea el Señor, el amo, el dueño, el rey. Con Cristo es una relación del tipo: o todo o nada. No puedes ser medio cristiano. Jesús no puede ser tu “medio” Señor. El evangelio de Cristo reclama lealtad total y absoluta.

Para esto, estamos considerando las enseñanzas del apóstol pablo en la epístola a los Romanos en su capítulo 12.

Y hoy estamos considerando como vivir para la gloria de Dios implica que también el concepto de nosotros mismos sea moldeado por las verdades del Evangelio.

Por eso este día decimos: Sólo en el Evangelio encontramos el concepto correcto de nosotros mismos.

No son las experiencias pasadas, no es la influencia de nuestros padres, no la opinión de nuestros amigos, no algún influencer en las redes sociales, sino es el Evangelio el que debe forjar el concepto que tengan de sí mismos aquellos que han experimentado el evangelio en sus vidas y ahora viven como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.

Romanos 12 marca un cambio en el énfasis en la epístola a los Romanos. Es una especie de bisagra. Antes del capítulo 12, el apóstol ha desarrollado toda una presentación del evangelio de Jesús, comenzando por la culpabilidad que el ser humano tiene por el pecado, se trate de quien se trate. No importa si eres religioso o no. No importa si conoces la Biblia o no. No importa si eres judío o pagano. Si eres ser humano, estás destituido de la gloria de Dios por cuanto has pecado. Todos somos culpables y merecedores del justo juicio de Dios por el pecado.

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